El resultado de las pasadas elecciones al Parlament ha dejado en Catalunya un escenario de máxima preocupación: la mitad de la población votó a favor de la independencia y la otra mitad por diferentes opciones.
Pero en cada uno de los frentes, la pluralidad y la diversidad es más que evidente. Nos encontramos ante una situación en la que las emociones y los sentimientos han generado que una gran parte de la sociedad catalana haya acabado votando opciones políticas que poco tienen que ver con sus necesidades e intereses reales. Ha sido un voto más emocional que racional.
Las continuas convocatorias electorales están provocando cierto hartazgo entre una población más que castigada por los continuos recortes y la crisis económica que venimos padeciendo estos últimos años. Sin embargo, la convocatoria de elecciones generales del próximo 20 de diciembre abre la posibilidad de desencallar la más que cuestionada posición inmovilista que en el asunto catalán viene manteniendo el Partido Popular. La respuesta de Rajoy a la crisis catalana no sólo ha sido decepcionante sino que es la verdadera causante de la actual situación política que vivimos en Catalunya. Ante la ineficacia de la gestión en la mejora de los servicios públicos, recortes en derechos sociales y políticas que favorecen la desigualdad y la fractura social, el PP ha levantado una cortina de humo irresponsable, trasladando el debate entre políticas sociales y liberales, tradicional eje izquierda derecha, a la generación de crispación en el eje territorial y creando un conflicto que se nos puede ir de las manos a todos.
El cambio en el gobierno español es más que nunca imprescindible para poder iniciar una nueva etapa de diálogo y consenso. Para ello los socialistas contamos con un proyecto sólido, de justicia social y de equidad territorial. Apostamos por tender puentes, por el acuerdo y el diálogo para mejorar la convivencia y la cohesión, con un discurso político renovado y una voluntad decidida de llevar adelante reformas sin rupturas. III