Estoy pensando en las sospechas que se han lanzado, en forma de filtraciones, justo antes de las elecciones generales de este domingo. La más sonada, las conversaciones entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el jefe de la Oficina Antifraude de Catalunya, Daniel de Alfonso, y que han propiciado reacciones de todo tipo, también entre los convergentes de L’Hospitalet.
A nivel local, algunos también han querido recordarnos que la concejala hospitalense y número tres en la lista al Congreso por Barcelona, Mercè Perea Conillas, se halla imputada por cinco presuntos delitos contra la Hacienda pública a raíz de “una discusión familiar por una herencia, que nada tiene que ver con el desempeño de su actividad pública”, según han reconocido fuentes del PSC a El Confidencial Digital.
Y puestos a lanzar más pólvora, algunos ya nos han advertido que el presidente del club de fútbol de L’Hospitalet elegido este lunes, Santiago Ballesté, ha incluido en su equipo de confianza a Biel Cerdà, “el expresidente más odiado de la historia del mallorquinismo”.
No me extraña que algunos hayan acabado hartos de tanta propaganda, fuegos artificiales y humo. Por eso no voy a hablar ni comentar los resultados electorales, que cada uno interpretará como le convenga y que, en nuestro municipio, se hallan disponibles en la página web www.l-h.cat. Por eso lanzo una invitación a dejar de lado campañas y jornadas electorales y sumergirse en el silencio y la contemplación. Salvando las distancias con Gran Bretaña, es la hora de L’Hexit local.
Una colección de la familia Bassat
Esta semana se ha inaugurado en el Centre d’Art Tecla Sala una parte de los cuadros y esculturas que Lluís Bassat y su mujer Carmen han ido comprando con el paso de los años con un único criterio como referencia: el corazón. “No hemos comprado en función de un plan premeditado, si nos faltaba tal o cual autor, sino si nos agradaba y si lo podíamos comprar. Hemos comprado cuando nos hemos enamorado de un cuadro”, explicaba el reconocido publicista y presidente de la Fundació Carmen & Lluís Bassat este miércoles en la presentación a los medios.
La colección que se expone en el Centro de Arte de L’Hospitalet incluye unas 200 obras de pintura y más de 50 esculturas realizadas entre 1940 y 1979 fundamentalmente por artistas catalanes, aunque también figuran otros nombres internacionales. No en vano, Bassat considera que su patrimonio artístico, expuesto en la Nave Gaudí de Mataró, podría encajar perfectamente en un gran tercer museo de cultura catalana contemporánea, a caballo entre el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) y el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA). O en un ambicioso museo ubicado en L’Hospitalet que dote de contenido al no menos ambicioso Distrito Cultural, digo yo. Pero no nos perdamos de nuevo en la política, aunque sea cultural.
De la oscuridad del franquismo a la libertad de la democracia
Las obras expuestas, recuerdo, datan de 1940 a 1979, es decir, son cuadros y esculturas realizadas por personas que vivieron bajo el franquismo y los primeros años de la democracia. Y se nota. Por ejemplo, la mayoría de las 21 obras expuestas de Joan Brotat (1920-1990), instaladas al inicio de la exposición, muestran figuras oscuras, rígidas y tristes, como sometidas al peso de una realidad inexorable. No parece casualidad que uno de los cuadros se titule “Afligido” y muestre un hombre vestido de gris, con la cabeza inclinada, los ojos cerrados y los dientes apretados. Ni sorprende que haya doce cuadros pequeños dibujados en 1954 que representen las “pasiones”, ese término tan utilizado por la vieja moral. Lo que más me impresiona de Brotat, no obstante, son sus mujeres. Miran de frente al espectador y transmiten una gran tristeza. Me fijo además que las ha pintado en parejas, y que cada miembro del par es prácticamente igual al otro. ¿Las mujeres son todas iguales? Tampoco hay escotes ni se marcan los pechos. ¿Con el pecado hemos topado?
