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¡Abracadabra!

¡Abracadabra!

Por David Aliaga Muñoz
jueves 05 de septiembre de 2019, 23:56h
Caminar fantaseando sobre qué estará sucediendo al otro lado de esa ventana que sigue iluminada cuando regreso a casa de noche; imaginar qué rareza o secreto lleva consigo la persona que está esperando el autobús junto a mí...

La parte que conocemos, no ya del mundo, sino de la ciudad, del barrio que habitamos, es ínfima. Conocemos pequeñas porciones de realidad, a menudo superficiales. Las historias que se anudan en la cafetería en la que desayunamos nos pasan desapercibidas, quedan ocultas bajo el velo de la intimidad, de la distancia que nos separa de los demás. Aparentemente, las narraciones que nos son vedadas deben de ser muy parecidas a las que nosotros mismos apartamos de la vista de los demás. ¿Pero y si lo que se nos escapase fuese más complejo? ¿Y si ese tipo que lee el periódico sentado en un banco del Parque de la Torrasa o en la Muntanyeta estuviese velando porque no percibiésemos una fractura de la realidad que amenazaría nuestra cordura? ¿Y si la chica que pasea a ese carlino tan gracioso nos estuviese protegiendo de una amenaza mágica?

Ésa es la premisa de The Magic Order: si no hemos visto nunca un monstruo, si no hemos asistido a la magia, es porque hay quien nos está protegiendo del peligro que entraña lo sobrenatural. Escrito por Mark Millar e ilustrado por Olivier Coipel, se trata del primer cómic producido por Netflix. Publicado en español por Panini, el volumen comienza con el asesinato de uno de los miembros de la sociedad secreta que da título a la obra. Una amenaza se cierne sobre los magos y brujas, y Leonard Moonstone y sus tres hijos deberán resolver el misterio y neutralizar al enemigo. Si pueden.

La asociación entre Netflix y Millar no podía resultar sino en un tebeo altamente cinematográfico, en el que cada una de las seis entregas que componen el libro puede leerse como si de un capítulo de una serie de TV se tratase (y así podremos verla dentro de poco). El ritmo y la gestión de las intrigas hace que The Magic Order se lea con fruición. Además, el universo fantástico que el autor escocés teje bajo el nuestro es sugerente, Millar y Coipel logran impregnar la obra de misterio, e invitan al lector a descorrer velos página a página.

Sin embargo, quienes esperasen leer a un Millar en la tradición de los autores británicos que en los noventa trenzaron ocultismo y literatura en las viñetas de obras como Hellblazer, se sentirán decepcionados. The Magic Order es un tebeo gráficamente exuberante y muy entretenido, pero falto de profundidad.

Con todo, la brillante explotación que los autores hacen de las posibilidades que la boda (alquímica) entre texto e ilustración ofrece para la representación de la magia nos situará frente algunas páginas que nos envolverán hasta hacernos creer que la maravilla existe, y que la Orden ha fallado esta vez en su intento de mantenernos con los ojos vendados. III

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