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Lo pasado, pasado no está

Por Eva Jiménez Gómez
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h

El Museo de L’Hospitalet ha inaugurado la exposición permanente “L’Hospitalet: un indret, una història”, gracias a la cual puede conocerse el pasado reciente de la ciudad hasta prácticamente la actualidad desde el punto de vista político, económico, social y cultural. 

La historia se halla dividida en tres periodos, cada uno de los cuales se muestra en una sala diferente, todas ellas ubicadas en la planta baja del edificio Casa Espanya: 1890-1920 (“El humo de las chimeneas”), 1920-1960 (“La modernidad frustrada”) y 1960-1992 (“La emergencia de L’Hospitalet hoy”). 

A lo largo del recorrido se observa cómo L’H ha evolucionado de forma similar al resto del país, pasando de una sociedad agrícola y artesanal a otra industrial y, finalmente, de servicios. También se aprecia cómo la Guerra Civil supuso un paréntesis en la evolución de la localidad, como sucedió en la mayor parte de España.

Ahora bien, también se comprenden mejor algunas de las peculiaridades de nuestro municipio. Por ejemplo, la gran influencia de Barcelona, para bien y para mal. Para bien, porque L’Hospitalet atrajo numerosas industrias –fundamentalmente textil, pero también de harina, de tejas, de cerámica o de la construcción- que dieron empleo a muchos trabajadores. De hecho, quienes visiten la exposición podrán ver, además de curiosas fotografías y objetos de cada una de las épocas, un telar de 1907 que se utilizaba en la industria de sedas Vilumara.

Lo peor de la proximidad con Barcelona es que esta utilizaba nuestro municipio en su propio provecho, lo cual produjo algún que otro conflicto. Así, L’H perdió parte de su terreno –por ejemplo, 900 hectáreas de La Marina y 70 masías entre finales del XIX y principios del XX- en beneficio de la Ciudad Condal. Y esta utilizaba los barrios limítrofes como vertederos de basura. No en vano, Santa Eulàlia era conocido como el barrio de las moscas, el mal olor o los tarros; y en La Torrassa se llegó a detectar un caso de peste bubónica en 1931.

La creación de puestos de trabajo supuso la afluencia masiva de trabajadores de otras provincias, lo cual acarreó un crecimiento desmesurado de la ciudad y un aumento del riesgo de conflictividad social, algo que constituye otra de las singularidades de la localidad. Así, la villa pasó de 12.360 habitantes en 1920 a 71.580 treinta años después. En el barrio de La Torrassa había tantos murcianos y andaluces que los catalanes solían decir: “A La Torrassa, no hi vagis massa” (“A La Torrassa, no vayas demasiado”).

Sin duda, esta exposición nos ayuda a conocer nuestro pasado, comprender nuestro presente y planificar mejor nuestro futuro, pues gracias a ella somos conscientes de que hay realidades que no podemos ni debemos subestimar, como la influencia de Barcelona o las dificultades de convivencia en un entorno masificado y plural. Es por ello que recomiendo su visita. La entrada es gratuita; y el idioma, catalán.

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