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El Gran Recapte, desde dentro
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El Gran Recapte, desde dentro

jueves 10 de diciembre de 2015, 07:00h
Es el día del “Gran Recapte” y, sin duda, unos de los grandes protagonistas fueron los voluntarios. Yo, de nuevo, entre ellos.

Es el día del “Gran Recapte” y, sin duda, unos de los grandes protagonistas fueron los voluntarios. Yo, de nuevo, entre ellos. Al llegar al supermercado de Sant Boi que me correspondía encuentro a un grupo de unas cinco personas recogiendo todos los productos que dona la gente al banco de alimentos; este grupo en concreto oscila entre los 50 y 60 años y al llegar nosotros (algo más jóvenes) se alegran de que las nuevas generaciones se impliquen en este tipo de campañas. Acompañada de Xenia, Ana y Aitor pasamos más de 5 horas repartiendo bolsas, recogiendo alimentos y colocándolos en las enormes cajas marcadas con el sello del Banco de Alimentos.

Al principio nos preocupamos un poco porque no había demasiada gente y nos daba miedo no tener tantos alimentos como esperábamos, pero fue acabar el Barça y el flujo de gente fue “in crescendo”. Comenzamos a trabajar de verdad.

Con cada paquete de macarrones, azúcar o papilla para bebés damos las gracias como si fuera para nosotros mismos. La mayoría de las veces la respuesta es un “gracias a vosotros por la labor que estáis haciendo”; ambas partes son necesarias: unos que donen y otros que estén dispuestos a recoger y organizar lo donado. Xenia comenta que “es el día que más sonrío en todo el año”. Es la más entusiasta repartiendo bolsas a todo aquel que entra; es bastante infalible y en caso de que alguien se le escape lo persigue hasta poder explicarle qué hacemos ahí. Lo mismo ocurre con Ana, que al llegar ya declara sus intenciones: “el ascensor es mío” y doy fe de que ni una persona que subiera en ascensor se le escapó sin bolsa. Nuestro brazo mecánico fue Aitor, el más joven y a la vez más alto del grupo, que se dedicó con suma eficacia a colocar todos los paquetes.

Sin embargo, no todo son risas y agradecimientos; algunos se niegan o no pueden colaborar -¿Y a mí quién me da de comer?, dicen-. Otros, aún más grave, no tienen reparos en soltar su versión más racista. Como si no hubiera pobres nacionales. Pero, por suerte, de repente, aparece una pareja con dos carros, uno entero para nosotros; me encantaría que nos hubieran hecho una fotografía con la boca abierta. No podíamos creer que donasen un carro lleno hasta los topes, y tuvimos que confirmarlo un par de veces antes de comenzar a vaciarlo. “Actos como este compensan todos los “no”.

Llega la hora del cierre y el grupo acaba orgulloso de haber conseguido llenar a lo largo del día alrededor de 30 cajas, nos vamos todos con una sonrisa a casa y con muchas ganas de reunirnos de nuevo en el “Gran Recapte” del año que viene. Porque si algo está claro es que volveremos a ser voluntarios. Para Xenia y para mí será nuestro cuarto año, y para el resto de compañeros la segunda de muchas jornadas. Siempre se repite. III

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