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Arte y literatura sobrenatural

miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Arte y literatura sobrenatural
Muchas novedades han irrumpido este año en las siempre tradicionales Navidades: los empleados públicos no han cobrado la paga y el twittero Papa Benedicto XVI ha sembrado la polémica con la publicación de su libro “La infancia de Jesús”, en el que recuerda que el pesebre no tenía ni buey ni burro y que los Reyes Magos provenían de lejanas tierras, en los límites de Tartessos, una región ubicada en la actual Andalucía.
Unos reyes-filósofos en busca de la verdad que siguieron un cometa, una supernova, conjunciones planetarias o la ocultación del planeta Júpiter por la Luna, fenómenos que constituyen algunas de las teorías plausibles que podrían explicar la naturaleza sobrenatural de la estrella de Belén, la más famosa de la historia y reproducida de forma recurrente a lo largo de los siglos en todas las formas de arte.

El significado de la Navidad en un país eminentemente cristiano como el nuestro, implica mucho más que conmemoraciones sobrenaturales. Supone tiempo libre para compartir
De izquieda a derecha, Santiago Sobrequés, director de Editorial Base, Ferran Aisa, historiador y poeta, y el hospitalense David Aliaga, autor de “Los fantasmas de Dickens”
en familia, con amigos; disfrutar la ilusión de los niños y el despertad de la solidaridad hacia quienes viven momentos duros. Es el espíritu de la Navidad que lo invade todo.

Hace más de dos mil años nació en un pesebre el Niño Jesús. Poco se sabe de sus treinta años de vida ordinaria, aunque el Papa Benedicto XVI alumbre ahora en su libro la infancia de Jesús. Pero de sus tres años de vida pública nos ha quedado abundante doctrina que señala un camino de lucha para dar sentido a nuestras vidas. Un camino que para los cristianos, si perseveran y superan los fallos, nos hace mejores seres, más humanos, tanto en el ámbito personal como en el ciudadano.

Los espíritus de las Navidades pasadas, presentes y futuras
Como digo, el espíritu de la Navidad hace semanas que apareció en nuestras calles en su forma comercial, aunque con este año moderación en el gasto. Pero en esta ocasión es un espíritu especial, porque es el año del bicentenario del nacimiento de Charles Dickens, el genio inglés que ha pasado a la historia de la literatura como uno de los mejores autores de novela social y por ser el autor del archiconocido y sobrenatural “Un cuento de Navidad”. David Aliaga, periodista y escritor de L’Hospitalet, ha publicado en Editorial Base su segundo libro precisamente dedicado al autor de “Oliver Twits” o “David Copperfield”. Un ensayo que aborda la obra de Dickens, pero no desde su faceta de novelista del realismo, sino en la menos conocida de escritor que salpicaba su obra de elementos sobrenaturales, fantasmagóricos…

Casi dos siglos después de haber escrito “Un cuento de Navidad”, el Fantasma de las Navidades Pasadas, el primero de los tres espíritus que se le aparecieron al avaro Ebenezer Scrooge, sigue paseándose por algunas de las almas de los que odian estas fechas para cambiar su forma de pensar. Recordar, como hace el Fantasma a Scrooge, las escenas de nuestro pasado que nos convirtieron en las desagradables personas que en ocasiones somos, en especial para aquellos que sienten aversión hacia la Navidad, puede ser una buena terapia que nos revele, como a Scrooge, el origen del neurótico odio hacia estas fechas.

Scrooge es luego visitado por el Espíritu de la Navidades Presentes, que le muestra la felicidad que hay alrededor de las familias de clase media y también de la pobre familia de su empleado Cratchit, que tiene un hijo enfermo al que cuidar pese a la miseria que Scrooge le paga. El huraño se enternece al ver la felicidad de esa familia. El Espíritu de las Navidades Futuras muestra al personaje de Dickens cómo la gente se alegrará de su futura muerte y de las consecuencias futuras de sus acciones. Scrooge ve entonces
Ceferino Lamelas, cincelando una de sus obras.
su propia tumba antes de despertar y descubrir que es todavía la mañana de Navidad, por lo que aún está a tiempo de cambiar su destino. Scrooge pasa a partir de ese momento a convertirse en un modelo de generosidad y amabilidad. Todo gracias a unos fantasmas… a lo sobrenatural.

