Amador Rosas tiene 78 años. Llegó a Cornellà con 22 procedente de Santiago de Compostela y sigue viviendo en esa ciudad, donde fue concejal 12 años, primero por Alianza Popular y después por el Partido Popular, en los años de esplendor socialista, cuando esta fuerza política apenas tenía representación en los ayuntamientos de la comarca.
El exconcejal acepta de buen grado la propuesta de EL LLOBREGAT para conversar en esta serie y acude a la cita unos minutos antes de lo previsto al Ayuntamiento de Cornellà, donde espera charlando con los funcionarios. De 1983 a 1987 fue el único edil que logró la extinta AP, en las elecciones municipales de 1987 no salió elegido por la irrupción del CDS de Adolfo Suárez y en 1991 regresó de nuevo al consistorio, ya bajo las siglas del PP, y también como único concejal del PP. Su ciclo se cerró con las elecciones de 1995, cuando el partido logró tres ediles, antes de que las luchas internas lo apartaran de la primera línea de la política local en las municipales de 1999.
“Me propuso la junta local del partido, pero había quien estaba trabajando por detrás diciendo que estaba de moda poner mujeres y que había que ponerla a ella. Era gente desconocida que quería aparentar o subir”, explica Rosas para referirse a la candidata del PP en aquellos comicios.
“Mi hija [la periodista Pilar Rosas] tuvo una conversación con Rajoy y le preguntó por mí y por cómo me iba en el Ayuntamiento. Ella le respondió que yo no estaba porque habían dicho desde el PP de Madrid que había que poner mujeres y Rajoy le respondió que eso no era verdad y que por qué no le había llamado”, recuerda Amador. Su amistad con el actual presidente del Gobierno arranca de lejos, porque Rajoy fue vicepresidente con Gerardo Fernández Albor, el primer presidente de la Xunta de Galicia de la democracia y que es tío de Rosas.
“Yo era incómodo porque no soy sumiso, sino que hago lo que creo que debo hacer. Cuando la muerte de Gregorio Ordóñez [asesinado por ETA en 1995] organicé una misa en Cornellà porque el cura era amigo de sus padres. Los del PP Barcelona me prohibieron que la hiciera, pero seguí adelante”, explica a modo de ejemplo. “Siempre he dicho que Cornellà es Cornellà y el partido es otra cosa”, añade.
Buena relación con la izquierda
Amador Rosas entró en el Ayuntamiento de Cornellà cuando el PSC y el PSUC habían empatado a concejales en las elecciones de 1983. Las semanas que siguieron a las elecciones fueron esperpénticas, con el PP y CiU apoyando a los comunistas en los plenos municipales y el PCC, la escisión del histórico PSUC, prestando apoyo a los socialistas en las votaciones.
“Yo apoyé a Frederic Prieto [el primer alcalde de Cornellà que volvió a presentarse en 1983] porque había mucha gente que me lo pedía. Recuerdo, entre otros, a un director de banco o al doctor Coll [Santiago Coll, que fue concejal de CiU]. También me lo pidió Carles Navales [concejal del PSUC y luego del PSC, fallecido en 2011]. El PP de Barcelona me pidió que me abstuviera, pero no hice caso”.
Socialistas y eurocomunistas acabaron pactando un reparto de la alcaldía y Rosas terminó retirando el apoyo al PSUC. “Los socialistas estaban más preparados, Montilla tenía más experiencia, vi que se movía por otros caminos y que recuperó subvenciones perdidas para hacer obras”.
Pese a las discrepancias políticas y que estuvo ocho años como único concejal, Rosas afirma que siempre mantuvo una relación cordial con los partidos de la izquierda. “Pensábamos en el bien del pueblo. No había ataques personales. Yo recuerdo que muchas propuestas que presentaba en los plenos me las aprobaban los socialistas, cosa que no pasaba con los comunistas ni con Convergència”, evoca.
Querella sin mi consentimiento
Pese a esas buenas palabras, el PP de Cornellà se querelló en 1998 contra el alcalde José Montilla y el entonces teniente de alcalde de Gobernación, Antonio Balmón, por haber favorecido supuestamente a la pareja de éste, Gemma Rodríguez, en un concurso municipal para cubrir un puesto de trabajo.
