Hemav, la cuarta empresa de drones a nivel mundial, tiene su sede en Castelldefels | Tienen usos muy diversos, desde agrícolas hasta humanitarios
Los drones están a la orden del día en lo que se refiere a tecnología. Aunque la mayoría de la gente los ven como juguetes, son potentes herramientas que facilitarán nuestra vida y trabajo en un futuro muy próximo. Y en el Baix Llobregat y l’Hospitalet así lo han entendido. Se podría decir que son los epicentros de esta tecnología no solo a nivel catalán, sino que también a nivel español e incluso en algunos ámbitos a nivel europeo y mundial. Castelldefels cuenta con la sede de la empresa ‘Hemav’, la primera empresa española y la cuarta de todo el mundo en cuanto a ‘service dron’ se refiere, es decir, en todo lo referido a ofrecer servicios con drones. Por otro lado, en l’Hospitalet, encontramos el ‘Indrone Park’, un recinto dedicado al ocio para poder hacer volar los drones a cubierto –dado que según la legislación actual está prohibido hacerlos volar en según qué zonas, como las cercanas al aeropuerto del Prat-, el primero de España y uno de los primeros de Europa.
La mayor empresa de ‘service dron’, en el Baix
Hemav es una empresa resultado del trabajo final de grado de dos alumnos junto con cinco ingenieros aeronáuticos más de la UPC de Castelldefels en 2012. Todo empezó en un garaje, al más puro estilo americano, en donde estuvieron trabajando con el resto de socios sin lograr ningún tipo de beneficio hasta que llegó una de las mayores rondas de financiación europea y crearon la empresa estableciéndola donde se habían licenciado: en la UPC de Castelldefels. A finales de 2016 eran 30 empleados y ahora, en 2018, son 117. Además cuentan con 20 concesionarios en España y está introduciéndose en Latinoamérica.
Astrid Fernández, la especialista en Marketing de Hemav, explica cómo procesan los datos a través de los drones mediante una cámara térmica y/o fotográfica, dado que “lo más importante de Hemav no es volar drones sino como se procesan los datos recogidos a través de ellos”. El ejemplo que pone Fernández es la utilización de estos aparatos en la agricultura para facilitar a los agricultores información de cómo está su campo o “si necesita más riego o más abono”. De esta forma se “asegura un porcentaje de producción que suele rondar al 98 por ciento”, añade.
La empresa no vende drones, solo los compra para su posterior utilización tanto en formación como en actividades profesionales de todo tipo y, por ello, tienen un departamento de innovación que los adapta a las necesidades de cada momento. En lo que respecta a la formación, a diferencia de otras empresas, ofrecen el título de piloto de drones certificado por el Ministerio de Fomento, utilizan un doble mando para hacer prácticas como si de una autoescuela se tratase, evitando así la destrucción de muchos de los aparatos y ofreciendo tranquilidad a los alumnos. Fernández explica que “a pesar de que cada dron es más útil para una vertical u otra”, el ‘Fantom 2’ es el que utilizan para formación “porque es súper resistente”. No obstante, la especialista en Marketing recalca que “hay gente que no entiende porque tiene que sacarse un curso de piloto si un dron lo puede hacer volar un niño”. Ese es el pensamiento de gran parte de la población, pero el título es necesario, como bien afirman desde Hemav: “Si quieres trabajar de forma profesional con un dron, necesitas el título”.
Fernández nos presenta a Xavi Jardí, un profesor que forma a futuros pilotos profesionales de drones y que nos explica el dilema de las baterías. “La batería de los drones dura entre 20 y 40 minutos, depende si son de ala fija o ala rotatoria”, detalla el instructor. Las ventajas y desventajas de unos drones u otros están en el uso que se le quiera dar, así el ala fija puede volar más tiempo y mayores distancias pero no se puede quedar quieto en el aire como haría el multirotor –el famoso dron de cuatro hélices-. “En 30 minutos de vuelo, si ponemos una media de lo que duran actualmente las baterías, el dron puede hacer entre 7 y 10 kilómetros”, concluye Jardí para argumentar la utilidad de las máquinas, aunque avisa que “la asignatura pendiente dentro del mundo de los drones, igual que con los teléfonos móviles, es poder aumentar la capacidad de las baterías”.