Aliaga, que también dirige la revista de letras digital “Arte y ensayo”, publicó su primera novela hace dos años, “50th Yard. El sueño de Bobby Wistle”, en la que narra el conflicto interior de un muchacho de clase obrera que lucha por alcanzar sus sueños en un mundo que invita a la rendición y el acomodo. La de Bobby es la historia de alguien que no está dispuesto a resignarse, a aceptar aquello que se le imponga y que peleará por sus sueños hasta su último aliento. Una pelea vital que en Aliaga arrancó temprano, cuando su abuelo Pedro le puso en sus infantiles manos un libro tras otro hasta despertar en él una pasión por la literatura por la que ahora transita su vida. El autor de L’Hospitalet aborda ahora en “Los fantasmas de Dickens” su primer ensayo de crítica literaria.

Los fantasmas de Dickens en su bicentenario
Dickens tuvo que trabajar en una fábrica de betún para calzado, pegando etiquetas por 6 monedas a la semana. Aunque era un hijo de la clase media, su padre se pasó la vida de deuda en deuda, hasta que por la época en que Dickens comenzó a trabajar, a los 12 años, estaba preso justamente por esa circunstancia: por no pagar sus deudas. La muerte de su hermano a los seis meses de edad, de su hermana menor y de su cuñada marcó la vida del escritor.

Con sólo 24 años de edad, Charles Dickens dio al público lector de toda Inglaterra una obra extraordinaria: “Los papeles póstumos del Club Pickwick”, publicada por entregas mensuales entre 1936 y 1837. Cuando el jovencísimo Dickens entregó las primeras páginas de su primera novela sólo tenía alrededor de 400 lectores. Al cabo de algunos capítulos, en especial cuando entró en la novela el personaje de Samuel Weller, una especie de Sancho Panza, siendo el señor Pickwick una especie de Don Quijote; las ventas se dispararon hasta los 40.000 lectores. Pero Dickens no solo tuvo el acierto de encontrar a estos personajes, sino también acertó a la hora de elegir un ilustrador a la altura de su obra. Pero antes tuvo que ocurrir algo sobrenatural.

El editor impuso a Dickens un dibujante, un tal Seymour, que hacía su santa voluntad y dibujaba lo que él quería y Dickens tenía que poner texto a sus dibujos. Dickens no estaba en nada de acuerdo con este procedimiento y tuvo la suerte, digámoslo así, de que el dibujante se suicidó a la quinta entrega de “Los papeles póstumos del Club Pickwick”. El novelista buscó entonces otro ilustrador, H. K. Browne, pero que firmaba con el apodo Phiz. A partir de ese encuentro creativo, que duró mucho tiempo, porque Phiz siguió ilustrando sus obras, todo fue como una seda, porque era Dickens quien escribía lo que quería y luego el ilustrador ponía el dibujo correspondiente. Algo de lo más natural, pese al desmentido aforismo
Juanjo Garbizu, montañero y autor de “Monterapia”, de Editorial Diëresis
de que una imagen vale más que mil palabras, cuando el lenguaje, si está bien usado, es infalible. Un lenguaje, todo hay que decirlo, que resulta sobrenatural y que nos distingue a los seres humanos del resto de animales.

