Como recuerdan en los Laboratorios dermatológicos de La Roche-Posay, ser proactivos en el cuidado de la piel permite atenuar el impacto de las reacciones cutáneas y, al mismo tiempo, obtener mejores resultados con los tratamientos oncológicos. Desde la firma nos hacen llegar un montón de consejos útiles.
La mayor parte de las terapias oncológicas aumentan la sensibilidad de la piel. Por eso, la exposición al sol o las radiaciones ultravioletas durante los tratamientos conlleva un mayor riesgo de insolación intensa y quemaduras. Además, con los tratamientos de radioterapia hay que tener todavía más cuidado, ya que se puede producir una radiodermitis crónica, incluso varios años después de que el tratamiento haya terminado.
Los tratamientos contra el cáncer acostumbran a producir una disminución de las defensas, haciendo que la piel sea más vulnerable a cualquier infección. En el caso de la piel del rostro, ésta se ensucia con más facilidad que la del cuerpo, por eso hay que cuidarla adecuadamente. Otro de los efectos negativos en la piel es el aumento de la sensibilidad y la deshidratación.
Con la quimioterapia, pero sobre todo bajo el efecto de las terapias dirigidas, el aspecto de las uñas puede cambiar: se vuelven frágiles, secas, se abren en capas, pueden aparecer decoloraciones o estrías coloreadas, e incluso manchas. Estos efectos secundarios generalmente desaparecen al cabo de unos meses después de haber finalizado los tratamientos.
A través del maquillaje se pueden corregir las diferentes alteraciones del tono de la piel. Eso sí, asegúrate de que los productos son aptos para pacientes oncológicos. Si las cejas o las pestañas se han caído, también es posible recuperar la mirada con unos sencillos trucos.
En la página web de la Fundación Stanpa, cuyo objetivo es apoyar a las mujeres con cáncer, encontrarás muchos más consejos y recomendaciones para el cuidado de la piel oncológica.
También en La Rose-Posay están llevando a cabo una fabulosa iniciativa, llamada Unidades del cuidado de la piel. Se trata de talleres especializados en el cuidado de la piel antes, durante y después del tratamiento oncológico. Están desarrollados en numerosos hospitales y clínicas nacionales e impartidos por profesionales de la salud, con ayuda de voluntarios.
La pérdida de cabello es uno de los efectos más traumáticos para los pacientes de cáncer. Como explica la doctora Carmen Yélamos, psico-oncóloga de Genesis Care, “algunos pacientes están tan angustiados ante la perspectiva de perder el pelo que pueden elegir terapias menos efectivas u optar por no realizarse ningún tratamiento”.
La empresa española Oncobel ha sido la primera en implantar en nuestro país el Sistema Scalp Cooling (enfriamiento del cuero cabelludo), que previene la caída del cabello inducida por los procesos de quimioterapia en el caso de tumores sólidos. En la mayoría de casos, también actúa sobre las cejas y las pestañas.
Se basa en un gorro de silicona con un circuito integrado por el que circula un líquido refrigerante. Mediante el enfriamiento del cuero cabelludo se cierran los vasos sanguíneos que riegan los folículos pilosos. De esta manera, se evita que los fármacos pasen a ese folículo piloso y lo destruyan. El cuidado posterior del cabello y el cuero cabelludo es crucial, ya que igualmente quedan debilitados. Utiliza champús suaves, no cepilles de forma brusca y evita en la medida de los posible el secador.
El gorro debe mantenerse puesto en cada sesión de quimioterapia desde media hora antes de la infusión del medicamento, durante todo el proceso y hasta una hora y media después de recibir la quimioterapia. El procedimiento no inutiliza la acción de los quimioterápicos ni alarga los tratamientos.