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L’Hospitalet, antídoto para la historia tuneada

Por Joan Carles Valero
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Sin que sirva de precedente, le hablaré de historia porque en estos tiempos en que está de moda tunear vehículos, resulta imprescindible que el periodismo se ocupe de unos hechos que, aunque acontecieran hace tres siglos, desgraciadamente marcan todavía la actualidad en Cataluña en plena era de las redes sociales e internet.
Felipe V, primer Borbón
Felipe V, primer Borbón
La política catalana ha quedado reducida a mera agitprop, propaganda de agitación con la vista puesta en el tricentenario del momento en que los partidarios del archiduque Carlos de Austria acariciaron la idea de convertir Cataluña en un país independiente en la Europa que resultó de la Guerra de Sucesión. Los imperiales o aguiluchos, como eran conocidos los seguidores del emperador Carlos VI, todavía siguen instalados en aquella quimera sin darse cuenta de que hoy, al igual que ocurrió antaño, poco importa Cataluña al resto de países de Europa. Sólo hace falta ver las giras internacionales que, en olor de multitud, realiza el president Mas. Llegar a un acuerdo con el resto de España, como ya se logró en la Constitución de 1978, se antoja la única vía que invocan aquí algunos partidos y el consejo unánime del resto de Estados europeos.

Aunque lo más potente del agitprop del nacionalismo está por llegar con los fastos secesionistas de 2014, persiste uno de los ejes de la propaganda: fomentar la enemistad con el resto de España. Para fabricar más bilis, el ex diputado socialista Jaume Sobrequés, hoy a sueldo de CiU como director del Centro de Historia Contemporánea de Cataluña, prepara un simposio que lleva el expresivo título: “España contra Cataluña, una mirada histórica (1714-2014)”.

Afortunadamente, L’Hospitalet adquiere estos días un excepcional protagonismo y no sólo porque su alcaldesa, Núria Marín, haya encabezado una valiente campaña del PSC local en contra del independentismo. La segunda ciudad de Cataluña, históricamente acogedora de las oleadas migratorias de toda España y del mundo entero, vuelve a jugar un papel histórico porque, ahora hace 300 años fue el escenario del armisticio de la Guerra de Sucesión, que para los independentistas es poco menos que el año cero de la mítica historia catalana.

Conflicto internacional y no contra España
Aquella L’Hospitalet de 500 almas estuvo ocupada durante años por el ejército aliado, integrado por los seguidores españoles del rey borbón, pero también por soldados de Francia y Portugal que se enfrentaban al auge del imperio austríaco. El conflicto no se puede definir de otra manera que no sea por su contexto internacional y por la lucha de monarquías que pone muchas veces la guerra al nivel de una pelea familiar. Pero el nacionalismo ha tuneado tanto la historia que la ha convertido en arma arrojadiza. Incluso he llegado a escuchar en un alarde de puro frikismo que el alzamiento militar de Franco y la guerra civil que sufrimos todos los españoles de 1936 a 1939 fue también de España contra Cataluña.

En L’Hospitalet se ha presentado el programa de actividades organizadas por su Ayuntamiento para conmemorar el 300 aniversario de la firma del Convenio que lleva su nombre; un tratado internacional que marcó el 22 de junio de 1713 las condiciones de evacuación de los ejércitos austriacistas de Cataluña en cumplimiento de los tratados de Utrecht y que la negativa a secundarlo de una parte de Barcelona condujo al desastre del 11 de septiembre de 1714.

