El Llobregat

¡Las malditas obras de la B-25!: El exclusivo diario de una prisionera de los atascos

Márjori Andrés | Viernes 07 de noviembre de 2025

Esta historia es sobre el coste de ir al trabajo. Pero no del precio del combustible, de los peajes, del mantenimiento del vehículo o de la T-mobilitat.. Esto va de la factura de acudir a nuestro destino. Del coste que implica perder el tiempo atrapados en una carretera o en un tren de Rodalies. Retención tras retención, desplazarse es una odisea en el área metropolitana de Barcelona. Aquí empieza el diario del martirio de una rehén de los atascos.

El calvario se repite cada mañana, no importa si es hora punta o no. Como mínimo de lunes a jueves, el martirio se repite a diario. La autopista C-32, justo en el momento en el que el término municipal de Gavà da paso al de Viladecans, es escenario de una larga retención en dirección Barcelona. Una ratonera sin escapatoria.

Atrapados en la C-32

Los tres carriles, atestados. Coches, motocicletas, camiones, autobuses de línea, autocares privados… Todos parados. Detenidos por un atasco XXL que se extiende unos cinco kilómetros e implica perder quince minutos de media camino de nuestra dirección. Así cada día.

Los niveles de estrés, disparados. Van ya quince minutos perdidos nada más empezar el día, pero también se pierde algo más en la C-32: mal humor, nervios, incertidumbre, malestar, salud, dinero.
El desgaste no es solo físico. Se trata de una carga invisible que no pasa inadvertida para los conductores. A un lado vemos los campos de cultivo del Parc Agrari del Baix Llobregat. Al otro, grandes superficies como el outlet de Viladecans, Leroy Merlin y Alcampo. Algunos aprovechan la retención para desayunar en sus vehículos. Otros conductores adelantan la faena a través de sus dispositivos móviles: llamadas, mensajes, lectura… Y hay hasta quien se maquilla ante el espejo.
La mayoría de usuarios de la Autopista del Garraf resopla. Estamos detenidos frente al Viladecans Business Park, y esto solo acaba de empezar. La ansiedad sobrevuela la autopista. Flota en el ambiente. Y ahí continuará la mañana siguiente.
Son las 8:35, y la circulación continúa detenida. Mientras, en la radio, una entrevista al ministro de Transportes. “Rescatar las autopistas españolas costaría de 20.000 a 30.000 millones de euros”, asegura Óscar Puente en Onda Cero. En la Cadena Ser comentan las últimas revelaciones periodísticas sobre los folios, las lechugas y las chistorras del caso Koldo/Ábalos. Estar informados es otra de las ventajas que las retenciones ofrecen a los conductores..

B-25: “provisional obras”

A través de la salida 53 de la C-32 [Sant Boi norte] abandonamos una autopista colapsada (la retención continúa en dirección a El Prat). Pero 50 apenas metros después, el via crucis se prolonga. Llega un segundo embotellamiento.
El nuevo atasco se produce al incorporarse a un tramo abierto de un solo carril por sentido. Es la autovía B-25, y sirve para enlazar con una nueva retención. “Provisional obras”, advierte el navegador. “Doce minutos de retraso, vas por la ruta más rápida”, añade el GPS como si se tratase de una buena noticia.

La ruta más rápida es en verdad un pequeño tramo, de apenas dos o tres kilómetros, que conecta la C-32 con la A-2. Del término municipal de Sant Boi pasaremos al de Cornellà de Llobregat. Y lo hacemos en una larguísima fila que discurre por carril único. Parece una procesión, una caravana al Oeste. Primera, punto muerto. Primera, segunda, punto muerto. Los parones se alternan con mínimos recorridos de apenas unos pocos metros.
Un atasco permanente, habitual e ininterrumpido consecuencia de las (casi) eternos trabajos de construcción de la autovía B-25. Una gran retención. A un lado, vistas de la zona alta de Sant Boi con el hotel El Castillo en la cumbre. Al otro, una gigantesca grúa puente amarilla en la que puede leerse Pacadar GH Beasain. Al fondo, más huertos. Y más allá, el tejado de la terminal T1 del aeropuerto de El Prat. Ay, quién pudiera volar…
B-25, Sant Boi. Aquí, en este agujero negro de la red viaria, se pierden otros diez o quince minutos de media al día. Al menos, de lunes a jueves. Sumados a los otros quince desperdiciados poco antes en la C-32, son unas cuatro horas las que tiramos cada semana atrapados en atascos. Unas dieciséis al mes de media.

Los viernes, con un poco de suerte, los conductores se toman un pequeño respiro, y la pérdida de tiempo disminuye un poco. Cosas de la compleja circulación en el área metropolitana de Barcelona.

Futura autovía

La futura autovía B-25, que unirá la A-2 y la C-32 sin atravesar el casco urbano de Sant Boi, encara su recta final. Al menos eso es lo que asegura la administración tras dos años de obras intensas, ajustes técnicos y mejoras urbanísticas que han alargado los plazos y han generado tantos retrasos.