Ceferino Lamelas, escultor en El Vaticano
Ceferino Lamelas es un escultor de 79 años de edad, discípulo de Frederic Marés, que ha trabajado, entre otros, para Josep María Subirachs. Uno de los momentos más felices de la vida de este vecino de Torrelles sucedió el pasado 20 de junio, cuando el Papa Benedicto XVI recibió una obra suya en una audiencia oficial en El Vaticano, de manos del lotero Xavier Gabriel. El famoso propietario de La Buixa d’Or entregó al Papa una escultura del Niño Jesús y la Virgen, obra de Lamelas. Desde entonces, el escultor de Torrelles no cabe en sí mismo, puesto que tiene una obra suya nada menos que en El Vaticano, junto a su idolatrado Miguel Ángel. Un acontecimiento sobrenatural o, como mínimo, rocambolesco. Veamos…
Ceferino sobrevivió a una grave dolencia cardiaca y, según confiesa, esculpió un Niño Jesús con la Virgen inspirado de una profunda “espiritualidad”. Poco después leyó un libro del mayor lotero de España, Xavier Gabriel, experto en márqueting, publicidad e innovación que ha conseguido ser pionero en la venta de lotería por Internet y en la comercialización de los deportes de aventura. Actualmente, Gabriel es socio fundador de la empresa de turismo espacial Virgin-Galactic y su próximo sueño es ser el primer turista español que viaje al espacio. Otra de las ilusiones de Gabriel, ahora culminada, era visitar al Papa.

Ceferino escribió una carta al lotero ofreciendo su escultura para que la llevara al Papa. Ipso facto, Gabriel se presentó en casa del escultor y uno de los responsables de Seur se llevó la escultura en su vehículo particular, rumbo a El Vaticano. Ahora Ceferino, que no podía viajar por su dolencia cardíaca, atesora unas fotografías que testimonian que el Papa Benedicto XVI recibió a Xavier Gabriel en audiencia oficial. En algunas de esas imágenes se puede ver la escultura de Ceferino, que el lotero llevó al Papa de regalo.

A los 14 años, Ceferino comenzó a trabajar de tallista de madera en un taller de la plaza Rovira de Barcelona, y dos años más tarde, cambió de oficio para especializarse de picapedrero y marmolista en arte funerario. A la misma edad, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios, donde tuvo como profesores a Frederic Marés, Monjo, Miret y Barba Salazar, que dejaron en él su impronta artística. A los 26 años se independizó y se dedicó a elaborar obras de arte religioso y funerario hasta los 65 años, cuando se jubila. Pero Ceferino no ha dejado de trabajar, ahora en el taller que tiene en su casa, presidida por un gigantesco atleta tumbado de cuatro metros de longitud y un peso aproximado de siete toneladas.

Una de cal y otra de arena. Ceferino tiene obra en El Vaticano, pero no es rico. Como era autónomo, cotizó por la base reguladora más baja y le quedó una exigua pensión con la que vive con su esposa. Pero ahí no queda todo: el escultor ha tenido que afrontar en los últimos años el pago de una hipoteca de un cuñado suyo que estaba en paro y amenazado de desahucio. Ahora, el cuñado ya ha cumplido los 65 años y ha empezado a cobrar una pensión, pero Ceferino se ha quedado con los ahorros a cero y se ve obligado a vender una colección de esculturas, desde el gigantesco atleta en piedra arenisca de la clausurada cantera de Montjuïc, a un busto de Beethoven y otro del “Avi Macià”, una docena de obras, todas en mármol de Italia, piedra de Figueres o calizas y con precios que van de los 2.000 euros de un Sant Jordi a los 18.000 de la titulada Niña del Tobogán, un
Dogny Abreu, escultor que expone su última obra en Sant Just Desvern
mármol de casi un metro de altura ideal para colocar en una fuente o piscina. Los interesados en sus esculturas, pueden llamar al 936891093.

Exposición de Dogny en Sant Just Desvern
También empezó como tallista de madera en su Cuba natal el escultor Dogny Abreu, cuya obra puede admirarse hasta el 10 de enero en la sala L’Estàtera de Sant Just Desvern (Pza. Parador, 3). Se trata de una muestra de escultura y pintura bajo el título “Alegories” que en opinión de Ricard Camprodon transmite “su alegria de vivir: junto a logradas piezas de raíz figurativa, con su particular “toque” personal, abundan en otras que nos muestran su fuga hacia universos imaginarios, hacia mundos que propician todos los alardes de la pura creación, piezas que proclaman su anhelo de libertad imaginativa y que, a la vez, satisfacen ampliamente cualquier sensibilidad plástica”.