Cataluña, abandonada a su suerte
Para subrayar que el conflicto no fue entre Cataluña y el resto de España, sólo señalaré que el armisticio de L’Hospitalet lo firmaron el conde austríaco Königsegg en representación de las fuerzas del archiduque Carlos y el marqués italiano de Ceva Grimaldi por las tropas de Felipe V. Estampan también su firma el barón Anthony Wescombe en nombre del almirante inglés Jennings; Guido Wald Rüdiger, conde austríaco de Starhemberg; el noble napolitano Duque de Populi y Thomas Swanton, capitán de la marina real británica. Como se ve, ningún español entre ellos. Esa es la historia. Y si Barcelona siguió un año más la guerra fue con la esperanza de convertirse en un estado independiente, como prometió el archiduque Carlos a sus seguidores catalanes. Sin embargo, el emperador prefirió ocuparse de su inmenso imperio desde Viena. También Inglaterra abandonó a su suerte a Cataluña al ver el poder que adquiría el Sacro Imperio. Y de esos temores surgió el Tratado de Utrecht.

El papel de la comarca hace 300 años
Jaume Codina y Pilar Massana realizaron importantes aportaciones históricas que se han visto ahora ampliadas por Clara Álvarez Jáuregui, una historiadora que, gracias a una beca del Museo de Historia de L’Hospitalet, ha podido realizar un estudio sobre el papel que jugó la ciudad en la Guerra de Sucesión.

Estoy totalmente de acuerdo con Clara Álvarez cuando afirma en su investigación que suele ignorarse la historia local en beneficio de una más general, grandilocuente, mítica, como si los acontecimientos importantes quedaran aislados de la realidad que vivían los habitantes del momento. Un acontecimiento internacional, como lo fue la Guerra de Sucesión, llegó a afectar de forma implacable a las poblaciones de nuestra comarca porque en ellas se produjeron batallas y, sobre todo, se instalaron los ejércitos que sitiaron Barcelona.

Hablamos de Guerra de Sucesión como si el archiduque austriaco y el rey de Francia fueran los que luchaban directamente. Pero, ¿qué pasa con los soldados que realmente luchan? ¿Quién les alimenta? ¿Dónde duermen antes y después de la batalla? ¿Cómo afecta todo eso a la población de los alrededores del campo de batalla que fue Barcelona?
La guerra afectó más a Barcelona que al campo, sobre todo al despoblarse la ciudad como consecuencia de que muchos rechazaron la evacuación y armisticio que se firmó en L’Hospitalet en junio de 1713. Algunos pueblos, hoy distritos de Barcelona, como Sant Gervasi, desaparecieron literalmente. Con los bombardeos y asedios, es evidente que los daños materiales fueron mucho más elevados en nuestra comarca. Pero también infligieron mucho sufrimiento a nuestros antecesores los saqueos y el mantenimiento de los ejércitos mediante la pura explotación de todos los bienes de los pagesos de la comarca. La inflación de los precios provocada por la guerra fue generalizada en toda Cataluña.

Destrucción y bandolerismo
La destrucción de L’Hospitalet fue un paradigma de lo que se hizo en el entorno rural de la época, Igual ocurrió con Sant Boi, que quedó muy mal parada. También aumentó el bandolerismo después de la guerra, porque muchos austracistas siguieron la guerra por su cuenta. Serian migueletes y similares que intentaron formar una guerrilla que no convenció ni obtuvo grandes resultados. Un buen ejemplo se produjo en Sant Boi, donde también estaba instalado el intendente Fornaguera, que se propuso eliminarlos, como nos dejó escrito Jaume Codina en “Guerrilles al Baix Llobregat: els carrasquets del segle XVIII, i els carlins i els republicans del segle XIX”.

El Convenio de L’Hospitalet parece que sólo lleva el nombre de la ciudad de forma anecdótica y que la guerra no incidió más. Pero se pidió mucho más de aquel pueblo de 500 almas: alojamiento, comida, forraje, etcétera. Directamente, se desmantelaron casas enteras para utilizar su madera y sus hierros para utilizarla en el asedio a Barcelona. El armisticio se podía haber firmado en algún otro lado: Martorell, Sant Boi, Sant Feliu, escenarios de batallas, pero L’Hospitalet fue el lugar donde estaba instalado el ejército aliado y en Collblanc había una guarnición en el hostal del mismo nombre ubicado por entonces en el Camí Reial.