Si bien el vial promete acabar con atascos históricos y transformar esta zona de Sant Boi, es evidente que está ocasionando atascos históricos y transformando el humor de los habitantes de Sant Boi que dependen de esta arteria para acudir a su puesto de trabajo.

Explican fuentes municipales que la futura autovía podría estrenarse antes del verano de 2026. Nadie duda de las mejoras que conllevará en el futuro para la movilidad del sur del Baix Llobregat. A la vez, nadie duda del deterioro que supone en el presente para la vida de los habitantes de la comarca.
Sin fecha prevista aún para su estreno, esta zona en obras es un verdadero martirio para sus usuarios. Desvíos provisionales, retenciones insoportables y atascos en las horas punta son el pan de cada día de los conductores. Sin alternativas.

El trayecto maldito

El calvario que implica atravesar el carril único de la B-25 no es un caso aislado en la red viaria de las afueras de Barcelona. Conducir hasta el trabajo se ha convertido en una hazaña para los sufridos usuarios de nuestra precaria red de infraestructuras viarias. El trayecto maldito de la B-25, lo llaman algunos. Un recorrido de unos pocos kilómetros, convertido en un punto negro que arrasa con buena parte del sueldo y de la salud de miles de personas.
Sueldo, salud y vidas arruinadas. Un estudio reciente del sindicato UGT denuncia que en 2023 fallecieron 33 personas en Catalunya en desplazamientos laborales; 226 resultaron heridos graves; y 13.802 heridos leves en accidentes de tráfico vinculados al trabajo.

Según indica el secretario de movilidad de UGT Catalunya, Jordi Muñoz, “más de un tercio de las muertes relacionadas con la actividad laboral se producen en los trayectos de ida o vuelta, o en desplazamientos viarios durante la jornada”.

La factura de ir al trabajo

Según los cálculos del sindicato, si se suma el gasto económico desembolsado por los trabajadores para dirigirse a su lugar de trabajo (gasolina, peajes, parkings, mantenimiento del vehículo, tarjeta T-mobilitat) a las horas perdidas en vehículos o transportes públicos, cada empleado gasta cerca de cien euros a la semana en ir a su puesto de trabajo. Es decir, 5.000 euros cada año. ¡5.000 euros! Esa es la factura de ir a nuestro puesto de trabajo.
Según las conclusiones del informe de UGT, esa manera de funcionar tiene un impacto grande en la salud y el bolsillo de los ciudadanos. Unos datos que no registran el despropósito de Rodalies, un servicio en crisis permanente desde hace décadas. “La gente ya no se fía de Renfe. Y eso ha provocado que muchos recurran al vehículo privado para ir a trabajar”, explica Muñoz. “Barcelona está colapsada. Los autobuses, con tanto coche, no pueden cumplir la velocidad comercial”.

-¿Y qué ocurre?
-La gente se va al Metro y también lo colapsa. Barcelona está colapsada.

El tiempo que destinamos a la movilidad laboral puede variar muchísimo. Lo hace en función de nuestras circunstancias, pero también por factores como el estado del transporte público o el acceso a un vehículo privado. Pero las cifras del estudio de UGT hablan por sí solas: los catalanes destinamos de media 4,3 horas semanales en los viajes hacia y desde el lugar de trabajo. Esto es, unas 200 horas al año.

Por si parece poco, en algunos extremos, este cálculo puede llegar más allá de las doce horas semanales desde el Berguedà, el Bages, el Garraf y el Alt Penedès. ¿Qué casos son? Cuando se trata de trabajadores que deben usar a la fuerza un tren de Rodalies para salir de su comarca.

“Doce horas de jornada”

Roberto vive en Calella (El Maresme). Tiene un empleo en una oficina de Barcelona. No le queda otra que ir en Rodalies. Hace diez desplazamientos semanales: Calella-Barcelona, ida y vuelta. “Mi jornada es, en la práctica, de doce horas diarias”, explica. Ocho en la oficina más cuatro en el transporte público. “Si al menos me dejasen teletrabajar algún día… Pero no”, lamenta el joven, que poca vida tiene más allá del trabajo y el transporte. “El fin de semana, descanso”.
El estudio de UGT se titula ‘El coste de ir a trabajar’, y es un jarro de agua fría. Elaborado en base a las encuestas de la Autoritat del Transport Metropolità (ATM) de Barcelona de 2023, apunta que el tiempo que destinan los trabajadores en acudir al trabajo es “una de las cuestiones más olvidadas por parte de las empresas y en el debate público, y esconde un alargamiento de la jornada laboral”.

Según el estudio, quienes viven cerca, y pueden ir caminando a su destino, gastan unos 20 euros a la semana. Pero aquellos que viven lejos y tienen una mala combinación con transporte público pueden alcanzar los 300 euros semanales. “Ello supone un coste agregado de casi 20.000 millones de euros al año, que sale del bolsillo de la clase trabajadora en Catalunya”, denuncia el sindicato.

Reducir la jornada laboral, la implantación del teletrabajo y la compactación de horarios son otras medidas que, según el informe, permitirían reducir el número de desplazamientos que los ciudadanos realizan para llegar a su rumbo, así como disminuir los costes sociales y personales. III

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