A pesar de que las estadísticas difieren, coinciden en que el consumo energético de internet genera más contaminación que la aviación mundial, ya que se incluyen los efectos que provoca la extracción de minerales para componentes, su fabricación y transporte.
Por tanto, aunque no nos conectemos, ya se ha generado una huella ecológica. A modo de ejemplo, se indica que para que un libro electrónico, ebook, resulte más ecológico que un libro de papel se debería leer alrededor de 33 obras digitales de 360 páginas cada una. Asimismo, un correo electrónico de una lectura aproximada de un minuto genera unos 3 gramos de dióxido de carbono si el mismo es enviado por el móvil, pero uno superior de 5 gramos si el envío se efectúa por ordenador.
Otro aspecto importante es el de las criptomonedas, que representa una oportunidad de especulación basada en la minería de datos. Consiste en disponer de miles de ordenadores funcionando de forma ininterrumpida para descifrar los códigos en los que se fundamenta el sistema. El consumo anual de electricidad destinado a la extracción de monedas digitales representa una cuarta parte del consumo anual de España.
La evidencia demuestra que a medida que aumentan los beneficios de una empresa digital crece su huella ecológica. Por ello, han surgido empresas certificadoras especializadas en conceder sellos de neutralidad de carbono a páginas web. A cambio, invierten en proyectos de deforestación por cada tonelada de dióxido de carbono producida.
La inexistencia de humo en Internet no representa una ausencia de contaminación, lo que sucede es que se genera donde están ubicados los servidores que albergan el contenido. En definitiva, se trata de reducir la contaminación que genera Internet cifrada en el 2,5 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono.
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