Giro a la izquierda y entro en la sala donde abundan las piezas de Josep Guinovart (1927-2007), hasta 32 según los organizadores. Sus primeras obras también son oscuras, pero encuentro un pecho pintado en 1957. También ha dibujado un torero en 1954 y un remake de “La rendición de Breda” de El Greco en 1978, pero el gran salto, la gran diferencia, es que abandona el arte figurativo para sumergirse en el mundo abstracto. Me encuentro con cuadros realizados con materiales diversos, como “Tierra y máscara” (1975) o “Rastrojo y trigo” (1978). Incluso detecto algo de surrealismo en “El ojo y la luna” (1975). Ah, sí, en esta sala se respira más libertad, más ganas de experimentar, menos miedo al qué dirán… ¿También más confusión?
Avanzando en el recorrido asisto a ingentes explosiones de creatividad no siempre fáciles de asimilar. Así, pueden encontrarse algunas obras de Alexander Calder, Karel Appel, Antoni Saura, Fernand Léger, Joan Miró, Jorge de Oteiza, Eduardo Chillida, etc. Lluís Bassat nos regala algunas pistas, como que un artista posee la “capacidad de proyectar el futuro”, en alusión a las figuras realizadas por Joan Ponç para el ballet de Antonio Gades en 1965, que “bien podrían servir para los artistas del Circo del Sol”, ejemplifica.
Bassat ama tanto el arte que se atreve a expresar en público algo que todos hemos oído más de una vez a nuestros amigos y familiares. Delante de las “Figuras” realizadas por Josep Maria de Sucre entre 1960 y 1969, explica sin tapujos: “Hay dibujos que parece que podría hacerlos cualquier niño. Pero no es tan fácil. Mis hijos lo han intentado y no consiguen expresar ese dramatismo”.
Entre la experimentación y la denuncia
Sigo paseando entre obras de Antoni Tapies, Joan Josep Tharrats, Antoni Clavé, Albert Ràfols- Casamada, Joan Vilacasas, Joan Hernández-Pijuan, un Picasso, Joan Pere Viladecans, PereColl… Cansada de tanta abstracción, la obra de Francesc Artigau (1940-) me aporta cierta orientación. Las obras expuestas anuncian la llegada de otra tendencia. Mucho color, mucho arte pop y mucha crítica al capitalismo que se avecina en los tiempos del tardofranquismo. Me gusta el “Mostrador” de 1971 donde ha colocado estanterías de latas de refrescos, ¿máquinas expendedoras de hoy día? Me gusta la mujer en bikini tostándose al sol encima de un horno y que me recuerda la obsesión por estar moreno y apetitoso hoy en día. Y me intriga un montón esa mujer desnuda que emerge de un montón de basura. Es el “Nacimiento de Venus” de 1973. ¿Empieza el destape? ¿Es la mujer un valor a rescatar de la cultura machista y patriarcal que nos precedía? Todo entre interrogantes, ante las advertencias del autor, quien también ha acudido a la muestra: “Yo soy un poco racional, pero sí que se te escapan cosas. Hay mucha parte inconsciente que no se puede verbalizar y que luego la gente interpreta”.
Sigo avanzando entre obras de Xavier Serra de Rivera, que juega con “Las Meninas” del gran Velázquez, me encanta cómo Gerard Sala me hace volar con sus cuadros que emulan al viento y me topo con el poco arte de denuncia política que han coleccionado el matrimonio Bassat. Me hace gracia la ironía de Rafael Armengol en “La matanza del puerco” de 1979, donde una piara de cerdos desciende por las escaleras del Congreso. Que cada uno piense lo que quiera. Yo sólo sé que podría seguir y seguir y seguir, ahondando en pequeños detalles, hasta que cerraran el Tecla Sala –que de hecho debería estar cerrado ya, pero los guardianes del arte han hecho el favor de esperarme-.
La exposición termina con unas esculturas de Carlos Martín, más conocido como el Maño, y un cuadro de José María Yturralde. Una obra del primero se titula “¡Te estoy esperando!”; y la del segundo, “Rayo de colores”. Me parece que sintetizan a la perfección el grito que subyace en la Col·lecció Bassat 1940-1979: ¡Ven, que no hace falta entenderlo todo para disfrutar de los colores! Ven, para conocer mejor un pedazo de nuestra historia, a caballo entre la represión y la libertad democrática, lo figurativo y lo abstracto, expresada por los hombres –no recuerdo ningún nombre femenino, ups- que la vivieron en primera persona. Hasta el 2 de octubre, gratis.