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De “garoinada” en el reino de la Gamba de Palamós
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De “garoinada” en el reino de la Gamba de Palamós

Por Dayana García Blas
lunes 16 de marzo de 2015, 08:57h
A bordo del barco de vela latina “El Rafael”, he degustado los últimos erizos de mar de la temporada de invierno, en la Costa Brava. El erizo es una especie del Mediterráneo occidental de difícil sabor: ni amargo, ni dulce.
Sus pinchos lo identifican como un animal fuerte, pero no lo es. Al contrario es muy sensible y extremo. Hablando claro, el erizo sabe a agua del mar, es decir, como la sensación de tragar agua cuando estás bañándote en la playa. Su bocado es similar.

Aunque echemos de menos a los erizos, llegan las sabrosas Gambas de Palamós, con marca certificada. Son rojas y se parecen a las gambas normales, pero el tratamiento es lo que las diferencia. En Palamós, los amantes de los crustáceos seguramente tendrán el ácido úrico por las nubes. Y es que allí, durante la primavera–verano, todo el mundo se sienta en las terracitas de los restaurantes para comer una paella con gambas de élite. Se venden tantas que la Cofradía de Pescadores de la zona obtiene una facturación de entre 3 y 5 millones de euros.

La hostelería aprovecha este periodo vacacional para ofrecer el menú de la Gamba, que consta de torradas con tomate y anchoas de Palamós, gamba mediana fresca, fideos con alioli, postre y, de beber ,se ofrece una Estrella Damm Inedit, patrocinador de la iniciativa. Realmente, de las 532 especies marina, sólo se pescan 100 y de estás las más capturadas son: la anchoa, la sardina, el bonito, el atún, la merluza, la maira, el rape, el besugo, el roger, el pulpo, la cigala y la gamba.

Pero lo increíble de la excursión para disfrutar de una “garoinada” es el barco y su capitán, Joan Santolaria, un hombre de aspecto “la vida es chula” de Desigual que surca los mares con sus botas de agua de color verde y su desaliñada actitud. Se parecía al capitán Ahab de Moby Dick, pero al estilo moderno. Junto al simpático capitán comimos erizos de mar, butifarra negra y blanca, y pan (mucho pan) con el que mojé la cremosa textura de los erizos, sabrosos aunque parezca mentira.

Algunos de estos manjares son amarillos por dentro, otros naranja, y pueden llevar consigo unas tiras blancas y negras que desconozco lo que son pero que prefiero no saberlo. Hasta el capitán dijo “no miréis y todo para dentro con pan”. Así que, después de una buena “garoinada” con una cerveza Estrella Damm, y con el peligro de caer por la borda por el meneíto del barco, os aconsejo de primera mano la exquisita experiencia a bordo de un latino de 1915.
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