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Se triplica el tráfico de heroína en el Aeropuerto de Barcelona-El Prat en los últimos tres años
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Se triplica el tráfico de heroína en el Aeropuerto de Barcelona-El Prat en los últimos tres años

Por Carlos Manzano e Imanol Crespo

viernes 06 de abril de 2018, 04:03h
La Guardia Civil incautó, en la infraestructura pratense, 17 kg de heroína en todo 2017, el triple que en 2015; y en lo que va de año ya ha igualado prácticamente esta cantidad | Los centros de atención a la adicción no detectan de momento un repunte del consumo ni de los usuarios | Preocupa que el consumo de heroína fumada derive en una banalización de la droga por parte de los jóvenes

La Guardia Civil ha intervenido durante todo el año pasado más de 17 kilogramos de heroína en el Aeropuerto de El Prat. Este aumento respecto a años anteriores pronostica que el consumo de la célebre droga de los 80 está volviendo al área metropolitana de Barcelona. Prueba de ello son los registros oficiales de la Guardia Civil en los últimos ejercicios: el cuerpo intervino en Barcelona-El Prat 6 kg en 2015; 13 kg en 2016 y 17 kg en 2017. En lo que va de año, con la última detención de dos viajeros de nacionalidad griega, que llevaban casi 12 kg, ya son 15,2 kg de droga intervenida en tan solo dos meses, casi lo mismo que en todo 2017. Unos números que han hecho que la Guardia Civil dé la voz de alerta.

Método tradicional
Hablamos con el agente Luque, experto de la Oficina de Análisis e Investigación Fiscal de la Guardia Civil (ODAIFI) en el Aeropuerto de Barcelona-El Prat. Según explica, la heroína suele ser para consumo en Barcelona, España o Europa, siendo el modo más común de transporte el de las maletas superpuestas. Este método de introducción de la droga se realiza con dos maletas idénticas que se encajan, se les introduce la sustancia por la cámara que queda entre ambas y se sellan creando así un falso fondo. “La Guardia Civil -tal y como explica Luque- tiene unos mecanismos de detección muy eficaces con los cuales al pasar el equipaje por el escáner se detecta este tipo de falsos fondos dónde viene escondida la droga. Además, muchas de estas sustancias vienen recubiertas de especias para que los perros no puedan detectarlas con tanta facilidad”. Otras modalidades de tráfico de heroína, como también de cocaína, son el transporte de cilindros rellenos de droga en el estómago y en la vagina y el adosado al cuerpo, llevando los paquetes de cocaína o heroína pegados al cuerpo entre la ropa y la piel. A pesar de la fama que tiene en las noticias el transporte de cilindros en el interior del cuerpo humano ahora se está abriendo paso una nueva modalidad de tráfico: los preservativos con droga líquida.

Aunque pensemos que es porque es más difícil que se rompa y se libere en el cuerpo la sustancia, principalmente se utiliza este método por la capacidad que tiene: mientras en un cilindro cabe alrededor de un quilo, en un preservativo se pueden introducir hasta dos y medio. Las detecciones en este caso se realizan con controles de vuelos según origen, realizándoles un cuestionario a los viajeros y al menor síntoma de sospecha se les hace una placa radiológica, donde se observa, si el individuo lleva estos cilindros o preservativos en su interior, la sustancia introducida en el cuerpo.

El protocolo a seguir por la Guardia Civil, tal y como expone Luque, es identificar la sustancia, detener al traficante o ‘mula’ por un máximo de 72 horas en el cuartel, pesar la droga bruta y remitirla al Instituto de Toxicología dónde la analizarán y pesarán para identificar su pureza y el peso real de la sustancia ilegal. Una vez completado este procedimiento, el detenido pasa a los juzgados de El Prat donde el juez decidirá si el acusado va a prisión, debe pagar una multa o queda en libertad, etc. Este proceso judicial se realiza, aproximadamente, en los cinco o seis meses siguientes a la detección y detención en el Aeropuerto de El Prat, y suele comportar penas de entre 6 y 9 años de prisión.

Más allá del ‘caballo’
Las tradicionales drogas como la heroína o la cocaína no son las únicas que viajan por el mundo. En un contexto globalizado como éste, el mercado de la droga no puede ser menos. En este sentido, según Luque, tenemos drogas de paso como el ‘khat’ que proviene de países africanos (en especial de Etiopía) y que tiene como destino principal el Reino Unido. Esta droga se consume vía oral mascando las hojas de la planta, que tienen una vida útil aproximada de 48 horas, una vez secas pierden sus cualidades estimulantes. En este caso, los tallos de la planta no van escondidos en dobles fondos de maletas ni en el cuerpo del viajero, van metidos directamente en la maleta y con el simple escaneado del equipaje se observan con absoluta claridad. El khat es de uso cotidiano en países como Etiopía o Yemen, similar al consumo de tabaco o café en España.