“Esa querella se puso en mi nombre pero sin saberlo yo y sin mi consentimiento. Exigí que me dieran documentación para acreditar todo lo que se decía, pero no se me entregó nada y no me ratifiqué ante el juez. Rosas admite sin reparos que “fue un gran error” presentar aquella querella. “Si tú tienes pruebas de que lo que te están diciendo es verdad hay que jugar limpio, pero antes de llegar a una querella se tiene que hablar para ver si se puede llegar a un acuerdo y rectificar”, explica.
El telón de fondo de la querella era personal, reconoce sin reparos Amador Rosas. “El que estaba metido en todo esto decía que había que hacerle daño a Montilla porque iba a ser el próximo presidente de la Diputación”. Se refiere al abogado Fernando Martínez Iglesias, entonces vicesecretario del PP de Cataluña y ex marido de Gemma Rodríguez.
Aquello no afectó a las relaciones personales y Rosas siguió reuniéndose de vez en cuando con Montilla cuando aquél era alcalde y este concejal. “Fue un buen alcalde, un buen gestor, eso no lo duda nadie. Ahora está Balmón y creo que lo está haciendo bien. No se puede gobernar a gusto de todos, pero no lo hace mal. Tengo buena opinión de los dos”, explica. Tan buena, que, según reconoce, algunos vecinos de Cornellà se formaron una opinión equivocada de Rosas. “Había gente que se creía que yo estaba con los socialistas”, recuerda.
Como tantos entrevistados en esta sección Rosas explica la satisfacción que le producía “la política de calle y de base”. Relata que hacía reuniones mensuales con militantes que en algún caso acudía gente con otros fines. “Algunos de mi partido quería resolver su situación personal y yo les decía que estaba para resolver situaciones colectivas. Había gente que no entendía que un problema personal era un problema personal suyo y que estaba equivocado si se creía que porque el PP tenía un concejal se lo va a resolver”.
Amador Rosas habla bien de Xavier García-Albiol y no tanto de José María Aznar. “Conozco a Albiol, tiene una manera de actuar noble, sentimental y limpia. El partido puede ir bien con él pero aún no es el máximo dirigente. Los Fernández [Jorge y Alberto Fernández Díaz] estuvieron mandando mucho tiempo y aún tienen sus adeptos, que conservaron colocándolos en puestos. Con Jorge siempre me he llevado bien y tuve buena afinidad. Alberto es diferente. Llegó a ser presidente del partido pero la gente que le rodeaba no era para llevar un partido”.
Apoyo obligado a Aznar
Sobre Aznar asegura que “se equivocó en la segunda legislatura” y que él “tenía que defenderlo porque era presidente del Gobierno y del PP, pero no lo hacía con gran convicción porque veía que estaba haciendo cosas que no eran lógicas en una persona que quiere que su partido tenga continuidad”. Su opinión es que Aznar “lo hizo bien en la primera legislatura, pero no en la segunda”. Entre otras medidas que rechaza, tomar decisiones en contra de Cuba, “en contra de lo que había hecho el presidente fundador, Manuel Fraga, sin considerar que hay muchos gallegos en Cuba”.
Jubilado ya desde hace años, Rosas explica que no está quieto. “Colaboro en el despacho de mis hijos, me reúno con los amigos, tomamos un café cada semana con antiguos militantes del partido y otros afines para hablar de la situación actual. Tratamos de arreglar el mundo”, puntualiza con ironía.
Pensó en algún momento en darse de baja pero no lo hizo siguiendo el consejo de su tío, Fernández Albor, que tiene 99 años, y que “fue el que puso las bases para que funcionara la autonomía gallega”. Hasta hace cuatro estaba activo e iba cada día a su despacho de ex presidente de la Xunta. “Él me dijo que no dejara el PP por si en otro momento quisiera volver”, explica, una posibilidad que descarta por completo.
Encantado con la ciudad
Rosas asegura estar encantado de vivir en Cornellà. “Vine casi como si fuera un viaje de novios, a que mi mujer conociera a la familia, pero mi tía la convenció de que se quedara aquí”. Y ahí sigue el exconcejal. “No he salido de aquí por muchas razones. Entre otras, porque Cornellà es un punto neurálgico para ir a todas partes, para entrar y salir de Barcelona”. III