El Llobregat

Un viaje hacia el progreso o un tren perdido. Que alguien nos ayude con las euro-ayudas

EDITORIAL

Editorial | Viernes 05 de septiembre de 2025
El 12 de junio de 1985, España firmaba en Madrid el Tratado de Adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Cuarenta años después,resulta evidente que ese hito supuso un punto de inflexión histórico para L’Hospitalet y el Baix Llobregat.

Aquel gesto diplomático activó un proceso de transformación profunda que ha llegado hasta nuestros barrios y nuestras casas. Europa ha sido mucho más que un socio lejano: ha sido el gran motor de modernización, cohesión y oportunidades de este territorio. El ex-eurodiputado Ignasi Guardans lo ha resumido con acierto para El Llobregat: “Europa ha sido el socio invisible que ha hecho posible la transformación silenciosa pero profunda del territorio”. Pero con el regusto amargo de saber que hemos desaprovechado parcialmente la ocasión. Europa es un tren al que nos subimos pero sin llegar a ser capaces de convertirnos en locomotora.
Porque es innegable: Europa ha hecho mucho por el Baix y L’Hospitalet. Lo vemos en la movilidad sostenible que trajo el Trambaix, en la garantía de suministro de agua gracias a la desalinizadora de El Prat, en los programas de empleo juvenil de Cornellà o en los proyectos de regeneración urbana en Sant Boi o Sant Feliu, por ejemplo. Lo notamos en los barrios que hoy cuentan con viviendas energéticamente más eficientes y en las empresas que avanzan en digitalización gracias a las ayudas del plan post-covid Next Generation.

Pero al mismo tiempo se da una terrible paradoja: la sensación compartida por expertos y responsables públicos de que no hemos sabido sacarle jugo a todo el potencial que Europa ofrecía. Lo reconocen incluso quienes han trabajado desde dentro de las instituciones de la Unión, como el ex eurodiputado Jordi Cañas quien lo ratifica sin rubor a El Llobregat: “España ha adolecido de una incapacidad por parte de los ayuntamientos y entes locales para gestionar adecuadamente los fondos europeos”. Los datos hablan por sí mismos: en algunos programas apenas se ha ejecutado un 30% del presupuesto disponible asignado. Un “desastre”, como lo califica el propio Cañas. Y no le falta razón.

El caso del fondo de recuperación Next Generation es ilustrativo. A pesar de los más de 400 millones captados por la comarca hasta 2024, algunos municipios medianos se han quedado fuera de grandes proyectos por no poder asumir la tramitación o por no justificar adecuadamente los requisitos. Lo corroboran desde Sant Just Desvern y Sant Boi: muchos programas están diseñados pensando en grandes ciudades, no en realidades locales. Y es cierto es que no se puede competir con expectativas de éxito sin un mínimo de herramientas. Si no tenemos todas las cartas, siempre jugaremos en inferioridad de condiciones.

Pero, ¿por qué cuesta tanto gestionar estos recursos? Las causas son diversas, coinciden los analistas. Por un lado, la burocracia europea puede resultar compleja y exigente, especialmente para ciudades menores que no cuentan con personal técnico suficiente o especializado. Por otro, ha faltado visión estratégica. Europa piensa en el largo plazo, en el horizonte 2030 o 2050, mientras que nuestros consistorios siguen atrapados a menudo en la lógica del cortoplacismo del mandato político. Se ha confundido ejecución con visión, gasto con transformación. Y eso ha dejado proyectos a medio camino. Es cierto que el Baix se ha esforzado por dar un vuelco a esta situación. La Oficina Comarcal de Proyectos Europeos es un ejemplo de cómo el asesoramiento técnico puede marcar la diferencia para pymes y Ayuntamientos. Su plan de modernización de la industria hacia la movilidad eléctrica, con una inversión de 170 millones de euros, es admirable. Pero incluso estos aciertos nos confirman lo que podríamos haber sido si hubiéramos dispuesto de estructuras de planificación más sólidas desde un principio.

Tampoco es justo cargar toda la responsabilidad en los Ayuntamientos. La arquitectura institucional para gestionar los fondos es compleja y a menudo excesivamente centralizada. Hace falta una red de apoyo más robusta, que permita a los municipios del Baix Llobregat y a L’Hospitalet no solo recibir fondos, sino diseñar proyectos transformadores. En otras palabras: hace falta alguien -o algo- que nos ayude a pedir sin ambages los recursos.

El mensaje es claro: no podemos permitirnos dejar pasar más décadas desaprovechando oportunidades. La UE no es una fuente infinita de fondos, es una apuesta compartida con un objetivo común que nos ha puesto frente a un espejo incómodo: si queremos seguir avanzando, necesitamos algo más que voluntad política y buenas intenciones. Necesitamos ayuda para ayudar, necesitamos que se nos enseñe a gestionar mejor los recursos y, sobre todo, a reclamarlos como se debe. Y a no despilfarrarlos. Brindemos por estos 40 años integrados en Europa como ciudadanos de primera y también por otros 40 años más. Como mínimo. III

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