En l’Hospitalet es imprescindible un replanteamiento de la política urbanística ahora que vuelven a aflorar los proyectos de los tiempos de la burbuja inmobiliaria que quedaron aparcados por la crisis.
Como si esta gran recesión hubiese sido solo un paréntesis, se ha vuelto a poner en marcha el proyecto de transformación de la Rambla Marina con 622 viviendas, el Plan del Camí de la Riereta con 304, las 885 viviendas en la Fábrica Cosme Toda, por no hablar del macro-proyecto en el entorno Gran Vía-Llobregat que implicaría la urbanización de aproximadamente el 10% del término municipal y la consolidación urbana del total del suelo de L’Hospitalet.
El gobierno de Núria Marín continúa con una política obsoleta de expansión urbanística con un horizonte para construir unas 10.000 viviendas, cuando la tendencia mundial, orientada al desarrollo sostenible, es apostar por la renovación urbana, tal y como se acordó en la Conferencia de Quito. Hay que rehabilitar los barrios y procurar densidades demográficas sostenibles. Siendo l’Hospitalet la población con mayor densidad de población de Europa, hay que plantearse si nos podemos permitir seguir creciendo. Es uno de los factores principales de los problemas de convivencia y limpieza; no solo genera más presión a unos equipamientos ya de por sí insuficientes – y cada vez más difíciles de cubrir ante la falta de un suelo público disponible, que el poco que hay la alcaldesa se dedica a ceder a actividades privadas– sino incrementa la desigualdad, generando un L’Hospitalet a dos velocidades. Mientras Marín expande la ciudad, los barrios de toda la vida se van quedando atrás, cada vez más obsoletos y marginados. Es necesario priorizar una política a largo plazo de renovación urbana, que fomente la rehabilitación, que se centre en hacer los barrios más confortables y amables para las personas y, en caso de substituir suelo industrial por residencial, que sea a cambio de esponjar las zonas más masificadas para abrir nuevos espacios de convivencia, equipamientos y zonas verdes.
Sin embargo, tras 40 años en el gobierno, el PSC de l’Hospitalet sigue anclado en viejas políticas y se está convirtiendo en una fuerza sin más proyecto político que conservar el poder porque es su modo de vida.