Pero la parte que más interesa ahora porque se cumple la efeméride previa a los fastos de 2014 es la que tiene que ver con la evacuación de Barcelona, ya que es lo que se negoció en el Convenio de L’Hospitalet. Un acuerdo que llega cuando la guerra ya había acabado de forma internacional, tras los tratados de Utrech y Rastatt, donde Inglaterra y Francia pactan abandonar la pelea por la corona española, una vez muere Leopoldo I, ya que temen que su heredero, el archiduque austríaco, tenga tanto poder como para convertirse en un emperador que emulara a Carlos V.

Cambio de escenario
Sin embargo, por el archiduque habían apostado los catalanes para que fuera el heredero de la corona española, a pesar de que a sus partidarios austriacos ya no les interesaba continuar luchando, pues el emperador tenía un buen trozo de tierra por el que preocuparse al ser el heredero del imperio austríaco. A pesar de que no todo el bando aliado (Portugal, Inglaterra y Francia) tuvo la misma prisa en abandonar Cataluña, lo cierto es que Barcelona sólo recibió ayuda por mar durante el asedio e internacionalmente fue abandonada a su suerte. La huida de Barcelona de la emperatriz Isabel Cristina de Brunswick, cinco días después de que Inglaterra anunciara que se retiraba de Cataluña, dejando como regente al general de las tropas austracistas, Guido won Starhemberg, fue toda una premonición de lo que iba a ocurrir.

Starhemberg fue uno de los firmantes, el 22 de junio de 1713, del acuerdo de armisticio de L’Hospitalet que derivó en un alto el fuego el 1 de julio del mismo, tras el cual las tropas borbónicas procederían a ocupar el resto de Cataluña. El 13 de julio se firmó el Tratado de Utrecht entre Felipe V y la Gran Bretaña. Mediante este tratado, el borbón renunciaba al trono de Francia, entregaba a los ingleses el peñón de Gibraltar y la isla de Menorca, y también concedía ventajas comerciales en América a los ingleses, a la vez que estos cedían ante las pretensiones de Felipe V, quien mediante el artículo 13º del Tratado de Utrecht se comprometía a amnistiar a los catalanes y a concederles sólo los mismos derechos y privilegios que los habitantes de las dos Castillas.

Peste y crisis, los precedentes
Todo comenzó en el año 1700, con la muerte de Carlos II, que abre la lucha por la sucesión al trono de España. La guerra entre Felipe de Anjou, su heredero y miembro de la casa de Borbón y nieto del Rey Sol, y el pretendiente, Carlos, archiduque de Austria, se cierra con los acuerdos de Utrecht y Rastatt. Felipe, vencedor, procede a la centralización política, a la reforma de la administración y a la reorganización de las finanzas. Mientras, de tierras americanas llegan a España el cacao, el tabaco y el azúcar.

Los brotes de peste habían reducido a la mitad las poblaciones de las ciudades y hubo muchas malas cosechas. La definitiva expulsión de los moriscos dejó antes despobladas muchas zonas. En apenas un siglo la monarquía española de los Austria vivió su esplendor y decadencia. Castilla no pudo mantener todo el peso del imperio español. Continuas guerras por Europa, bancas rotas y pestes obligaron a los españoles a cambiar de valores y de modelos a imitar. Se impuso el desengaño y el escepticismo. En 1665 se inicia el reinado de un niño de cuatro años, Carlos II, actuando su madre de regente.

El niño crece enfermizo, con graves problemas físicos.. Ante la falta de descendencia de Carlos II, se suceden una serie de luchas cortesanas, entre los partidarios de una sucesión que recaiga en el pretendiente de la corona de los Habsburgo austríacos y los que aspiran a que sea la casa francesa de los Borbón. Finalmente, Carlos II, el último de la casa de Austria en el Reino español, redacta su testamento designando a quien fuera su enemigo, el descendiente de la casa de Anjou, el nieto de Luis XIV, Rey de Francia.

