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Espero equivocarme

Por X. Pérez Llorca
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
¿Que sintió Vd. al ver en televisión las imágenes del ex presidente egipcio, Mubarak?: enfermo, postrado en una camilla, enjaulado; llevado, de esa guisa, ante el tribunal que lo está juzgando entre otros cargos, por su responsabilidad en las muertes de la Plaza Tahrir.
A mí, me pareció penoso; una demostración de malas practicas democráticas por parte de nuevos gobernantes que juzgan a los anteriores, utilizando las mismas ó peores formas, que las que les atribuyen a los procesados.

La prensa española, mayoritariamente, se apresuró a tildar de dictador a Mubarak y a reconocer como demócratas a quienes ocuparon la Plaza Tahrir. Antes ya se había producido esta simplificación del problema, al dar cobertura informativa a los sucesos de Túnez, que acabaron con el régimen de Ben Alí.

La democracia nunca llegó a ningún país a partir de un movimiento espontáneo de la población. Ni en Europa ni en America. Nunca. La democratización de una sociedad obedece a procesos complejos, socio-económicos, madurados en el tiempo é impulsados por fuerzas sociales reconocidas. Ciertamente, llega el día del punto final, de la victoria; pero ese día nunca surge de la nada, ni carece de paternidad. Twitter y Facebook, no dan para tanto.

Me parece absurdo mostrar simpatía, hacia cualquier proceso que tienda a derrocar el gobierno establecido. Salvo que el simpatizante sea anarquista. Cualquier sistema político, requiere organización. Desde la anarquía nunca se ha podido gobernar una sociedad. Históricamente todo proceso revolucionario termina siendo capitaneado por la fracción mejor organizada del movimiento; así viene siendo desde la Revolución Francesa hasta la Cuba de Fidel, pasando por la China de Mao ó la revolución bolchevique en Rusia.

¿Qué clase media existe en Egipto, Libia ó Túnez que permita pensar en la consolidación de un régimen democrático?.

Tenemos presentes los antecedentes de Afganistan é Irak, territorios en los que la apariencia democrática se sostiene por la presencia de decenas de miles de soldados occidentales. Parece más que previsible que, tras la retirada de las fuerzas militares de occidente, los dos países quedaran sumergidos en la anarquía ó en nuevas dictaduras … teocráticas. El Irak del Partido Árabe Socialista (Baaz), aun bajo la dictadura de Saddam Hussein, ofrecía más prosperidad a su país, más estado laico y más estabilidad a Occidente, que el Irak convulso del presente (http://www.elllobregat.com/noticia/8766/Iraq-entre-la-guerra-i-la-modernitzacio.html).

Los países occidentales en los últimos veinte años, con sus desaciertos estratégicos, han contribuido a la involución social del mundo árabe. Un cataclismo equiparable al que supuso la caída del Imperio Otomano tras su derrota en la Primera Guerra Mundial.

Probablemente Mubarak fuese un dictador. Pero ha sido un gobernante que durante treinta años contribuyó a pacificar Oriente Medio. Y siendo mínimamente justos, habrá que recordar porqué llego al poder: en 1981, el entonces presidente de Egipto, Anuar el Sadat, fue asesinado por integristas musulmanes mientras asistía a un desfile militar. Durante el tiempo transcurrido desde entonces, el régimen de Mubarak, ha ilegalizado y reprimido a los grupos integristas. Hoy los Hermanos Musulmanes (activitas destacados en la revuelta que acabó con Mubarak) piden públicamente que Mubarak sea condenado y decapitado.

Los meses pasan y las expectativas populares en Túnez y Egipto, no tienen respuestas positivas; ¿en base a qué era razonable pensar que tras la caída de Ben Alí, los tunecinos vivirían mejor?. El desorden, las revueltas, conllevaron la drástica reducción de los ingresos por turismo, principal fuente de riqueza de Túnez y Egipto. Este hecho es dramático, no tan solo por los catastróficos efectos que supone para las economías de los países del norte de África, lo es también en tanto que el sector turístico constituye el principal puente cultural entre Occidente y el mundo árabe: los profesionales árabes vinculados al turismo constituyen una minoría alejada del control del integrismo islámico. No en balde, los islamistas, tradicionalmente han atentado contra intereses turísticos que identifican como un elemento contaminante de la sociedad arcaica que aspiran a reconstruir y dirigir.

Sin base objetiva alguna para confiar en que la situación económica mejore a corto plazo en Túnez, Libia y Egipto; sin garantías de mayor estabilidad política, ¿Qué pasará si se llega a convocar elecciones?. Con elecciones ó sin ellas, lo previsible es que ocurra lo que históricamente ha sucedido en procesos similares: que la fracción mejor organizada y con mayor penetración popular, se hará con el poder; y esa fracción en el norte de África, es el integrismo islámico.

Si eso ocurre, la perspectiva es de menos democracia, menos progreso, en todo el norte de África, y mayores riesgos para Europa.

Por todo lo dicho, ni comparto ni comprendo la posición adoptada por los gobiernos de Europa y EEUU ante las revueltas de estos últimos meses y sinceramente, quiero pensar que me falta información y por ello mi análisis está equivocado.

Xavier Pérez Llorca.

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