Siempre nos quedará Brooklyn
Por Manuel Calderón - Periodista
martes 21 de abril de 2015, 21:53h
Un amigo me manda un mensaje que, en una primera lectura, no acabo de entender: “Vamos a ser el Brooklyn de Barcelona. Avisa a tú madre”. La imagen es de tal impacto que debo esperar un rato para procesarla.
L’Hospitalet ya no será L’Hospitalet, sino Brooklyn, uno de los cinco distritos que conforman Nueva York. Más o menos.
Porque eso es imposible, como es fácilmente comprensible. La idea es que en la ciudad recalen artistas de todo el mundo, incluso de Barcelona, que viene a ser Manhattan, atraídos por las bonificaciones fiscales de un futuro “distrito cultural”, cuyo eje principal podría tener hasta denominación inglesa: “Central Street”. Y, de paso, conseguir que los turistas visiten su decrépita arquitectura industrial, de la misma manera que los turistas de Nueva York visitan Park Slope por si se encuentran con Paul Auster. Ya digo: más o menos.
Es razonable que L’Hospitalet quiera también beneficiarse de ese proceso de turistificación (perdón), aunque sea cultural, o gentrificación (de nuevo, disculpas): que se mueran los viejos para que vivan los jóvenes. A mi madre, todavía no se lo he dicho.
Nunca me hubiese imaginado que Miquel Romeu o Cobalto, dos polvorientas calles de la zona industrial de la ciudad, por las que no recomendaría pasear un domingo por la tarde, se pudiesen transformar en un atractivo polo creativo, con sus “loft”, sus “outlet” de ropa usada, sus talleres de artistas y, claro, sus cafés con wifi y sus mesas hechas con palets. Pero los grandes visionarios de la política son los que han sido capaces de vislumbrar qué iba a ser de su vieja zona industrial cuando todos los talleres (no los de artista, sino los de verdad) cerrasen. Dicho entre paréntesis: me acabo de enterar de que una pequeña asociación artística, allí por 1975, quería convertirse en la “Bauhaus catalana”. Y, mientras, nosotros, tocando la guitarra.
Incluso ha venido gente desde Manhattan para convencer a las fuerzas crionizadas de la ciudad de que ya se veía venir que en el ADN de L’Hospitalet estaba escrito que iba a ser el Brooklyn de Barcelona: el barrio feo, pero nuestro barrio feo. Así lo ha visto el filósofo Josep Ramoneda, que liberado de otras tareas históricas de consecuencias más nefastas, ha realizado un informe favorable, que para eso se lo han encargado.
Es cierto que L’Hospitalet siempre ha tenido un problema de identidad –y confiemos en que nunca lo resuelva del todo-, pero para subir la autoestima me gustaría concluir con la idea de que hasta el caos más extremo tiene su orden. Un respeto. III