Repunte económico en Cataluña
Mientras, bajo un clima de marasmo eco-nómico fruto de la crisis del vellón y la climatología, siguen muy presentes la intolerancia religiosa y la represión social ejercidas por la Inquisición. Años antes de la Guerra de Sucesión se inicia en España una recuperación económica más potente en la cornisa Cantábrica, el País Vasco y Cataluña. Se crean juntan de comercio para potenciar las manufacturas y las transacciones ultramarinas. Aumenta la venta de títulos nobiliarios y muchos mercaderes y comerciantes adoptan la condición de aristócratas. Por el contrario, en Castilla la recuperación es muy lenta o casi nula. El interior era débil y acusa la existencia de aduanas entre los distintos reinos y las tasas que se deben pagar entre ellos encarecen los productos.

Francia, el mayor ejército del mundo
Pese a la última voluntad del rey Carlos II, la cuestión sucesoria en el trono de España se convierte en una disputa internacional entre las potencias para lograr la hegemonía en Europa, que ambicionan los territorios de la monarquía, sobre todo los americanos, por la riqueza que genera su comercio, y también los dominios italianos y los Países Bajos. No obstante, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, se convierte en el primer Borbón que reina en los territorios españoles en 1701 al aceptar el testamento de Carlos II.

Luis XIV, con el ejército más poderoso de su tiempo, integrado por unos 300.000 y 400.000 soldados, estaba en condiciones de garantizar la integridad de los territorios de la monarquía. Las condiciones del testamento de Carlos II es que el Duque de Anjou recibirá el conjunto de la monarquía solo si mantiene y preserva todos los territorios que la integran.

Felipe V, primer Borbón
Felipe de Anjou entra en Madrid sin oposición. Inglaterra, Austria y los Países Bajos protestantes se unen contra Francia para intentar imponer su candidato: el archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I. Completan esta coalición Portugal, Saboya y Prusia. En España, la opinión se divide: Castilla defiende los intereses borbónicos, mientras una parte de la Corona de Aragón, Cataluña, proclama rey al archiduque Carlos. Pero la guerra de sucesión no sólo tiene por escenario la península ibérica. Durante 14 años la contienda tiñe de sangre toda Europa. La muerte del emperador austriaco Leopoldo I modifica los intereses en juego al convertir al archiduque Carlos en heredero de sus dominios. Ahora, ingleses y holandeses temen que si el archiduque triunfa renazca una monarquía tan poderosa como la de Carlos V que en el siglo XVI gobierna en la península ibérica y Europa. Comienzan así los movimientos diplomáticos entre Gran Bretaña y Francia que culminan con los tratados de Utrech y Rastach en 1713.

Rafael de Casanovas, muere de viejo
En la guerra de sucesión, Felipe V se gana el término del Animoso, aunque no tarda mucho tiempo en reflejar tendencias a la melancolía. Pasa momentos de gran dinamismo y empuje seguidos de otros en los que se despreocupa de las labores de gobierno. Cree que no le quieren y en uno de sus episodios depresivos abdica en su hijo Luis y se retira en 1724 y crea el Palacio Real de La Graja de San Ildefonso. Pero Luis I fallece a los seis meses de reinado y su padre, Felipe V, se ve obligado a regresar al trono. Por su parte, Rafael de Casanovas, que encabezó la resistencia de Barcelona tras no aceptar el armisticio de L’Hospitalet, murió de viejo siendo rico en Sant Boi el 2 de mayo de 1743, treinta años después del mítico 11 de septiembre. Pero esa es otra historia.||
      Estatua del Archiduque Carlos de Austria en la Plaza de los Héroes en Viena
Estatua del Archiduque Carlos de Austria en la Plaza de los Héroes en Viena
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