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El gran inversor nunca llama dos veces
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El gran inversor nunca llama dos veces

viernes 04 de noviembre de 2022, 13:30h

El gigante de la alimentación de proximidad ‘Ametler Origen’ barajó desplegar en el Delta el Agroparc que finalmente levantará en Gelida. Mejorar la productividad y la sostenibilidad de los cultivos obliga a tecnificar las actuales explotaciones y eso requiere seguridad jurídica

Es la historia de lo que pudo haber sido y no fue. O peor, el vaticinio de lo que puede acabar siendo el Parc Agrari del Baix Llobregat: una reliquia improductiva. No hay constancia oficial, pero es un secreto a voces entre los payeses y los ayuntamientos del Delta. Hace no demasiado tiempo, el rey Midas de la venta de productos frescos de proximidad –Ametller Origen– se interesó por la reserva agrícola metropolitana. El poderoso grupo tenía ya en mente su Agroparc (un clúster agroalimentario en el que converge toda la pirámide -agricultura, ganadería e industria- en un equilibrio sostenible) y el enclave deltaico parecía cumplir con las expectativas.
Pero, ¡ay!, lamentan quienes conocieron de cerca la operación, en cuanto los promotores supieron que sobre los fértiles sembrados de la desembocadura del Llobregat pesaba la espada de Damocles de una futurible ampliación de las ZEPA salieron volando como ave migratoria (protegida o no). Y se llevaron su inversión de 180 millones de euros al vecino Alt Penedès (entre Gelida y Sant Llorenç d’Hortons), donde está previsto que en 2027 esté operativo su macro parque agroalimentario de 258 hectáreas, el primero de Europa con emisión negativa de CO2.
La agricultura del Baix Llobregat se rasga las vestiduras por la ocasión perdida. Pero no se sorprende. Es lo que hay: inversiones pendientes en infraestructuras hidráulicas “que nunca llegan” y “amenaza” ZEPA. Y encima, a Ametller Origen no le ha ido demasiado bien por el Parc Agrari. El grupo agroalimentario tenía unas generosas fincas en él pero se le inundaron dos veces (por culpa de las archidenunciadas carencias y del temporal Gloria) y “perdió las cosechas”, explica Baldiri Ros, presidente del Institut Agrícola Sant Isidre. Y la marca se deshizo de los terrenos y puso pies en polvorosa. Ya solo conserva algún pequeño bancal en Viladecans. “Poca cosa”, asegura Ros. Toda una reveladora declaración de intenciones.
La ‘espantá’ de Ametller tiene sentido (empresarialmente). Mejorar la productividad de los cultivos y a la vez hacerlos sostenibles obliga a tecnificar las actuales explotaciones, con el desembolso económico que conlleva. Y eso requiere seguridad jurídica, capacidad de maniobra y visos de rentabilidad y viabilidad, algo incompatible con la declaración de ZEPA. Lo peligroso es que cunda el ejemplo del Agroparc de Gelida y los posibles inversores del sector agroalimentario dejen de interesarse por el Delta y acaben asentándose en otros enclaves con más garantías y mejores perspectivas.
El consejero delegado de Ametller Origen, José Ametller, define su clúster del Penedès como “una simbiosis entre la agricultura extensiva y la tecnificada, la ganadería y la agroindustria y las energías renovables”. “Es un cambio de paradigma en el sector alimentario,” postula el cofundador de la firma.
El Agroparc de Ametller Origen generará una actividad productiva de 433 millones de euros y creará unos 3.100 puestos de trabajo, directos e indirectos. Es el futuro. “El Parc Agrari es mejor emplazamiento que Gelida porque el mercado está aquí”, argumenta Ros. Pero no fue el elegido. Y reniega porque teme que el territorio no goce de una segunda oportunidad para dar el gran salto cualitativo que precisa para sobrevivir si crecen las ZEPA. Lluís Solanas, de la cooperativa agraria de Sant Boi coincide: ”Si no hay voluntad política va a ser muy dificil que vengan empresas agrarias”. Y eso significa la extinción.

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