En paralelo, la subida de tipos, del IPC, de los precios y de la desbocada inflación, unida a la caída del empleo y de las previsiones de crecimiento económico han generado inquietud en los ciudadanos, que piden soluciones y no acaban de fiarse, porque temen por sus bolsillos.
En mitad de tanta tensión han saltado a la palestra dos formas opuestas de hacer frente a la crisis desde los gobiernos: subir impuestos y la fiscaliad -o crear nuevas figuras impositivas, como “a los ricos o a la banca” que se propugna desde la bancada de la izquierda- o bajarlos (sucesiones, patrimonio, IRPF...) como ha abanderado el PP con algunas adhesiones externas. Los que siguen apretando el cinturón tildan a los que bajan impuestos de populistas y electoralistas, y estos hacen lo propio con los primeros, a los que acusan además de aprovechar el aumento de la recaudación para alimentar a las redes clientelares que les garanticen la reelección. Y en mitad de este dislate, los ayuntamientos de Baix Llobregat y el de L’Hospitalet se han plantado y han decidido congelar los tributos municipales. ¿En manos de quién debe estar el dinero cuando es un bien tan escaso: en el de los gobiernos o en el de los ciudadanos? ¿Qué es electoralista y qué no lo es? El Debate está servido.