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Nuestro futuro, en manos metropolitanas

Por Joan Carles Valero
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
        Algunos alcaldes y concejales de la comarca integran el plenario de la AMB
Algunos alcaldes y concejales de la comarca integran el plenario de la AMB
El periodismo local tiende a una densidad incompatible con estos tiempos en que la realidad se reduce a 140 caracteres. Pero como dice el colega Jaume V. Aroca, “hay asuntos espesos que no deberíamos evitar a nuestros lectores”. Entre los temas densos destaca la planificación urbanística. El Área Metropolitana de Barcelona (AMB), que es el “superayuntamiento” que gobierna nuestro destino común como habitantes de la gran metrópoli capitalina, ha encargado la elaboración del plan maestro de este territorio en el que residen 3,5 millones de personas, de las que un tercio vivimos en el Baix Llobregat y L’Hospitalet.

Redactar un nuevo Plan Director de Urbanismo de Barcelona (PDU) es un asunto extremadamente importante para nuestro futuro común, ya que va a ser decisivo en términos no sólo urbanísticos, sino también sociales, económicos e incluso políticos. Por ese motivo, quienes ejercen la ciudadanía no sólo cuando toca votar, sino a través de asociaciones u organizaciones, o bien de forma individual, deberían incluir en su paisaje de preocupaciones una serena pero estrecha vigilancia sobre la elaboración de ese mapa del futuro. Para empezar, deberíamos preocuparnos de que se incluyan las necesidades colectivas que detectemos en nuestro entorno inmediato y también los asuntos que debieran preservarse, como los medioambientales y patrimoniales. Y estar alertas frente a las sorpresas. No sea que en descubramos cuando sea inevitable que nuestras vidas han sido garabateadas por los redactores del nuevo plan urbanístico y no hicimos nada para impedirlo.

Para que se entienda la relevancia de este asunto, vale la pena apuntar que el Plan Director que ahora se pergeña sustituirá al viejo Plan General Metropolitano (PGM) de 1976 que definió el lugar en el que vivimos quienes hemos crecido aquí. Las rondas de Barcelona, la desviación de la desembocadura del Llobregat para que creciera el puerto de Barcelona, la preservación del Parque Agrario del Baix Llobregat o de Collserola; el desdoblamiento de la N-340 o la definición de los espacios verdes y las playas de la comarca, ya estaban dibujados en aquel plan redactado hace 37 años. Si aquel planeamiento de 1976 supuso los pespuntes de la vida de las generaciones que protagonizamos la Transición, lo mismo hizo el Plan Comarcal de 1953 para las que sufrieron la dictadura franquista y el plan Macià e incluso el propio Plan Cerdà, en otra escala, también marcaron a las generaciones precedentes.

La sociovergencia que nos gobierna
La institución supramunicipal Área Metropolitana de Barcelona (AMB), gobernada mediante un singular acuerdo a la alemana entre CiU y PSC, quiere sentar las bases del futuro urbanístico, social y económico de la zona más importante de Cataluña, en la que vive precisamente usted, ocioso lector de El Llobregat. La sociovergencia que gobierna nuestro destino colectivo y en cuyo plenario y ejecutivo nos representan los alcaldes y concejales de nuestro territorio, es la responsable de diseñar los futuros 40 años de esta zona al sur de Barcelona con las ventajas y servidumbres de ser la periferia capitalina.

El necesario periodismo de proximidad
El periodismo de proximidad, apasionante, honesto, riguroso e incluso combativo, jugó durante la Transición un papel muy importante tanto en las luchas vecinales como en la construcción de las identidades y consciencias de las ciudades y barrios que integran nuestra comarca, con el Plan General Metropolitano como eje de muchas de las movilizaciones. Era un periodismo que ahora cuesta mucho encontrar. Juglares de una época en la que los corresponsales de los grandes medios tomaron conciencia en un mundo egoísta e indiferente hacia el dolor ajeno para denunciar la injusticia que veían en derredor. Así escribía el desaparecido Josep María Huertas Clavería sobre la Barcelona metropolitana, donde en la década de los 70 pululaban inmigrantes procedentes de otros puntos de España. El mismo y dramático escenario de varias de las novelas de Francisco Candel, cuyos expresivos títulos tienen todavía hoy una reveladora actualidad: “Donde la ciudad cambia de nombre”, “Han matado a un hombre, han roto un paisaje” y “Los otros catalanes”.

La batalla de la comunicación
Durante los años 70 y 80, los vecinos ganaron claramente la batalla de la comunicación. Supieron, además, encontrar fórmulas imaginativas que resultaban muy atractivas desde el punto de vista periodístico. Batallaron por ejemplo por La Farga y la Cardoner en L’Hospitalet con lemas sencillos y directos, y en toda la comarca sus movilizaciones consiguieron sensibilizar a los ciudadanos sobre su patrimonio. Arañaron zonas verdes en todos los rincones posibles. Apostaron por la calidad de vida, por los equipamientos y servicios y por una ciudad menos contaminada en unos momentos en que el discurso ecológico estaba en pañales. Llevaron hasta el límite sus reclamaciones y no dudaron en movilizarse para demostrar a los ayuntamientos que era posible lo que reclamaban. Hoy lo es más, porque los medios de proximidad como “El Llobregat” y las redes sociales e internet hacen posible que la información fluya como la sangre de una vida plenamente consciente. Pero las movilizaciones ciudadanas no siempre obtienen sus objetivos.