Tanto la heroína como la cocaína y el khat provienen en su mayoría, según el agente, de los aeropuertos de Zúrich (Suiza) y Nairobi (Kenia). La sorpresa nos la llevamos al observar un país europeo, Suiza, como foco de entrada de las sustancias a El Prat, sin embargo, suelen ser lugares de tránsito donde los traficantes realizan una escala entre vuelos y donde muchas veces la maleta va directamente al aeropuerto de destino final. La ruta por Nairobi también es debida a una escala que suele tener como origen de la droga a Doha (Catar).

La heroína, a diferencia de drogas como el khat, tiene como destino final Barcelona. Los transportistas suelen ser ciudadanos europeos o residentes en el continente a los que se les acusa de un delito contra la salud pública en el campo del tráfico de drogas.

Heroína fumada
El dato del destino final del producto implica que el consumo está aumentando tanto en el área de Barcelona como en las zonas cercanas de Francia y del resto de España, lo que hace recordar a los años 70, 80 y parte de los 90, cuando la popularidad de la heroína rozaba cotas insospechadas.

La heroína más barata entra desde África, y como hemos explicado, uno de los focos de entrada es el Aeropuerto de El Prat, pero también el Puerto de Barcelona. Lo más curioso es cómo se consume el narcótico, frente al heroinómano típico del último cuarto del siglo pasado con las venas hinchadas por los pinchazos de la aguja ha surgido, desde hace años, el consumidor de ‘caballo’ del siglo XXI: con las venas intactas y sin jeringuilla. Ahora esta droga se consume más fumada que inyectada en el cuerpo, posiblemente, por la cantidad de muertes que provocó con el contagio de enfermedades como el SIDA en las décadas de los 70, 80 y parte de los 90. Una nueva moda que, en cualquier caso, comporta exactamente los mismos peligros desde el punto de vista de la adicción y los efectos negativos en el cuerpo.

Los centros de drogodependencia del Baix no detectan de momento un repunte del consumo

La alerta policial que se desprende de los datos de intervenciones en el Aeropuerto de Barcelona – El Prat no tiene, al menos de momento, una traslación en el consumo de heroína en el Baix Llobregat. Así lo ven los expertos sanitarios que están al frente de los Centros de Atención y Seguimiento de las Drogodependencias (CAS) y que dejan, pues, un mensaje más tranquilizador en este territorio que tanta gente joven vio quedarse en el camino por la adicción a esta droga en las décadas de los ’70, ’80 y ’90.

“No detectamos casi casos nuevos de heroína”, dice Begoña De Irala, directora de Servicios del CAS Fontsanta, centro de referencia comarcal que da servicio a municipios como Cornellà, Sant Joan Despí, Esplugues y Sant Just Desvern. “Tenemos algunos casos que habían dejado de venir y vuelven; lo que sí tenemos son los que continúan en programas de metadona y, por tanto, siguen vinculados”. De hecho, este es el perfil mayoritario de los actuales usuarios: personas mayores de 40 años que tuvieron problemas en los años ’80 o ’90 con la heroína. Sí que detectan, según De Irala, algún caso nuevo que suelen ser de países de Europa del Este, en donde ahora están sufriendo una situación similar a la que España vivió en los años ’80.

Números estables
En concreto, en 2017, el centro ha atendido a 149 personas por adicción a heroína, un 19% de los 782 usuarios totales. De ellos, 335 acuden por adicción al alcohol (43%), que es la principal preocupación, 160 por cocaína (21%) y 119 por cannabis (15%), entro otros. Si observamos la evolución en los últimos años, los datos experimentan un leve aumento, pero no representan, en cualquier caso, ningún repunte destacable según la memoria anual del centro: fueron 132 usuarios por heroína en 2014; 139 en 2015; 152 en 2016 y 149, como decimos, en 2017.

Más alentadora es la evolución del CAS Sant Feliu, que da servicio a la zona centro del territorio (la capital baixllobregatense, Molins de Rei, Vallirana, Corbera, El Papiol, Cervelló y La Palma): en 2014 tenían 106 usuarios por heroína; en 2015, 90; en 2016, 85; y en 2017, según la memoria, 79. “A nivel de heroína, estamos estancados. Los casos han disminuido un poco en los últimos años”, dice Raúl Yuste, director del CAS Sant Feliu. “Estos datos concuerdan con un estudio municipal que se hizo en Sant Feliu con todos los servicios implicados para detectar puntos calientes (zonas para el consumo) y jeringuillas encontradas. El resultado fue que hay puntos calientes, pero no más de los que ya había y, de hecho, se encontraron menos jeringuillas en la calle. La realidad, pues, es que no se ha dado, como mínimo en esta zona, este repunte en el consumo. Por nuestra parte, no tenemos nuevos casos, sino que son gente que tuvo problemas en los años ’80 y que siguen en el programa”.

