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Los reencuentros agosteños
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Los reencuentros agosteños

Por Lluis M Estruch
lunes 29 de agosto de 2022, 13:37h

He visto a un antiguo amor, tras muchos años sin verla, ni saber de ella, entre los pasillos de un supermercado santboiano, -ella con dos amigas-, tras reconocernos, hemos seguido ocultándonos deliberadamente tras los abundantes obstáculos y pilas de artículos ofertados.

Éramos pocos, estábamos en los primeros días de agosto, en los que yo solía cumplir mi aniversario, volando hacia el extranjero, así me ahorraba la pesada celebración del cumpleaños. Tras el Covid, me invadió la desgana y así ocurrió el inesperado reencuentro de agridulces recuerdos. He salido del supermercado sin las hojas de afeitar que precisaba, y todo para evitarme la previsible indiferencia de M. que tal vez, ni contestaría a mi saludo.

Agosto, mi mes natalicio, tiene esto; el calor, los cierres por vacaciones y los horarios reducidos, nos concentran en los escasos lugares que permanecen abiertos. Así ocurrió con los Hnos. P., compañeros de internado, años sin tener una larga conversación, saludos fugaces y poco más, pero ahora en la terraza del bar hablamos de música y viajes, y nos despedimos reconfortados de sabernos íntegros y con buen humor. Pero no todo en Agosto, sigue tan trivial e inofensivo; oscurece y paso con mi bicicleta por una calle, donde reconozco a F. el último presidente de un Ateneo (1905) arruinado, que fue a concurso por deudas; rehusó el Ayto. su derecho preferente a adquirirlo (67 M ptas) y finalmente lo compró en 2014, permutando sus terrenos industriales (7221 m2) de 6 M de euros por un Ateneo (2082 m2) valorado en tan solo 1 M de euros. Hoy, paso por el Ateneo en ruinas y en manos de un grupo reducido de hijos de VIPS locales y me acuerdo del dicho del “negocio de Roberto con las cabras”.

F., su expresidente, tira su bolsa de basura en el contenedor y vuelve en pantalón corto a su piso, donde vive en paz y sin molestas reclamaciones de ningún tipo. Cuando pasa por delante del destrozado Ateneo, ¿tendrá algún remordimiento? o como gran farsante que es, se dirá, “esto lo arreglaría yo…” o un desaprobador, “tantos años y sigue en ruinas, me necesitan”. Al verlo, he escupido en una papelera. Toca hacer cola en uno de los escasos cajeros bancarios que nos quedan; un conocido me da un codazo y susurra que uno de los colistas es L. un constructor que en 2008, dejó muchas obras inacabadas y a muchos clientes defraudados. Con un aspecto juvenil y pulcro, va acompañado de una chica, mi informante susurra, “al tener las cuentas embargadas, debe ser ella la que saca el dinero” será así, porque él como exbancario domina todos los trucos y picardías. Cuando se habla de L. y sus líos, siempre se añade, que hay “vacíos legales” y que “la justicia es lenta..”. Sin embargo pulula por S. Boi e incluso mantiene una actividad discreta, según me informan.

No estamos en Colombia, somos una sociedad calmada y quieta ante muchos desafueros que se cometen entre nosotros, que se conocen y que no se penalizan lo suficiente de manera rápida y eficaz. Vivo cerca de la antigua casa de M. un jovial bancario que estafó a los “ricos” del pueblo con inversiones fantasiosas y acabó sus días en paz; hoy es un recuerdo, pero confirma lo que decía mi padre, “en este país, si estafas, no devuelves lo estafado…” parece ser que en otros, hay mayor rigor. En agosto, el BOE, publica “avisos aviesos” del gobierno, con la idea de que pocos los adviertan. Todo un símbolo, aún con crisis, guerra y desgobierno. Uno se encuentra en agosto con reencuentros forzados e inesperados; como si estuviera solo y desnudo en la playa del Prat y de repente, le aparecieran en cueros, personajes incómodos y olvidados que hostigaran.

¿Qué hacer? coger un avión, como recomendaban “Peter, Paul and Mary” en su canción y salir en pleno agosto de vacaciones.

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