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Víctimas invisibles

Por Joan Barrera, Síndic de Greuges de Cornellà

miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h

En la defensa de un derecho siempre hay una apuesta de futuro. La inmediatez colapsa el día a día, pero nunca hay que perder la perspectiva. Es importante esta doble referencia. Y lo es más cuando se trata de la defensa de los derechos de las víctimas invisibles de la crisis. Tomo prestada la definición al referirme a los efectos del descalabro social en la infancia y la adolescencia de nuestras ciudades.

Hace unas semanas, coincidiendo con la Setmana de la Dignitat que promueve el Ayuntamiento de Cornellà, asistí a la presentación de un informe de Unicef sobre la pobreza infantil en Catalunya. Los datos, que caen como un terrible mazazo, corroboran la percepción que tengo como Síndic de Greuges: en Catalunya, hay más de 325.000 personas menores de 18 años por debajo del umbral de la pobreza. Para hacernos una idea de lo que significa esta cifra, me remito a las impresiones que me traslada un responsable académico en un instituto de la ciudad. “Cada vez son más frecuentes los casos de adolescentes que presentan claros síntomas de déficit alimentario: mareos, falta de atención súbita o complicidad entre amigos para compartir el desayuno”.

Me preocupa construir una sociedad sin futuro. Me preocupa que, abrumados por las circunstancias y las urgencias, convirtamos estos casos en un puro trámite estadístico. Las cifras son demoledoras, pero lo es más que a cuenta de la crisis y del empobrecimiento de la sociedad, privemos a los niños y a los jóvenes de las oportunidades a las que tienen derecho. Hay que tomar conciencia y adoptar una actitud crítica. No vale mirar hacia otro lado, esperando que el tiempo amaine. En mi trabajo de Síndic de Greuges de Cornellà lo he explicitado en más de una ocasión. Hay que prestar atención a los más vulnerables, a las víctimas invisibles de la crisis.

Y para contextualizar, me referiré al informe que ha hecho público el Síndic de Greuges de Catalunya sobre ‘El dret al lleure educatiu i a les sortides i colònies escolars’, en el que recuerda que las actividades de ocio en el ámbito escolar son un componente básico de la educación y que, como tal, no pueden quedar afectadas por la política de recortes que aplican las administraciones públicas.

La peor alternativa es perder la esperanza y renunciar al futuro. Suerte que en el empeño por dignificar el día a día de los más vulnerables crecen las complicidades, se moviliza la sociedad civil y desde la administración local se dan pasos para corregir las desigualdades. En Cornellà, por ejemplo, funcionarán durante el mes de agosto dos ‘casals’ para atender a niños en situación de riesgo alimentario. Se dobla una apuesta que comenzó hace un año. Entidades sociales, asociaciones de vecinos, organizaciones humanitarias, ‘esplais’ y la administración local reman en una misma dirección para garantizar una comida saludable al día a niños cuyas familias viven una situación de penuria económica. No es un acto de caridad sino de justicia. Una manera de demostrar que a las víctimas invisibles no se les puede regatear el derecho al futuro.

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