El Supremo declara nulo el urbanismo de Torrelles
Estos días se ha conocido la sentencia definitiva del Tribunal Supremo sobre el recurso de casación que habían presentado la Generalitat, el anterior ayuntamiento de Torrelles y la promotora de Can Coll contra la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que declaraba nulo el planeamiento urbanístico que preveía elevar el techo edificable de esta zona agroforestal de la comarca. La sentencia desestima todos los motivos de casación presentados por la Generalitat, el ayuntamiento y el promotor, sin posibilidad de ningún otro recurso. Así de claro y contundente.

Para quien ejerció el periodismo local de una forma comprometida, supone una satisfacción contemplar cómo han acabado dando la razón legalmente y de manera definitiva a los que nos opusimos a la agresión que supuso el Plan Parcial de Can Coll contra la preservación de las llanuras agrícolas de este municipio y su entorno ecológico y paisajístico. Pero también resulta decepcionante comprobar cómo, al amparo de la lentitud y del mal funcionamiento de la justicia, se ha podido consolidar el impacto con hechos consumados, aunque sea parcialmente, y sobre todo que los propietarios-promotores tengan adquiridos los derechos urbanísticos de techo edificable para las obras de urbanización ya hechas (calles, alcantarillado, alumbrado público, etcétera) y las cesiones anticipadas de terrenos para equipamientos, que sólo se podrían anular con indemnizaciones más que millonarias, imposibles de asumir desde Torrelles.

Tripartito unido por el ladrillo
Ahora sólo nos queda el relato de la historia de cómo un singular tripartito integrado por ERC, PSC y una escisión de Convergència (Poble), se unió por la vía del ladrillo para lograr en Torrelles forzar un plan urbanístico con 200 nuevas viviendas que la crisis inmobiliaria se ha encargado de paralizar momentáneamente. La historia del enfrentamiento y la división de un pueblo empieza a explicarse casi una década después a través de las sentencias. Los interesados en este asunto, encontrarán más información en el artículo que acompaña estas líneas, escrito por el también periodista Jesús A. Vila, que en aquella época renunció a un sueldo como concejal independiente miembro del equipo de gobierno de Torrelles.
Renunció con el único objetivo de evitar la aprobación urbanística de Can Coll y preservar para el futuro un paisaje difícil de encontrar en nuestra comarca. Un gesto que sirvió de bien poco, porque ERC y PSC no tardaron en dar entrada en el equipo de gobierno a la concejal de Poble (escisión de Convergència) para aprobar el planeamiento ahora declarado nulo por el Supremo.

Mientras en Torrelles no se construye, en L’Hospitalet la actividad edificadora no cesa, tanto de iniciativa privada como pública (cuarteles de la Remonta). Hasta el punto de que una de las recientes visitas girada por la alcaldesa Núria Marín ha sido a las obras de construcción de un edificio de 20 plantas y 101 viviendas de la promotora Anida en la plaza Europa, la nueva y moderna área de centralidad metropolitana. Marín también visitó un centro culinario de la compañía Gallina Blanca Star, inaugurado en la misma plaza Europa donde la compañía presenta su innovación alimentaria y gastronómica.

Visitas cuando no hay inauguraciones
Este tipo de visitas refleja el hambre de inauguraciones que asuela a los políticos en tiempos de crisis. A falta de obras públicas, la tendencia es la visita institucional a empresas, colegios, centros de salud e incluso obras privadas. La cuestión es salir en la foto al tiempo que se acercan a la ciudadanía para interactuar. Porque inaugurar, aquí no inaugura nadie. Casi no hay obra pública, el legado de los políticos y la manifestación más palmaria de su poder de transformación de la realidad. Ahora los proyectos que lideran son más transversales. En L’Hospitalet, por ejemplo, se planea una tercera transformación basada en la economía del conocimiento y la cultura. Un objetivo para el que el Ayuntamiento se limita a poner las bases, porque deberán ser las empresas e iniciativas privadas quienes materialicen la transformación.

Hasta que la crisis irrumpió, el poder y el control de la ciudadanía se ejercían a través del dinero, mediante el reparto de subvenciones o inversiones directas. Pero ese sistema se ha acabado con la crisis. Hay que recordar que gobernar no sólo es gastar el dinero de todos, de forma que gastando más parecía que se gobernaba mejor. Gobernar es también administrar, innovar y liderar proyectos de transformación organizativos. Nuestros políticos de proximidad tienen que aprender a cortar otras cintas. Cambiar su discurso y comunicar mejor. Pero eso obliga a un tipo de político que no espere, que tenga imaginación, que se esfuerce y que haga los deberes. ¿Cuántos conoce usted así en su ciudad o pueblo?||
      Los responsables de la urbanización de Can Coll  y un detalle de la campaña que desplegaron
Los responsables de la urbanización de Can Coll y un detalle de la campaña que desplegaron
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