No solo sirven para volar y hacer fotos
La sociedad entiende que de una forma u otra –recreativa o profesional- estos aparatos voladores solo sirven para eso, para volar, y como mucho para filmar. Si bien esa es una de sus funciones, no es la principal.
“Un dron puede llegar a hacer infinidad de cosas que todavía no hemos logrado hacer ni imaginar”, explica Jardí. Realmente los usos profesionales no se quedan en la agricultura, llegan a inspeccionar torres de alta tensión sin riesgo, encuentran personas en alta mar o pueden llegar a acabar con las plagas de langostas en África. Sin embargo, mucha gente se opone a este avance tecnológico por miedo a perder sus puestos de trabajo. Desde Hemav afirman que “solo hay que sustituir una forma de hacerlo por otra, el trabajador se saca el título de piloto de drones y podrá realizar su labor de una forma más segura y eficiente”.
‘Freeda’: Colaborar con Proactiva Open Arms
La Fundación de Hemav ha ido desarrollando drones de reconocimiento en mar abierto para la búsqueda de personas y embarcaciones con el objetivo de mejorar las misiones de rescate de la entidad Open Arms en el Mediterráneo. Este proyecto recibe el nombre de ‘Freeda’ y espera poder duplicar el área controlada y multiplicar su capacidad de rescate de los refugiados que tratan de llegar a Europa por el Mediterráneo. El coordinador del proyecto Freeda, Sergi Tres, explica que “el dron desarrollado tiene la capacidad de detectar embarcaciones y personas mediante el uso de sensores térmicos”, lo que supone un ahorro de tiempo y dinero en la confirmación de posibles objetivos. “Una vez localizado el objetivo, el dron envía instantáneamente imágenes al barco base donde se toman las decisiones de actuación, regresando -el aparato- al barco cuando se le agota la batería y aterrizando de forma automática”, concluye Tres sobre el proyecto conjunto con Open Arms.
Además del proyecto de Open Arms, la Fundación de Hemav también trabaja en el proyecto ‘Drones for Desert Locust’ como partner oficial de la FAO con el objetivo de controlar y monitorizar las plagas de langosta del desierto y de ese modo luchar contra el hambre en África.
Las plagas de langostas del desierto (schistocerca gregaria) son una de las plagas más peligrosas y destructivas del mundo. Durante la plaga del 2003-2005 produjeron pérdidas de hasta el 100% en cereales, 90% en legumbres y 85% en pastos. Marc Aicart, director de Hemav Foundation, señala que “la visión de la fundación se basa en promover aplicaciones civiles de esta tecnología mediante el impulso de programas y proyectos de impacto social y medio ambiental”, y por ende, las actuaciones de los drones crearán una mejora en la vida de muchas personas en el continente africano, luchando contra estas plagas.
Diversión entre drones |
Javier Mendoza es el cofundador de ‘Indrone Park’ de l’Hospitalet, el primer sitio de España y uno de los primeros de Europa donde poder volar drones a cubierto. La instalación cuenta con 1.400 metros cuadrados en los que Mendoza junto a su equipo enseñan cómo hacer volar estos aparatos. “Muchas veces se regalan los drones y, al no tener conocimiento de cómo hacerlos volar, se rompen o la gente se frustra y acaban abandonados en un rincón”, afirma Mendoza recalcando que dan una formación previa a los visitantes para que luego puedan hacerlo volar y no acabe roto o sin uso.
Además de la formación básica, el Indrone Park de también organiza competiciones en tres circuitos diseñados según la dificultad –baja, media, alta- y organiza fiestas de cumpleaños para que los más pequeños empiecen a tomar contacto con los aparatos tecnológicos del futuro. Un espacio integral en el que personas de todas las edades pueden pilotar con la modalidad tradicional o con una cámara en la que ver por dónde va el aparato.
“Como la legislación se puso estricta, creímos que la mejor opción para volar y aprender era un lugar cerrado como este”, explica Mendoza sobre Indrone Park.
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