La de Dogny es una colección en la que este artista de la naturaleza muestra su evolución desde que empezara a tallar a los ocho años de edad cortezas y raíces armado de un simple cuchillo para crear amuletos, collares y pequeñas esculturas que acababa vendiéndolas en las puertas de los hoteles cubanos. Hombre de campo, de Sierra Cubitas, provincia de Camagüey, sus obras transpiran lo sobrenatural de una formación autodidáctica.

En el año 2005, Dogny llega a Barcelona con 29 años de edad, se instala en Sant Just Desvern y pronto encuentra un taller donde, cubierto de polvo, termina sus jornadas de trabajo dando vida a la madera, piedra y mármol. Su obra se puede encontrar en colecciones privadas en Holanda, Alemania, Italia, España, México, Puerto Rico, Cuba y EEUU.

Por su amor a la tarea ardua, Dogny Abreu podría considerarse descendiente directo de los artesanos aztecas o egipcios; transforma la madera, piedra o mármol en obras vivientes y líricas. Elementos que adquieren, tras pasar por sus manos, una segunda vida sobrenatural convertidos en obras de arte.

En las cimas del conócete a ti mismo
Otro libro que parte de la naturaleza para adentrarnos en lo que tiene de sobrenatural el aforismo griego del Templo de Delfos “Conócete a ti mismo”, es “Monterapia”, del montañero Juanjo Garbizu. En este libro, y a través de sus propias experiencias en cimas como el Kilimanjaro o el Aconcagua, su autor transporta al lector a las altas cumbres donde las prioridades cambian y se suceden vivencias inolvidables, al tiempo que se conocen situaciones en las que conceptos como materialismo y competitividad se relativizan, ofreciendo enseñanzas para llevar siempre consigo en la mochila de la vida.

A lo largo de sus doce capítulos, Garbizu reflexiona sobre los problemas de la vida diaria y las relaciona con la experiencia en la montaña, la montaña como aprendizaje. Desde los picos del continente africano o la India, sin olvidarse de los montes que rodean su Donostia natal, porque como él subraya en este el libro “el tamaño no importa”; Garbizu reflexiona sobre el estrés, nuestra dependencia de las nuevas tecnologías, la soledad, y la necesidad de estar permanentemente conectados, lo beneficioso de la montaña en la educación de los hijos o la montaña como “coach” personal.

Pero Monterapia es también un lúcido libro que nos anima a aficionarnos a esta actividad, a buscar la solución a los problemas que nos agobian en las cimas más cercanas a nuestra casa, pulmones verdes en los que poder desconectar rápidamente y relajarnos, con prácticos consejos sobre el material que debemos llevarnos en nuestras excursiones o cómo enfrentarnos a la ascensión. Para ir a estos parques montañosos bastan unas deportivas y poco más. En definitiva, un libro de montaña, de viajes y de conocimiento personal, para aficionados a la montaña y a los que no lo son tanto pero buscan un respiro, que ayude a reflexionar sobre nuestras necesidades al tiempo que acompaña por impresionantes parajes, desde el Tibet hasta África, pasando por los picos más altos de Europa o los montes más modestos y cercanos a nuestras casas.

Confío en que la lectura de “Monterapia” opere el mismo resultado que ha hecho conmigo y les haga caer a en la irresistible tentación de ponerse las botas para acabar el libro en el monte más cercano. Sirve cualquiera, incluso Collserola, porque Garbizu asegura que no ha escrito ningún tratado de montañismo de élite, ni de liderazgo o «coaching». Porque las montañas no se miden por su altura, sino por la satisfacción que proporciona a quien realiza ese mínimo viaje por el tiempo y la naturaleza que supone adentrarse en ellas. Pasear por las páginas de Monterapia también supone un garbeo por el interior de uno mismo a través de los puentes que su autor reconstruye entre los valores del montañismo y de la vida cotidiana. Porque los excursionistas son expertos en austeridad, sencillez y superación de los propios límites. Buena terapia para estos tiempos. ||
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