Sara Khadem,campeona de España de ajedrez: “Un día sentí que cuando llevaba el velo no era yo… y me lo quité”

Tengo 26 años: en ajedrez todas las edades son buenas. Nací en Teherán: cada vez más hermoso porque cada vez más gente lucha para que sea más libre. Casada con el cineasta Ardeshir Ahmadi: tenemos un hijo de dos años. Compito mañana en el Llobregat Open Chess Tournament con maestros de 44 países. (Foto: Pavel Mikheyev / Reuters) (Publicado originalmente en: https://www.lavanguardia.com/lacontra/20231129/9413966/dia-senti-llevaba-velo-me-quite.html)

El tablero no tiene sexo

Su familia aún vive en Teherán, así que Sara Khadem no puede ser del todo sincera al hablar de Irán; pero lo es sin tapujos al pronunciarse sobre las mujeres en ajedrez: deben jugar en la misma categoría que los hombres. Frente a quienes defienden segregarlas, “porque tienen cerebros diferentes”, argumenta que lo que las hace diferen- tes es lo que les imbuyen en el cerebro desde pequeñitas: “Aún es tan extraño regalar un tablero a una niña de tres años –razona– como una muñeca a un niño. Y si hay menos jugadoras de elite que jugadores es solo porque también hay menos jugadoras en total. Yo siempre elijo jugar en Open –contra hombres y mujeres– porque al recluirnos en categoría femenina nos incentivan para acomodarnos y no esforzarnos más. Si competimos con ellos siempre, acabaremos ganando como ellos siempre”.

¿Cómo fue su niñez en Irán?

Mi padre era ingeniero informático y mi madre, ama de casa. Mi padre había estudiado en Alemania así que éramos una familia abierta al mundo y feliz.

¿No le da miedo que sus padres sufran represalias por su huida?

No puedes vivir con la paranoia. Sería un no vivir. Así que me preocupo por ellos, pero no me obsesiono.

¿Su padre era un buen ajedrecista?

No sabe jugar al ajedrez.

¿Cómo aprendió usted?

Yo tenía dificultades de aprendizaje de niña en el cole. Me costaba concentrarme.

Pues hoy es campeona de España de ajedrez y la 15 mejor jugadora del mundo.

Pero de niña cometía errores tontos por falta de concentración, por eso mi madre habló con otra que tenía a su hijo aprendiendo ajedrez y le iba muy bien en el cole y me pusieron a jugar con él a los 7 años.

Veo que le gustó.

Me apasionó. Si mi profesor me ponía dos páginas de problemas de ajedrez, yo le pedía cuatro. Y empecé a ganar torneos muy rápido hasta la final del campeonato nacional infantil y fui campeona de Irán.

Enhorabuena.

Pero lo que me hizo famosa de verdad en mi país fue ganar el campeonato de Asia. Mientras, sacaba buenas notas.

¿Le reconocían por la calle?

Irán no gana muchos campeonatos deportivos en el mundo…

No, la verdad.

…Así que cuando ganamos alguno la gente lo celebra de verdad, por eso me convertí en realmente popular muy rápido y me planteé hacerme jugadora profesional.

¿Ya adolescente iba a fiestas privadas en Teherán? Dicen que son estupendas.

En Irán todo es posible mientras no lo hagas públicamente. Pero a veces algún vecino llama a la policía de la moral…Y tienes problemas. Antes, a los 12 años, gané mi primer campeonato del mundo y seguí en el cole hasta el bachillerato, en que decidí hacerme ajedrecista profesional.

¿Beber una cerveza allí es un crimen?

Y si eres una chica y no llevas el velo y encima estás con chicos, se convierte en un crimen que castigan con severidad.

¿Usted se resignaba o infringía?

Para mí fue diferente, porque tuve la suerte de que viajaba por todo el mundo con el equipo de ajedrez iraní.

¿Es muy difícil que las autoridades dejen salir del país a un iraní?

Conseguir un visado es muy difícil. Yo tuve esa enorme suerte de jugar por el mundo y tener una familia abierta.

¿Por qué Irán no va flexibilizándose como otros regímenes totalitarios?

Cuando estalló la revolución ganaron los que querían que fuera como es. Pero no era antes un país especialmente religioso. Es una cuestión compleja que no podemos dirimir ahora.

¿Durará el régimen dictatorial?

Es obvio que la mayoría de los iraníes no son felices con la situación actual…

Hasta que un día usted dijo basta en un campeonato… ¡Y se quitó el velo!

Antes de decidirme ya había viajado mucho con chicos y chicas del equipo, aunque un policía nos vigilara siempre y enviara informes si nos quitábamos el velo o si nos pasábamos públicamente en algo…

¿Les castigaban?

A las chicas se les castigaba más: a sus faltas se añadía la de no llevar el velo. Aprendimos a tener siempre un doble comportamiento: el secreto y el público.

¿Cuándo conoció a su marido?

A mis 19 años y nos casamos a los 21. Como él era un cineasta iraní educado en Canadá también tenía una mente abierta y viajábamos seis meses y otros seis los pasábamos en Irán hasta que hice unas declaraciones a favor de mi compañero de equipo, Alireza Firouzja, que había huido a Francia, uno de los mejores jugadores del mundo…

¿Le costó caro ser solidaria con él?

Me quitaron el pasaporte de forma temporal; dejé el equipo iraní; llegó la pandemia; luego fui mamá; y llegó el campeonato de Almaty al que todos fuimos expectantes por la revuelta antivelo en Irán: ¿estabas a favor –preguntábamos– o no? No pronunciarse era aceptar el velo.

¿Qué hizo usted?

Escribí contra el velo en las redes y me llamaron de la policía. Y llegó un día en que me dije que con el velo no era yo. Esa mujer que veía en las fotos con velo o en el espejo no era yo. Y en el Torneo de Almaty, mientras en Irán se sucedían las protestas, me lo quité.

¿Y sabía que no volvería a Irán?

Lo sabía, por eso me exilié en España y el julio pasado dejé de ser exiliada para ser española.

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