De un tiempo a esta parte, y con especial inquina desde algunos ámbitos radicalizados, se pinta al turismo con cuernos y rabo, como una plaga bíblica cuyo azote va a acabar prácticamente con la civilización y con el progreso.
Cuesta entender que este agridulce melón se abra justamente en el país que entró en la modernidad y superó el desarrollismo tardo-franquista gracias al bikini de las turistas suecas, al veraneo del sol y playa y al ‘Spain is different’. Todavía se entiende menos cuando el año pasado, el turismo repitió como el infatigable motor del crecimiento económico, generando el equivalente a 186.596 millones de euros (el 12,8% del PIB), según Exceltur, la gran patronal de empresas turísticas española. Un vahido solo atribuible a la pulsión auto-destructiva tan typical spanish.
El Baix Llobregat no es la excepción a esta regla de la macro-economía hispana. El sector turístico es uno de los grandes contrafuertes que sostienen las cuentas de la comarca, concentrando al 16% de las empresas y el 13% de la población activa. Además, es el territorio de la provincia de Barcelona que más recauda en concepto de tasa turística, un parámetro que deja constancia de su potencial. Pero ni con esas el sector está libre de detractores tan autóctonos como la excelente calidad del amplio paquete turístico que oferta la comarca.
Es cierto que la masificación suele acabar con el turismo de calidad, como le ha pasado en cierta medida a Barcelona, y que hay que romper con ese círculo vicioso que lleva inapelablemente a morir de éxito. Pero aún resulta más dañino para la economía poner palos en las ruedas de un producto rentable, que funciona, que equilibra la balanza de pagos y que permite tomar una bocanada de aire presupuestario en tiempos de recesión, de IPC desbocado o de crisis en general. El turismo se ha graduado como el más eficaz salvavidas cuando vienen mal dadas y sus opositores deberían reconocerle también los méritos, no solo sus puntos negros, que haberlos, haylos. El sector debería revolverse contra estos ataques y reivindicarse.
Eso no quita que no se puede dejar a los turistas campar a sus anchas –amparados por un velo de impunidad- ni se deba aceptar una expansión desmesurada, caótica y lumpen que canibalice las propuestas de calidad. Como todo lo que funciona hay que planificarlo y regularlo en la manera de lo plausible, pero sin asfixiar a sus promotores. Y en eso el Baix Llobregat está demostrando madurez, está evidenciando que se ha hecho turísticamente mayor y que es un modelo a seguir, tanto por lo que ha logrado hasta ahora, al abrigo del cap i casal. como por las cimas que se ha propuesto coronar.
Una de las pruebas diagnósticas que avalan esta buena salud del sector en el Baix es que el Consell Comarcal acaba de presentar el ambicioso Pla Estratègic de Desenvolupament Turístic, un innovador documento de cabecera para las actuaciones a acometer en los próximos años y que aboga por un “nuevo modelo turismo más responsable y sostenible”, como ha explicado a El Llobregat el consejero de Turismo del Baix, Javier González. Se trata de un traje de planificación estratégica hecho a la medida, tanto de los visitantes como de los residentes en el territorio, para que estos últimos no vean a los visitantes como una amenaza, sino como una oportunidad. Que el encuentro sea “una experiencia positiva mutua”, como describe con acierto González.
Tanto las 63 propuestas concretas del proyecto y sus seis pilares básicos como la filosofía, la misión, la visión y los valores que impregnan el plan estratégico parecen acertados. Es difícil poner en duda que la ruta turística a seguir por el Baix Llobregat sea mantener el posicionamiento en el mercado de proximidad (e incrementarlo en ámbito nacional e internacional) siguiendo un patrón inteligente, responsable y sostenible, que tenga muy presente la tecnología en un momento en el que la digitalización “es clave para atraer turismo”, como postula el Plan de Modernización y Competitividad del Sector Turístico estatal.
También es motivo de celebración que la comarca quiera distinguirse como un destino de referencia por su compromiso con el desarrollo sostenible y que vaya a apostar fuertemente por ello, antes de que la Agenda 2030 lo ponga más difícil. También merece un reconocimiento que el sector avance al unísono y no se cierre ninguna puerta -como el turismo con mascotas o el turismo para ‘seniors’- para no depender tanto de los negocios y los congresos, el principal activo actual. Al final, se trata de que toda la gente que visite al Baix Llobregat y disfrute de sus encantos, repita. Este es el camino. III