Hace dos días se decidía en las urnas el futuro inmediato de los municipios de este país. Unas elecciones de gran trascendencia por tratarse de las primeras tras la enorme sacudida que supuso la pandemia y, por tanto, las primeras en las que entraban en liza los diferentes modelos que desde lo local se proponen para la transformación de nuestras ciudades en un contexto nuevo, lleno de retos sociales, económicos y medioambientales.
En este sentido, el veredicto de las urnas no deja lugar a dudas: el modelo de progreso basado en la justicia social y en una prosperidad sostenible que representa el PSC ha sido el más votado en el conjunto de Catalunya. A la espera de lo que suceda en Barcelona, en la que las fuerzas progresistas suman mayoría, el partido liderado por Salvador Illa recupera Lleida, Tarragona y Girona, y afianza su poder en el área metropolitana.
El avance del PSC ha tenido en Sant Boi uno de sus mejores ejemplos: la candidatura liderada por Lluïsa Moret no solo reedita, sino que refuerza su mayoría absoluta con 16 de los 25 regidores del consistorio. La renovación de la confianza del electorado samboyano en el programa de gobierno socialista permitirá consolidar y en muchos casos culminar la transformación que nuestra ciudad está experimentando a partir de una política de consensos y alianzas con los agentes sociales y económicos del municipio y con el resto de administraciones.
En clave de país, los resultados obtenidos por el PSC en estas municipales hablan por sí solos del fin del viaje del independentismo iniciado en 2011 y apuntan a un nuevo y necesario objetivo, que no es otro que la recuperación del gobierno de Catalunya. El relevo socialista en la Generalitat permitiría volver a gestionar servicios esenciales como la educación, la sanidad o la atención a la gente mayor, temas clave para un momento que necesita de una política útil basada en el diálogo y el pragmatismo, que necesita en definitiva recuperar el sentido de gobernar en aras del progreso y el bienestar de todos y todas.