La entidad promueve el reaprovechamiento de los alimentos a la vez que da una segunda oportunidad a colectivos en riesgo de exclusión social.
Abrir la puerta y reencontrarte con un olor familiar. El de la verdura cociéndose, como en casa de la mama. Se trata del local de El Prat en el que los técnicos de Espigoladors procesan ese 5% de las verduras y frutas que recogen del campo porque nadie las quiso, ya fuera por su forma o aspecto. En esta entidad son conscientes de que la manzana del cuento de Blancanieves, roja, brillante, barnizada por la luz, obscenamente atractiva, suele ser eso, un cuento. O, al igual que en la historia, una trampa. "Estamos acostumbrados a la perfección", afirma Fàtima Messari, técnica de Espigoladors y responsable del turno de tarde en el obrador. Y, a veces, esa perfección esconde algo.
Pero antes de llegar a la cazuela, las frutas y verduras recorren un camino. Forman parte de aquellos productos que, por una razón u otra, no son recogidos de los campos para poner a la venta en los mercados agroalimentarios. Generalmente, porque tienen 'mal aspecto' o mala forma. Desde Espigoladors argumentarían que porque no responde a los cánones mercantiles. "La fruta que tiene otra forma no es que tenga menos gusto, a no ser que esté podrida. Un tomate deformado, cuando lo cortas sigue siendo un tomate", explica Messari, que lleva un año trabajando en el taller de El Prat. Es originaria de Larache, aunque vive en El Prat desde hace muchos años. Es ingeniera alimentaria y máster en seguridad alimentaria, y tiene experiencia en el sector. En su anterior empresa, no obstante, no acababa de sentirse cómoda, y cuando, "por casualidad", como dice, le salió la oportunidad de trabajar en Espigoladors, no lo dudó. "Me gusta el proyecto porque encaja mucho con mis valores: reaprovechamos fruta a la vez que ayudamos a personas", destaca.
Oportunidades contra la exclusión
Y es que otro de los pilares de Espigoladors es la labor social que lleva a cabo. Muchos de sus trabajadores son personas a las que la vida les ha dado otra oportunidad o les ha sonreído por primera vez. "Empoderamos a personas en riesgo de exclusión social de una manera transformadora, participativa, inclusiva y sostenible", detallan desde la entidad. Y lo hacen mediante la recogida de alimentos que se quedan en los campos, a imagen y semejanza de los rebuscadores del sur de España, pero sin la presión de los propietarios, que en este caso permiten la actividad.
Por todo ello, la Fundació Agbar decidió dar apoyo a una iniciativa que reduce el desperdicio y, además, promueve el acceso a una alimentación saludable. "El enfoque transformador, participativo e inclusivo del proyecto de la Fundació Espigoladors es especialmente interesante, tanto por su carácter social, como por su labor medioambiental y de concienciación social", asegura Eduard Pallejà, director de la fundación. "Es un proyecto del que nos sentimos especialmente orgullosos", añade Pallejà, que destaca que la fundación que dirige promueve iniciativas "que luchan contra la pobreza a través del apoyo a necesidades básicas como la alimentación, el fomento de la ocupación de calidad y para cambiar la situación de vulnerabilidad de muchas personas".
Y una vez estos productos, la mayoría de los cuales son cedidos a entidades del tercer sector para que se repartan entre personas que lo necesitan, llegan al obrador, son transformados en otros productos como mermeladas, salsas o patés, que se venden bajo la marca Es-imperfect. "Cada producto es diferente y tiene su identidad", asegura Messari. La materia prima llega al obrador e inmediatamente se mete en la nevera para su conservación. Cuando pasa a la cocina, se limpia mucho para eliminar impurezas, se pela, se macera en azúcar y se deja así hasta el día siguiente, cuando se pone a cocer. En el caso de la mermelada, se añade pectina, que es un espesante, una sustancia que se encuentra en la piel de frutas como la manzana o la naranja. Un proceso natural en el que no se añaden ni conservantes ni aditivos.
Los productos de Es-imperfect se venden cada vez en más tiendas y grandes superficies del país. Es un crecimiento paralelo al de la concienciación para llevar una vida sana entre la población. "Cada vez nos cuidamos más y buscamos productos naturales que no hayan sufrido grandes transformaciones", apunta Messari, que señala que en un día pueden llegar a producir y empaquetar alrededor de 1.300 potes de mermelada, aunque este número varía según el producto.
Con todo, una iniciativa que va en la línea de los seis Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU -el de hambre cero, el que hace referencia a la salud y el bienestar, el de trabajo decente y crecimiento económico, reducción de las desigualdades, producción y consumo responsable y acción por el clima- y es una apuesta por la economía circular, que busca alargar la vida de los productos y maximizar su uso.