No hay relevo generacional y los hermanos Bosch -Assumpta, Baldiri, Joan y Constància (hay un quinto con una vida profesional alejada de la hostelería)- se jubilan. El Bar Bosch dejará de servir “el mejor café con leche de Sant Boi”, como asegura una clienta, desde la barra del local situado en la calle Eusebi Güell (justo al lado de la plaza de les Forces Armades), en la planta baja de la casa familiar. También desde esta esquina del barrio de Marianao, el Bosch ha sido testigo de la evolución social y urbanística desde los años 50 de una ciudad metropolitana como Sant Boi, pegada a Barcelona por el flanco sur.
Assumpta y Baldiri, los hermanos mayores, no recuerdan con exactitud cuándo empezó todo pero sí atribuyen a sus abuelos, Venanci y Caterina, la primera idea, aquella que iluminó el camino de la familia. En Can Bosch se dedicaban a la payesía, cultivaban manzanas, en el Marianao de hace más de siete décadas.
La casa, inserta en un paraje natural en la falda de la montaña de Sant Ramón (y en el que nadie podía atisbar entonces el actual paisaje urbano) era una especie de frontera. El Sant Boi del ‘casc antic’ quedaba lejos y Can Bosch, en las afueras, representaba a los payeses que compartían espacio con las imponentes casas en las que veraneaban los burgueses de Barcelona a finales del siglo XIX y principios del XX. Un lugar de tránsito para veraneantes, excursionistas y cazadores al que los abuelos de los actuales propietarios del bar supieron sacar partido. “Esas personas pedían agua u otras bebidas, un vaso de vino, café...”, explica Assumpta, la hermana mayor. ¿Por qué no crear una especie de chiringuito para ellos? Todo empezó así, con un “pequeño mostrador”. Benanci y Caterina pusieron la primera piedra de su ‘xiringuito’ improvisado, que abría principalmente los domingos.
El padre de los hermanos Bosch, de nombre Baldiri, con más olfato para los negocios que su progenitor fue el encargado de dar al local su dimensión actual. “Nuestro padre siempre tuvo más visión y quería engrandecer la idea”, relata su hija. El patriarca se encargaría de dar la forma definitiva al establecimiento a partir de 1962.
Las vidrieras que actualmente lucen en la fachada de la planta baja se colocaran diez años antes, justo cuando vino al mundo Baldiri hijo. Su madre, Maria dels Àngels, siempre explicó que sufrió los dolores de parto al compás de los golpes que hacían los trabajadores para instalar los amplios y característicos ventanales.
Esta segunda generación Bosch tuvo la suerte de cara. La llegada a la plaza de les Forces Armades del primer autobús de la compañía Oliveras explosionó la edad dorada del negocio familiar. Gente de Cornellá, Almeda o L’Hospitalet había comprado pequeños terrenos para cultivar o edificar una barraca en can Paulet o Can Carreras, no demasiasdo lejos de la plaza. Y se convirtieron en clientes asiduos del bar.
El entorno natural que rodeaba al bar en los años 50 fue dando paso progresivamente a otro urbano y bullicioso. Durante los años 60 y 70 del siglo pasado, las quinielas, la prensa y el helado de los domingos hicieron del ‘Bosch’ el centro neurálgico de la vida social de Marianao. Osasuna.”
Oportunidad y choque cultural
La hermana mayor de la saga reconoce que la llegada a Sant Boi de familias procedentes de otros puntos de España supuso una oportunidad económica para el negocio. Pero también un cierto “choque cultural” para los adolescentes Bosch, que desde muy jóvenes se implicaron en la marcha del bar. Baldiri (hijo) lo recuerda así: “Venía una cuadrilla de ocho o nueve trabajadores. Y cada uno de ellos tenía que invitar a una ronda. Así que podían pasarse dos o tres horas bebiendo y hablando. Señor Baldiri, decía uno de ellos, cuando el resto no quería beber más, ¡traiga otra ronda y lo que sobre o no quieran beber éstos ¡a las alcantarillas!”, rememora.
Era gente que hacía vida de bar, añade Assumpta. “Para nosotros era una forma de vivir diferente porque los de aquí éramos más discretos, vivíamos más dentro de casa”. Y añade: “Nosotros vivimos de la gente que vino de fuera”. Los Bosch se enorgullecen de haber sido un punto de síntesis y encuentro para las dos sociologías que marcaron la historia de Catalunya tras la inmigración masiva del campo a la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo XX. “Cambiamos de idioma sin problemas y la gente nos ha querido, los de aquí y los de otros sitios. El bar ha sido nuestra vida”, sentencian. Sí, para los actuales propietarios, el bar ha sido su vida. En este sentido, el histórico local también simboliza una forma de vida del pasado: la de la implicación de varias generaciones familiares en un mismo cometido. “La de horas que pasábamos trabajando... podíamos estar fuera con los amigos jugando pero mi padre nos llamaba y a trabajar. Porque la cola para hacer la quiniela era larguísima y se necesitaban manos”, revive la hija mayor.
Sin máquina alguna o tecnología de ayuda, los jóvenes Bosch comprobaban, revisaban, ordenaban las quinielas y luego trasladaban la ‘valija’ o recaudación a Molins de Rei. La jornada laboral de los más jóvenes de la familia se extendía a los domingos con la venta continua de helados. Sin olvidarse de la prensa. “Nos hemos ido adaptando a los tiempos”, concluyen los hermanos. Han sabido dar al cliente de cada época lo que necesitaba. Y entrelazando complicidad con los vecinos.
Durante una época, los Bosch vendieron leche a granel. “Mi abuela hervía la leche a algunas vecinas para que no se les cortara en verano cuando no había neveras. Cuando aquellas mujeres volvían a casa después de trabajar, recogían la leche ya lista para sus hijos”. Otro recuerdo: “Cuando nuestros amigos o vecinos bajaban hasta l’Ateneu para ir al baile se paraban aquí, entraban en el patio y se cambiaban de zapatos manchados de barro porque las calles no estaban asfaltadas. Ahora eso no sucedería. Abrir así las puertas de tu casa... Es impensable”.
La mirada de los Bosch se tiñe de nostalgia al recordar el tiempo vivido. “Hemos estado aquí para toda esa gente, esa que aún lee el diario en papel. Pero todo acaba”. El 31 de diciembre del 2022 los hermanos echarán el cierre. Será la última Navidad de la familia Bosch regentando el emblemático bar. Un local que ha cabalgado a lomos de la transformación urbanística espectacular de Sant Boi, que ha dado cobijo y buenos ratos de conversación a diferentes generaciones de samboyanos y que ha prestado sus mesas para la deliciosa lectura de la prensa dominical. Replegado en la misma esquina de siempre, sus luces se apagarán, puede que a la espera de otros que desee recoger el testigo como observadores privilegiados en la ciudad de los cambios que están por venir.