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El santboiano Jesús Fernández se doctora en tauromaquia

El santboiano Jesús Fernández se doctora en tauromaquia

Por Joan Carles Valero
miércoles 22 de julio de 2015, 07:14h
Los toros han inspirado a escritores y músicos y ha definido muchas claves, incluso políticas. Su carácter simbólico va más allá de la fiesta y entraña lecciones para lidiar el toro de la vida. Por su profunda carga de valores, ayunos de trampas, que enseñan a levantarse tras la cornada y a buscar la perfección por la vía de la excelencia. Aún a costa de la vida. El santboyano Jesús Fernández es un ejemplo. Más, desde este mes, cuando salió en hombros en Ávila.
Vaya por delante que aunque no soy aficionado a los toros, reconozco en nuestra sociedad posmoderna el papel de héroe homérico de los toreros y el hecho de que sea la única disciplina que no permite atajos, que se ejecuta sin árbitros, exponiendo la propia vida y con el único objetivo de perseguir la excelencia de una efímera obra de arte y muerte. Sólo he ido en mi vida a una corrida y a una novillada, aunque he tenido la fortuna de conocer a dos toreros míticos: Manuel Benítez el cordobés, el matador más famoso del mundo, un hombre hecho a sí mismo y de una inteligencia natural extraordinaria; y Luis Francisco Esplá, el más intelectual de los toreros y el más torero de los intelectuales.

Cinco años después de que el Parlament de Cataluña aboliera la fiesta de los toros, un santboiano, Jesús Fernández, se ha doctorado en tauromaquia tras tomar la alternativa hace unos días, el 12 de julio, en Las Navas del Marqués (Ávila), de manos de César Jiménez y con Manuel Escribano de testigo. Dicen los que pudieron asistir, entre los que destaca el periodista José María Alarcón, director del programa Tendido 5 de Radio Sant Boi, que el nuevo torero catalán realizó ese día dos excelentes faenas al matar de dos grandes estocadas, por lo que cortó cuatro orejas y salió en hombros.

De esta forma, Fernández puso fin a una larga etapa como novillero con picadores que inició el 4 de mayo de 2008 en Barcelona

Quince años de homérico empeño
Jesús Fernández nació en Sant Boi el 22 de septiembre de 1983 en una familia taurina. No en vano, su hermano Vicente Osuna es banderillero. Jesús siempre había querido ser torero y ha tenido que luchar de forma homérica para lograrlo. Tras pasar por la Escuela Taurina de Cataluña, debutó el 26 de junio de 2003. Salió en hombros de la Monumental de Barcelona el 1 de mayo de 2011y fue declarado el novillero triunfador de Barcelona de aquella temporada, que fue la última catalana al entrar en vigor la ley abolicionista al siguiente año.

El santboiano ha toreado en Madrid en siete ocasiones demostrando su valor y decisión de ser torero, en especial la tarde del 1 de julio de 2012, en que fue cogido dos veces por su primer novillo en un festejo que fue televisado. La primera cogida ocurrió al iniciar una serie por el lado izquierdo, cuando el toro le propinó una cornada de 20 centímetros en la cara interna de la pierna izquierda. Fernández, con un torniquete, continuó la faena y fue a la hora de entrar a matar cuando el animal le cogió otra vez, infiriéndole una cornada de 15 centímetros en la pierna derecha.

A Jesús se le considera un ejemplo de afición y voluntad de ser matador de toros, no sólo por los años que ha estado luchando por conseguirlo con muy pocas ayudas, sino también y no menos importante, por las dificultades de lograrlo en la Cataluña actual. El santboiano llevaba quince años soñando ser matador de toros, preámbulo para ser una figura.

Él sabe que es casi un imposible, porque hay que reunir unas condiciones muy difíciles, pero no renuncia a lograrlo y por eso se presta a emprender el camino de lo que se denominan las corridas duras para poder vivir por y para el toro. Con 31 años y con los pies en el suelo, el de Sant Boi está acostumbrado a ese tipo de dureza que ya experimentó en su larga etapa de novillero en Francia y Madrid, pagando con su sangre. No hay duda de su entrega.

El milagro de ser torero y catalán
Ya no podrá decirse que Cataluña solo tiene el torero Serafín Marín, de Montcada i Reixach, que hace cinco años toreó en la Monumental y Las Ventas con la senyera de capote y la barretina por montera. Serafín, junto a Finito de Córdoba, que nació en Sabadell, ha sido hasta ahora el diestro más representativo de la Cataluña antitaurina. Ahora, con Jesús Fernández, se ha producido de nuevo el milagro de ser torero y catalán. Hace unos días, el jurista y profesor universitario Javier López-Galiacho presentó en la Universidad Abat Oliba-CEU su libro “De frente, en corto y por derecho” (Pigmalión), que para no llevar a equívocos lleva por subtítulo: “Ensayo de una tauromaquia para el liderazgo personal y empresarial”. La obra demuestra que la filosofía de los toros es transmisora de una ética, de unos valores muy útiles para lidiar el toro de la vida en una constante metáfora de la bravura de las personas ante las dificultades.

Nuestra sociedad ha aparcado la muerte, de ahí que el espectáculo de los toros tan axiológico y plenamente sometido a los valores, no interese a quienes viven de espaldas a que la vida es finita. No es lo mismo ver que mirar. Por eso es importante enseñar cómo un hombre como Jesús Fernández se juega la vida y su por qué. Porque todas las pasiones tienen un porqué. Por eso opino que Juan José Padilla debería ser declarado héroe nacional. Al igual que el torero tuerto que ha vuelto a los ruedos tras una importante cogida en la cara y que fue portada en The New York Times por su entrega y sacrificio, también debería ser declarado héroe nacional el funcionario de prisiones Ortega Lara, que estuvo 532 días enterrado por ETA en un zulo. Ambos son una clara lección de resiliencia.

Con la pata “palante”
En el libro que cito, el autor aporta su visión sobre el liderazgo como la lidia del miedo al propio miedo, la necesidad de la vara para medir la valía o la amistad de las personas en la dificultad, el ajuste del comportamiento individual a la ética universal, la pasión y la vocación por lo que se hace, la resiliencia ante los golpes de la vida, la soledad en la toma de decisiones, la gestión de los riesgos inherentes al hecho de vivir, el valor de lidiar la vida con el hierro de las tres “P” (prudencia, paciencia, y perseverancia), la apuesta por una vida saludable o el saber decir adiós, entre otros tantos. En la línea Ortega y Gasset o Pérez Galdós, la obra reivindica la fiesta como una vía para entender el alma española. Tierno Galván dijo que el carácter español se construyó a través de la tauromaquia. Pero la cultura española ha sido solapada por la anglosajona y ha relegado los toros, una de sus máximas señas de identidad. En Francia, aprovecharon que la Unesco consideró la cetrería como patrimonio inmaterial de la Humanidad para defender la candidatura de la tauromaquia. Argumentaron y ganaron el envite.

Si el lector ha llegado hasta aquí, me gustaría que simplemente se quedara con que la vida hay que afrontarla con determinación torera. Desde la verticalidad, con valor y dominio de sí mismos. Siempre con la pata “palante” para cargar la suerte. La que deseo desde estas páginas al maestro Jesús Fernández. III
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