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Restricciones saludables, pero sin postureo
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Restricciones saludables, pero sin postureo

viernes 03 de febrero de 2023, 12:00h
La implantación de las Zona de Bajas Emisiones (ZBE) es algo imparable y, en su justa medida, plausible

A lo largo de este año, se van a incorporar al área de restricciones ya vigente (la delimitada por las Rondas de Barcelona –que incluye todo el término municipal de L’Hospitalet y parte de Cornellà y Esplugues- y el centro de Sant Joan Despí) cuatro nuevas en Castelldefels, Viladecans, El Prat y Sant Boi, en cumplimiento del decreto del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), que las hace obligatorias en los municipios de más de 50.000 habitantes. En principio, las ZBE de estas cuatro ciudades deberían haber entrado en funcionamiento el pasado día 1 de enero, pero se carecía de cobertura legislativa necesaria, algo que el ministerio no solventó hasta finales del año pasado, concediendo de facto una prórroga. Como casi siempre, las cosas de palacio van despacio y, a la postre, los pomposos anuncios políticos poco maduros a quien acaban poniendo contra las cuerdas es a los técnicos encargados de llevar a la práctica las ideas concebidas en los despachos. Pero más vale tarde (o con prisas) que nunca.

Pero hecha esta salvedad, bienvenida sea la ampliación de las nuevas ZBE metropolitanas si traen consigo la mejora de la calidad del aire y la reducción de la contaminación como marca su ADN. “La contaminación mata”, como aseguran los neumólogos y como se ha encargado de recordar en esta edición de El Llobregat el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Sant Boi, José Ángel Carcelén. Y esta es una realidad irrefutable.

Lo que no está tan claro es que la medida sirva también para atajar de forma ostensible y notoria el cambio climático, ese del que tanto se habla y del que parecen ser siempre los responsable los ciudadanos de a pie, pero nunca los ricos y poderosos del planeta. No olvidemos que la flor y nata de las élites mundiales acudió a mediados del pasado mes enero al foro de Davos (Suiza) para hablar sobre el clima y las desigualdades económicas en jets privados que emitieron en una semana tanto CO2 como el que producen 350.000 automóviles haciendo 750 kilómetros. Ahí es nada, como denuncio Klara Maria Schenk, portavoz de la campaña de movilidad europea de Greenpeace. Y España fue de los países que envió más aviones contaminantes, auténticas “bombas climáticas”, según Schenk, a tierras helvéticas.

Ante estas evidencias numéricas resulta comprensible que todo lo relacionado con el cambio climático suene un poco a postureo de salón. Especialmente, a los propietarios de los demonizados (por contaminantes) coches viejos –de esos sin etiqueta- que tienen problemas para sustituir su vehículo por uno más respetuoso con el medio ambiente –y la salud de la ciudadanía- pero inalcanzable para muchos bolsillos por sus desorbitados precios. Y es que, en los concesionarios un coche “cero emisiones” (eléctrico o híbrido enchufable) puede costar casi el doble que un vehículo con motor de combustión térmico de la misma marca y modelo.

Con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina resulta bastante impopular implantar una ZBE, que como muchas otras decisiones de los consistorios acaba siendo vista por los votantes como sinónimo de sanción y multa discrecional. Tal vez por eso haya sido difícil –con alguna salvedad- que los responsables políticos de las nuevas ciudades con restricciones se hayan ‘mojado’ a la hora de definir los límites de las áreas de exclusión para vehículos sin etiquetas. No obstante, lo que sí se han arriesgado a desvelar información han asegurado a El Llobregat que los proyectos vendrán acompañados de un más que loable paquete de medidas sociales, con ayudas y subvenciones para compensar a los damnificados con pocos recursos que precisen reemplazar su ‘tartana’ y que tengan la perentoria necesidad de moverse con vehículo privado.

No cabe duda de que el aire de las urbes metropolitanas debe ser más respirable, cuanto más mejor, y que ir en bicicleta es muchísimo más sano y recomendable que desplazarse en coche. Por descontado. Pero carece de sentido el reduccionismo de criminalizar a los automóviles, culparles de todo y hacerles la vida imposible, como parece ser la máxima en algunas capitales. Porque un coche atascado –por falta de carriles, por ejemplo- es más contaminante que uno que circula con cierta fluidez, y porque ni pude llegarse a tiempo a todos partes pedaleando ni el transporte público es siempre una alternativa viable. Se imponen la mesura y la cordura. Eso no resta méritos -al contrario- al notable esfuerzo regulador y pedagógico que están haciendo los municipios y el Área Metropolitana de Barcelona (y que van a seguir haciendo vía futuras campañas de comunicación) para que la reducción de la polución de las ZBE se nos haga tan llevadera como saludable.

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