Algunos expertos consideran la peor sequía en Europa en 500 años y los pronósticos no son nada alentadores para los próximos años.
A todo ello, hay que sumar la pérdida de miles de vidas humanas provocadas por estos aumentos de las temperaturas. Mayores de sesenta años con alguna patología crónica y sin recursos para protegerse del calor en casa o en el trabajo, este es el perfil de los más vulnerables a estas temperaturas extremas, personas cuyo organismo no ha podido superar esa situación.
Los expertos han señalado como características nuevas de estas olas de calor su larga duración y su presencia en lugares donde hasta ahora no se habían registrado. Lo peor ocurrió en el sur de Francia, Portugal, y especialmente en España, donde los incendios descontrolados han arrasado entornos naturales de gran valor ecológico. Miles de hectáreas han quedado reducidas a cenizas en uno de los peores veranos en cuanto al fuego se refiere. La escasa previsión y la falta de organización entre las distintas administraciones retrasó durante días la extinción de los incendios en muchos lugares de España.
Asimismo, el nivel de agua de los embalses se ha reducido significativamente. Los expertos anuncian unos veranos cada vez más largos de los normal y unos otoños secos y cálidos. Y en muchos lugares de la península se han aplicado restricciones de agua diarias, algo que también se está planteando en varios países europeos.
El cambio climático es un hecho incontestable. Afecta a nuestra salud, a la capacidad de cultivar alimentos, a la vivienda, a la seguridad y al trabajo.
Los científicos advierten que en los próximos veinte años la temperatura del planeta superará el umbral de 1,5 grados. Con los compromisos actuales de reducción de emisiones de los países, no se conseguiría bajar la temperatura, sino que se sobrepasaría también el límite de dos grados, lo que empeora todavía más las previsiones.
La crisis energética y la crisis climática tienen las mismas causas, que son los combustibles fósiles, la única vía para solucionar ambas es la reducción de su uso.
La acción climática requiere importantes inversiones financieras por parte de gobiernos y empresas. Pero la inacción climática es mucho más cara.
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