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Las huelgas de maquinistas y controladores

Por X. Pérez Llorca
miércoles 26 de enero de 2011, 17:11h
Todos creemos saber lo que es una huelga, pero leído lo escrito esta semana, queda en evidencia lo contrario:
Hoy toca huelga de celo de maquinistas de RENFE; semanas atrás fueron los controladores aéreos los que forzaron el colapso de los aeropuertos españoles. Leo, y escucho por radio, opiniones reiterativas que se convierten en comunes: “no hay derecho a que escojan siempre los días de mayor transito”; “siempre coincide la huelga con vacaciones”; “podían escoger otras fechas que no perjudicaran tanto”; “se quejan los que más cobran”; “no han cumplido la Ley”… Opiniones del ciudadano de a pie, pero también de los tertulianos y comunicadores. Opiniones que evidencian que en nuestra sociedad no se tiene muy claro lo que es una huelga:

En el siglo XIX, con el desarrollo de las sociedades industrializadas, las organizaciones de trabajadores encontraron un mecanismo eficaz para forzar negociaciones sobre la mejora de sus condiciones laborales: dejar de trabajar; ponerse en huelga de trabajo. Es la época en que las relaciones laborales, las leyes, la sociedad, la Historia, se concibió desde una dicotomía: trabajo y capital. Utilizando una expresión del abogado y pensador marxista italiano, Lelio Basso: “la Ley es la expresión coyuntural y contradictoria de la lucha de clases”. Desde esa filosofía, la huelga es la herramienta que utiliza la clase trabajadora para coaccionar al capital y forzar una negociación favorable.

Y esta herramienta es tanto más eficaz, cuanto más daño pueda llegar a producir. Por lo tanto el huelguista eficiente tendrá que elegir siempre el momento en que su trabajo sea más necesario: si una huelga de RENFE se convocase entre las doce de la noche y la cinco de la mañana, no sería un problema para casi nadie. Y si no es un problema para nadie, pierde su utilidad, su efecto de coacción.

¿Por qué los controladores aéreos cobran mucho más que miles de universitarios mejor cualificados que ellos?: por su función, por la imposibilidad de sustituirlos de un día para otro. Por la misma razón que a finales del siglo XIX ó primeros del XX, eran los sindicatos ferroviarios los más potentes y sus trabajadores los mejor pagados. Cobra más no el que más ó mejor trabaja, si no aquel que, por la razón que sea, ha pasado a ser imprescindible.

Con la reinstauración democrática en España, se dispuso una normativa de mínimos para regular la huelga (RD 17/1977); pero no se quiso aprobar una Ley de Huelga (al igual que han decidido otras muchos democracias); el legislador debió pensar que el “derecho huelga”, más que un derecho, era el arma de la clase trabajadora. Y las armas es sabido que las carga el Diablo; y para ser eficaces, cuanto menos se regulen, mejor.

Todo lo dicho viene a cuento para la siguiente conclusión: las huelgas que tanto nos irritan y comentamos, son consecuencia lógica de nuestra Historia, y de un concepto decimonónico de las relaciones laborales. Si el correcto funcionamiento de algunas infraestructuras depende de la plena actividad de pequeños colectivos de trabajadores, tenemos un problema; y los gobernantes del país una tarea: eviten monopolios, diversifiquen los servicios, privaticen, contraten más controladores ó maquinistas, a compañías diferentes, eviten reconocer como interlocutores preferentes a sindicatos gremiales, no negocien parches para la demanda de hoy, procuren convertir en sustituibles a quienes hoy son imprescindibles. La sociedad digital, ya no es la industrial del siglo XIX, el mercado laboral tampoco: la huelga, haya sido históricamente un derecho ó un arma, es hoy un anacronismo que todo gestor moderno tendría que saber evitar; a la par que el legislador se atreviese a legislar, superando presupuestos marxistas hoy ya obsoletos.

X. Pérez Llorca.
Abogado y editor de EL LLOBREGAT.

Artículo publicado el 26 de Enero de 2011
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