El don
martes 21 de octubre de 2014, 21:55h
De muchos para hablar en público es innato o se adquiere mediante técnicas. Los públicos actuales, “americanizados” en sus gustos, desdeñan a líderes que se expresan mal o que no “sienten” lo dicho.
Iglesias, Ada Colau, Albert Rivera: están en una línea de clara calidad expositiva. ¿Y los demás? Ya no convencen; son casta decadente. ¿Vds, le comprarían algo a Susana Díaz o a Pedro Sánchez?, tan listos que no supieron de la corrupción en su partido. Tampoco Cayo Lara, “out”; Urkullu: el vasco es un líder a lo Rajoy, callo y paso el día entre intrigas. No valen para el porvenir. En el foco catalán: Mas, un macho alfa, talla media y más apuesto que el mendaz Pujol, pero de flojo discurso -ni con sudor en las axilas- en sus mítines para levantar la moral. Solo confusa oratoria ante su pulso con la ley. Gobernar no es hablar. La ruina no se va con palabras. Ni con prensa devota que calla lo negativo, sea un primo depredador gay asesinado en Nigeria o una herencia en Liechtenstein.
Mas tiene su equipo de asesores y dispone en el maletero del Audi blindado de ropa de repuesto zapatos “maquillaje” y cintas de discursos de Churchill a de Gaulle. Su deseo de perfección le lleva en Londres a ir al “speak corner” donde excéntricos peroran incansables. Mas y Junqueras se entrenan para hacerse la foto detenidos por la Guardia Civil. Serían felices.
Esto no es teatro épico, ni los juegos florales de Corea del Norte, moviendo masas en calles y estadios. Lo de Cataluña (España tiene que ver con los divorcios ruinosos y con las muertes de mujeres, record desde hace años, el separarse resulta letal para las clases populares y medias); menos sobreactuar y considerar seriamente el grave asunto del divorcio que hace que ya muchas ex parejas no levanten su economía nunca más.
La frivolidad sobra en asuntos graves y el don de hablar se tiene o no; pero, en cualquier caso, no abusar de él para no crispar al ciudadano en crisis, molesto con el show del desacato sin alternativa.