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Opinió

Por Mossèn Xavier Sobrevía
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
La Iglesia Católica, desde hace cuarenta y seis años, celebra la “Jornada Mundial de la Paz” el primer día del año. El Papa, por este motivo, ha escrito un mensaje titulado
“Bienaventurados los que trabajan por la Paz”.
Benedicto XVI advierte que “los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión” son un peligro para la paz al igual que “el terrorismo y la delincuencia internacional”. También indica que son alarmantes las crecientes desigualdades entre ricos y pobres, el predominio de una mentalidad egoísta e individualista y el capitalismo financiero no regulado.

“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”, dice Jesucristo en el sermón de las “Bienaventuranzas”. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre y, en cierto modo, coincide con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda.

Por eso es tan importante poner empeño en trabajar por la paz. Pero la paz no se consigue de cualquier manera. El Papa señala que hay una condición previa: “el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral”. Este cierra las puertas al reconocimiento de la ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. Sin ese reconocimiento, al final, los derechos humanos no tendrían un fundamento sólido.

Numerosas son las personas que trabajan por la paz. Una paz que es posible. Es necesario, ante tantas guerras y amenazas de guerras, un renovado compromiso en buscar el bien común, el desarrollo de todos los hombres y de todo hombre. Un camino que “pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiple aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su final natural”. Benedicto XVI se pregunta “¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del medio ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido?”

Se puede y se debe trabajar por la paz desde todos los ámbitos. Los modelos de desarrollo económico, político, social y cultural son fundamentales para promover la paz. El Papa, sin embargo, insiste en “el papel decisivo de la familia, célula básica de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político”, y también en la importancia de la educación, especialmente de la educación para la paz que dan las comunidades religiosas. El encuentro con la verdad y el amor de Cristo promueve el trabajo por la justicia, la libertad y el amor que hace brotar la paz personal y social.||
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