Se salvan vidas a domicilio, razón aquí

Mediodía del domingo 2 de julio en el barrio de Montemar, en Castelldefels. Jordi y Mariluz, ambos de 60 años, y sus hijos están a punto de empezar a comer. Jordi
lleva todo el día sintiéndose regular, pero ya se le está pasando. “No será nada”, piensa. Cosas de los calores del verano. La mesa ya está puesta, los comensales empiezan a acudir. Jordi va a la cocina antes de sentarse a y, sin aviso previo, cae desplomado al suelo. De golpe. Parece sin vida. Todos gritan
.
Al otro lado del patio comunitario, casi puerta con puerta, Patxi y Noemí, una pareja que de Mossos d’Esquadra de la comisaría de Sant Boi, ya han acabado de comer y están disfrutando del domingo, con ropa cómoda y chancletas como mandan los cánones de la canícula estival. Noemí es vecina de Castelldefels de toda la vida. Patxi no, pero llevan tanto tiempo viviendo juntos en Montemar que es como si lo fuera. Mientras dan los últimos sorbos al café, escuchan unos alaridos desesperados y Cay (el hijo de Jordi y Mariluz, sus vecinos y amigos desde hace décadas), entra en casa de los dos policías, desencajado, pálido, muy asustado. Algo muy grave le acaba de pasar a su padre, les explica, porque “está tendido en la cocina y no se mueve”.

-Salimos corriendo -revive Noemí-, creíamos que se había caído y tenía un golpe en la cabeza. Pero lo que se encontraron al llegar era mucho peor. Jordi había sufrido un devastador infarto y estaba en parada cardio-respiratoria.
-Jordi estaba cianótico .No respiraba y no tenía pulso -relata Patxi, que inmediatamente se puso a hacerle la Reanimación Cardio Pulmonar (RCP): respiración boca a boca y el masaje torácico. Mientras, su mujer llama al 112.
-Tenía pulso, pero muy débil -recuerda el mosso de la comisaría de Sant Boi.
Como Jordi se ha tragado la lengua, Patxi pide a la ambulancia una cánula Gueder y lo intuba para que pueda respirar. De inmediato, el personal de la ambulancia medicalizada le aplica una descarga eléctrica con el desfibrilador y le hace un electrocargiograma. José responde. Se salvará.

Cuando 15 días semanas después José se despertó en una cama de hospital no tenía ni idea de lo que había pasado. Y sigue sin recordar.

-Ha sido un milagro -explica agradecido Jordi-. Noemí y Patxi, son mis nuevos padres.

Pero en realidad no fue un milagro. Sin sus vecinos, no seguiría vivo.

-Los sanitarios que atendieron a José fueron claros: si Patxi no le hubiera practicado tan rápido y la RCP, no lo cuenta-reconoce orgullosa Noemí

Dos semanas después del heroico salvamento, la pareja se mudó a una urbanización de Vallirana.
Mediodía del 15 de agosto, en Vallirana. Patxi y Noemí están tomando café en su nueva casa, todavía no conocen a nadie en el vecindario. De repente escuchan unos terribles aullidos de dolor y de angustia. Con lo puesto -su informal uniforme de héroe- echan a correr en la dirección a los gritos. Hasta que encuentran a una chica llorando en un portal a unos 800 metros de su casa.
-Mi hermano se ha ahogado -les balbucea.

Los dos mossos saltan la valla de la casa y corren hacia lo alto del montículo en el que está la piscina familiar. El niño todavía tiene medio cuerpo dentro del agua y está convulsionando. Patxi ayuda a sacarlo mientras Noemí atiende a la madre, que está fuera de sí. El mosso practica los primeros auxilios al pequeño... Y lo salva. Como no.
-Los padres tuvieron que buscarnos porque no sabían quiénes eran esos dos desconocidos que le habían salvado la vida a su hijo -comenta Noemí-.

-Cuando esté bien del todo vamos a hacer una barbacoa para celebrarlo y me pienso comer un entrecot -sonríe feliz Jordi.
Seguramente, Noemí y Patxi también tienen otra barbacoa pendiente en Vallirana.