Los Moliner y Salvados
martes 20 de enero de 2015, 22:01h
En plenas fiestas navideñas el amigo Évole nos sorprendió con un reality de proximidad, nada menos que con el secretario general del PSOE y una familia que presentaba como de Nou Barris pero que en realidad es de l’Hospitalet de toda la vida. Era el segundo intento de confrontar a un político de primera línea con una realidad más bien adversa, en un juego crítico destinado a mostrar cómo se mueven los dirigentes en un ambiente hostil pero cordial.
Lo hizo Junqueras en Sevilla defendiendo la independencia de Catalunya y lo hizo Sánchez en Barcelona ante ex votantes del PSOE pretendidamente hastiados de la doblez de ese partido. Debo decir que vi los dos programas y saqué una primera conclusión: que los dirigentes pierden mucho en la distancia corta, donde el diálogo se centra en preocupaciones concretas y en impresiones generales y el teatro se basa en la improvisación. Para decirlo más llanamente: se notó que Junqueras estaba incómodamente perdido y Sánchez, incómodamente desconcertado. Quizás el programa de Évole busque eso: descolocar. Si lo pretende, lo consiguió, porque descolocó a los políticos, tengo la impresión de que también, en buena medida, a las familias y quizás a los espectadores. A mí por lo menos.
Todos cuantos nos hemos movido en el ámbito de la comunicación o de la política en l’Hospitalet conocemos a la familia Moliner o por lo menos al pater familias, Eloi. Tengo entendido que fue ‘cenetista’ antes de ser militante socialista y responsable del Patronato de Deportes durante los primeros años de los ayuntamientos democráticos, en una deriva que no fue nada extraña en aquellos años. Anarquistas, trotskistas (POUM y demás), comunistas recalcitrantes (PT; PC-ml), socialdemócratas y cristianos diversos, fueron abandonando paulatinamente militancias y fidelidades, a medida que el PSC-PSOE iba ganando autoridad, adeptos, elecciones y poder. Una vez convertidos al socialismo arrasador, se destacaron por una ardiente beligerancia contra todos los críticos que se topaban en el camino, con mayor empeño según su posición en la pirámide de poder.
No tengo porque dudar de que esa pasión socialista proviniera directamente de la convicción y no del sentido de la oportunidad. Pero el sentido de la oportunidad, a muchos les fue muy bien en aquellos años. Lo dicho. La familia Moliner siempre ha sido de l’Hospitalet por mucho que Xaloc Moliner, el hijo —que se desenvolvió con eficacia durante el programa— tenga un piso en Nou Barris (donde se hizo buena parte de la grabación), y sean conocidas en l’Hospitalet, su madre Sión, su hermana Brisa y también la otra Brisa que aparecía en el programa, Brisa Luque, hija de un buen amigo mío. (Y llamada así, precisamente por Brisa Moliner, casualidades de la vida…)
La política tiene muchísimo de teatro ensayado y el programa del Évole, bastante de teatro improvisado, sobre todo cuando ensaya con los políticos de altura. Y como la televisión también es teatro, este Salvados de Nou Barris fabricó la familia, el escenario y también los figurantes, porque se trataba de poner en escena a unos socialistas anónimos, más bien de clase obrera, cabreados con su partido de siempre para poner en un brete, ligero y soportable, a un secretario general de cartón piedra. No me imagino a Felipe González haciendo el paripé, ni a Alfonso Guerra recibiendo a Jordi Évole para hacer un programa de televisión con millones de espectadores a sus espaldas, en el que se vieran las entretelas más crudas del potencial presidente del gobierno. A Felipe González se le ha ido enfriando la mirada con el tiempo, pero incluso cuando sonreía en la Transición, traslucía una mirada torva, nada que ver con la pícara melifluosidad del actual secretario.
Ni tampoco me imagino al Eloi que yo conocía, diciéndole a Felipe González lo que le dijo a Pedro Sánchez. Reconozco que mi amigo Eloi —remedando el soniquete de Paco Marhuenda— ha cambiado mucho. Tengo por cierto que ya no le gusta este PSC porque coincidí con él en alguna tertulia televisiva y le vi muy crítico, y sé que relativiza, porque la edad nos hace relativizar a todos. Pero de ahí a cumplir con el aroma que Évole quería dar a su programa hay una distancia.
Sin tópicos
Pese a las apariencias, esta no es una familia de socialistas tópicos, de gente que se obnubiló por el encanto de Felipe y que luego se desencantó con Zapatero, sin saber muy bien por qué. Ha habido socialistas que vieron el poder de lejos y que no podían ser conscientes de hasta que punto estaba pútrido el sistema. Pero ha habido muchos socialistas que se han movido durante años por las sentinas del poder y han tenido que oler el aire viciado de la corrupción. Ahora no vale decir que nos han decepcionado mucho, mientras nos hemos ido aprovechando mal que bien, de los años de plenitud.
Por eso me descolocó Salvados. Porque saqué la triste impresión de que algunos conocíamos más el ambiente donde se desarrollaba aquella acción que los propios impulsores del programa en cuestión y porque en aquel baile de desconciertos, el más desconcertante de todos resultaba ser el secretario general a quien nadie debió informar nada de nada. Ni la señora Marín, la alcaldesa, ni el señor Corbacho, el exministro, ni el señor Iceta, el primer secretario, debieron considerar importante decirle al señor Sánchez que ni la familia Moliner era de Nou Barris, ni era una familia tópica, ni por tanto, un clan decepcionado en la última hornada.
En esos ámbitos, los síntomas de la decepción suelen ir más pegados a la operatividad, a la detentación del poder, a los naufragios personales, al aliento de las urnas… III