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La verdad sobre mí ¿la conozco?

Por Mossèn Pere Rovira
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h

La realidad que nos rodea es “tozuda” y reitera aquello que nadie puede obviar: cada día somos más pobres, en lo económico y también en la búsqueda de la “verdad”, sobre uno mismo y los demás.

 Un texto del Evangelio de Juan (el juicio a Jesús) nos muestra como la verdad no siempre se presenta con aspecto atractivo y placentero, pudiendo incluso rechazarse:
Jesús le contestó (a Poncio Pilato):
-Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad,
me escuchan.
-¿Y qué es la verdad? –le preguntó Pilato.

Nos estamos acostumbrando, peligrosamente, a no hacernos preguntas, a no revisar nuestra vida, a vivir con ciertos automatismos; a no buscar, ni meditar, ni reflexionar sobre aspectos tan fundamentales como la justicia, la caridad, la vida, la familia, la misma convivencia o el mismo orden creado y visible en la naturaleza. ¿Y qué es la verdad? Sigue vigente esta gran pregunta sobre nuestra vida: pasado, presente y futuro ¿Podemos conocer la verdad sobre Dios o el universo, sin conocernos nosotros mismos? Toda nuestra existencia es un “don”, nada nos pertenece por mérito o conquista; la vida es el primer gran regalo donde la respiración, la salud, la capacidad, la voluntad,…. incluso los bienes materiales son recibidos y, ojalá, acogidos con gratitud.

La ceguera más peligrosa es cuando nos creemos propietarios y merecedores de todo aquello que hemos recibido, sólo, para administrarlo en orden al “bien común”.

Indigna ver como el despilfarro de algunos, asfixia un gran número de la población; los casos de corrupción son sólo las consecuencias de un vacío moral o de una mentira grabada en nuestros corazones. Es muy fácil hacer grandes discursos bañados de sentimentalismo ideológico, abstractos y grandilocuentes. ¿Cuántas personas cercanas, solas o enfermas, pobres o sufrientes, interpelan nuestra conciencia y nos invitan a una respuesta personal, concreta y generosa? No convirtamos al “estado” en un “papá” que solucione todos los problemas; articulemos una respuesta cercana desde la propia implicación: la limosna no consiste en dar más o menos, sino en compartir aquello que previamente has recibido, sea dinero, tiempo o afecto.

La pobreza material de tantos hermanos existe y existirá mientras el corazón humano se instale en la soberbia y no descubra la humilde verdad de su existencia. ¿Dónde está la verdad? ¿Cuál es la verdad sobre mí? ¿Quién puede ayudarme a descubrirla?

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