Todo el que se haya paseado estos días por el Baix Llobregat notará aires de cambio. Conocida por ser una comarca dormitorio de Barcelona, es decir, el lugar donde se reside para ir a trabajar a la gran ciudad, está transformándose hacia un espacio ideal para desarrollar un proyecto de vida. No son pocas las familias, especialmente gente joven, que está tomando la decisión de buscar aquí una vivienda, los motivos son los precios, siempre más reducidos que en la capital, y la buena calidad de vida que se está estableciendo.
Los alquileres del centro se han disparado y con el auge del teletrabajo y los nuevos horarios híbridos es posible vivir en la periferia sin echar de menos las ventajas que ofrece el centro. De forma general, la tendencia gira en encontrar una vivienda pensando en el precio, en el tiempo, en el bienestar y en la conexión. Además de internet, trenes, metros y autobuses que los acerquen a su empleo o a sus estudios sin depender del coche.
Si algo define a esta nueva generación de inquilinos es su manera de entender la movilidad. Lo que antes era secundario, vivir cerca del transporte público, se ha convertido en una prioridad absoluta. Se buscan alojamientos cercanos a estaciones de metro o tren, priorizando la conexión con el centro de Barcelona, explica Eduardo Garbayo, director de operaciones de Spotahome. Algo lógico y comprobable, los municipios con mejor acceso a la red de transporte, como Cornellà, Esplugues o L’Hospitalet, han visto crecer notablemente la demanda de pisos pequeños y medianos en los últimos años.
El tiempo es oro, y en la vida diaria se nota. Un trayecto de veinte minutos en tren puede significar llegar antes a casa, cocinar sin prisas o simplemente disfrutar de la tarde. El valor de vivir cerca del trabajo o de una buena conexión se traduce en calidad de vida. Se trata, en definitiva, de estar bien conectado al centro y no tanto de vivir dentro de él.
Los jóvenes profesionales son los protagonistas de este cambio. El aumento de la empleabilidad en sectores dinámicos (tecnología, salud o educación), provoca una búsqueda de viviendas que encaje con su ritmo de vida, y esto implica un alquiler flexible, buena comunicación y barrios con servicios. A ellos se suma una nueva ola de población migrante, trabajadora, preparada y culta, que ve en el Baix Llobregat un punto de partida ideal para establecerse en el área metropolitana. La diversidad cultural ya es una seña de identidad de la comarca.
En municipios como Sant Boi, Sant Feliu o Gavà se observa un fenómeno tan interesante como natural: la convivencia entre generaciones y culturas. Familias que llevan décadas en la zona comparten vecindario con jóvenes llegados de otros países o de barrios céntricos de Barcelona. El resultado es un tejido social vivo, donde se mezclan idiomas, costumbres y proyectos de futuro.
La demanda de alquiler crece y los precios empiezan a reflejar un equilibrio perfecto, aunque siguen por debajo de los de la capital. El gran reto se encuentra en garantizar viviendas accesibles sin que se pierda el carácter cercano y comunitario que define todo este entorno. Un lugar donde la vida fluye más relajada, los trenes pasan cerca y la sensación de hogar se construye con más espacio, más luz y más tiempo para uno mismo.