Estos datos comarcales van en la línea también de la evolución catalana que ha pasado de atender a unas 5.000 personas en los años ’90 a 1.500 en la actualidad, de los cuales entre el 70 y el 80% han estado en tratamiento previamente: “El impacto de esta droga marcó mucho a la sociedad y todo el mundo lo recuerda”, dice Xavier Majó, técnico de la Subdirección General de Drogodependencias de la Agència de Salut Pública de Catalunya. “El consumo de heroína ha ido bajando su incidencia y nuevos casos tenemos, pero son, no diría que anecdóticos, pero sí pocos y no se la inyectan, se la fuman”.

No perder el miedo
Una de las explicaciones a esta evolución es el miedo que se le cogió a esta droga que, además, fue de la mano de la epidemia del SIDA: “Las generaciones posteriores a la que se enganchó fuerte cogieron miedo a una situación muy deteriorada tanto física como socialmente”, dice Majó antes de matizar que la mitad de los adictos a la heroína tenían problemas con la justicia. “Se acababan muriendo y quedó muy mala prensa”. Aun así, Majo alerta de que se puede perder este miedo: “Puede pasar que después de unas generaciones esto se olvide; pero, de momento, el consumo ha ido bajando y no ha repuntado y, además, en todos los aspectos: en ingresos, en urgencias, en mortalidad…”.

Más teniendo en cuenta que el consumo es fumado o inhalado como el tabaco, el cannabis o la cocaína, respectivamente, lo que podría derivar en cierta banalización de la droga por parte de los jóvenes: “Podría pasar”, dice Majó.

“El consumo de droga de los jóvenes varía mucho, no es una cuestión estabilizada, sino que va cambiando. No obstante, desde el punto de vista de la salud pública, lo que ahora nos preocupa es el consumo de alcohol. Representan la mitad de los casos de los adictos que acuden a los CAS y, entre menores, sobre todo chicas, hemos visto un aumento del número de ingresos por comas etílicos, que no son otra cosa que sobredosis de alcohol. Sin embargo, esta droga genera menos revuelo”.

Por su parte, los directores de Fontsanta y Sant Feliu aporta sus matices: “Puede haber una minimización de los riesgos, sí. Pero el acceso no es tan fácil; es más fácil que caigan en el consumo de cannabis o de cocaína. A la heroína le tienen más respeto. Lo que sí se piensa es que, por consumirla fumada, hay un menor riesgo a la adicción; y no es cierto porque la capacidad pulmonar es muy grande y la captación es muy directa. De hecho, una de las sustancias más adictivas es el tabaco”, dice Begoña De Irala. Así opina Yuste: “Ningún joven pasaba entonces a la heroína por la vía endovenosa directamente. La mayoría de gente que está en tratamiento no empezó así; quiero decir, que el salto se da igual y es por otros motivos. El que acepta, lo acepta. Y vemos este comportamiento en los adolescentes que vienen por el cannabis y que tienen una concepción banal de esta droga, mientras que cuando le hablas de heroína te responden ‘¿Qué dices?’, como si no fuera con ellos”, explica, haciendo la analogía con el mismo comportamiento de aquellos jóvenes que acabaron en la heroína.

Atención transversal
Para evitarlo, las estrategias son diversas. Se fundamenta en una atención con dos pilares, el médico y el social. Y, de hecho, en ambos centros hay profesionales médicos, enfermeros, así como psicólogos o asistentes sociales. En este sentido, para favorecer la proximidad y la relación de confianza, en Sant Feliu han abandonado la atención por ventanilla, para hacerlo cara a cara, sin barreras: “Yo que soy enfermera y estoy en medio, les intentas derivar o al psicólogo o al médico, pero es complicado en el caso de los usuarios de heroína. Tienen que dar ellos el cambio y es complicado”, explica Yolanda Morales, enfermera del CAS Sant Feliu. “Tienen su manera de ser, su propio estigma y se ponen una barrera. Tu intentas que no y por eso hemos pasado de la atención por ventanilla a la atención directa, personal. Y hemos notado un cambio”.

Esta atención, tal y como dice Begoña De Irala, va más allá del propio usuario y, por tanto, se da asistencia también al entorno íntimo del adicto: “Este centro está abierto desde 1990 y muchos de los que trabajamos lo hacemos desde entonces; somos, pues, un equipo estable que tienen como referencia. Trabajamos con las personas con las adicciones, pero también con sus familias o gente del entorno, así como en red con otros dispositivos como el área básica de salud o servicios sociales”. En cualquier caso, comparten el éxito que ha representado el programa gratuito de suministro de metadona, así como los relacionados con el intercambio de jeringuillas en el que se les entrega un ‘kit’ para el consumo totalmente hermético lo que evita el contagio. “Estamos viendo, aun así, que el contagio ya no se da con las jeringuillas, sino con las cazoletas en las que queman la heroína. Le restan importancia y la intercambian; y ahí también queda sangre que puede contagiar enfermedades”. III

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