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Refugiado en un sótano de los constantes bombardeos rusos, Eugenio no se resignaba a morir como una rata. Ahora trabaja como conserje en la escuela El Garrofer de Viladecans
Refugiado en un sótano de los constantes bombardeos rusos, Eugenio no se resignaba a morir como una rata. Ahora trabaja como conserje en la escuela El Garrofer de Viladecans (Foto: Freepic.es)

Réquiem por Ucrania: "Hablar español me salvó de la guerra"

sábado 15 de abril de 2023, 20:00h
Qué se puede hacer para huir de una guerra? Cuando todo se mueve a tu alrededor, ¿es mejor estar en movimiento o quedarse quieto? Yevgen o Eugenio, es la traducción de su nombre ucraniano, decidió no parar de moverse. De hecho, es lo que había hecho siempre.

Dar saltos vitales por el planeta; vivir y trabajar más allá de su ciudad natal Severodnezk, en la región de Lungask. "Llevaba viviendo nueve años en Argentina y el 22 de febrero llegué a Ucrania para visitar a mi madre". Faltaban sólo dos días para que comenzase la invasión rusa. "Conocía el riesgo, el mundo hablaba de la posibilidad de que Putin ordenara la invasión, pero mi madre había sufrido un ictus cerebral y quería verla".

Y la guerra estalló. "En aquel momento, no te puedes creer lo que ven tus ojos. En el siglo XXI una guerra en tu país. Rusia atacando Ucrania; como si Madrid de pronto bombardease Barcelona". Madre e hijo se escondían durante los bombardeos en el sótano de la vivienda familiar.. Vivían en uno de los barrios más antiguos de Severodnezk, donde predominaban los edificios bajos. "Los primeros bombardeos afectaron en primer lugar a los edificos altos. Así que estuvimos a salvo al principio de la guerra y aún teníamos electricidad, calefacción y agua caliente".

Pero refugiados en el sótano, Eugenio pensaba: "No quiero morir como una rata". Volvió a ponerse en movimiento. "Teníamos que ser evacuados. Miles de vecinos míos, de mi ciudad, seguimos las instrucciones de las autoridades. Había que armarse de paciencia. Había pocos trenes, los horarios eran estrictos y todo podía cambiar como consecuencia de los bombardeos. Fueron días muy duros, de espera, de nervios.".

En la memoria vital de Eugenio hay grabadas tres fechas que permanecerán para siempre: el 11 de marzo del 2022: madre e hijo abandonan su ciudad natal, Severodnezk, e inician la la evacuación. El 18 del mismo mes: la madre de Eugenio, Ludmila Troshina, muere. Y el 30 de marzo del 2022: Eugenio llega a la estación madrileña de Atocha.

Volvamos a aquel 11 de marzo. "50 horas de tren, a oscuras. Mientras avanza el tren, fuera explotan las bombas. Es el sonido que te acompaña durante el trayecto". La primera parada fue Slavijansk. "No conocíamos la ruta, ni el itinerario. Supongo que por seguridad". Los actores internacionales a través de las embajadas, las ONG y entidades sociales de todo tipo, sumaron fuerzas aquellos días oscuros. Colaboraron con las autoridades locales en las tareas de evacuación. Fue el caso de la iglesia evangélica que acogió a Eugenio y su madre en un 'hostel' durante días. Compartían habitación junto a otros refugiados: Tatiana, Anatoni, Margariga.¿Qué será de ellos? "Algunos optaron por irse a Polonia pero yo seguí en tren hasta Vinitza". Se fue solo. Su madre murió el día 18 de marzo y "la enterré en Slavijansk. Allí está. Notifiqué la muerte de mi madre a todos mis contactos en el teléfono. Entre ellos, mi tío, el hermano de mi madre. Y él me contestó brindándome su casa "hasta que Putin acabara de fumigar a los nazis".

Ludmila Troshina huyendo con lo puesto de Severodnezk

"Me quedé helado- rememora Eugenio- ¡la guerra ha destrozado tantas cosas!". Su tío, que es hijo de madre ucraniana y padre ruso, ha escogido el bando invasor. "Cuando todo acabe costará muchísimo volver a tener la relación que teníamos con los rusos" El trayecto continuó hasta Rumanía, siguiendo las instrucciones de la embajada argentina que instaba a sus ciudadanos, Eugenio tiene nacionalidad argentina, a abandonar lo antes posible Ucrania.

La iglesia evangélica volvió a echar una mano a Eugenio en Rumanía. "Aquellos días todos los dioses del mundo tuvieron mucho trabajo. A mí me ayudó el evangélico". Esta entidad religiosa organizaba trayectos por autocar para 40 personas en cada uno de ellos. Esperó y le tocó su turno. "¿Dónde quieres ir, Eugenio?" España, fue la respuesta. "Hablo español, he trabajado años en Argentina, tenía contactos en España.sí, se puede decir que conocer el idioma me salvó de la guerra, me facilitó una salida".

Ludmila Troshina en una de sus últimos 'selfies' junto a su hijo Yevgen Yshinyakov durante la evacuación

El 30 de marzo llegó a Madrid. Pasó una noche acogido por la Cruz Roja y continuó su viaje hasta el sur. En Almería estuvo 6 semanas en otro 'hostel' gestionado también por la misma iglesia. El tiempo suficiente para descansar y recuperarse parcialmente del duelo por la muerte de su madre. Esta última parte del viaje lo realizó junto a un grupo de conocidos de su ciudad natal. Un matrimonio mayor y sus dos hijas. Una de ellas, Ana, es la ahijada de su madre fallecida Ludmila.

El matrimonio continúa viviendo en Almería y sus hijas optaron por Italia. Cada uno escogía una ruta, una parte de Europa donde instalarse. En el caso de Eugenio, había recuperado fuerzas físicas y recuerda haber comenzado a dormir de un tirón durante su estancia en Almería. "Me encontraba mejor y debía ceder mi hueco en el 'hostel' a otro ciudadano de mi país que lo necesitara". Así que tiró de agenda y teléfonos y el 4 de mayo del 2022 llegó a Castelldefels para trabajar en el restaurante Rayuela, al propietario del cual, le guarda un especial respeto por la ayuda que le brindó.

Ludmila en la habitación del 'Hostel' de Slavijansk donde falleció (Fotos cedidas por Yevgen Vyshinyakov)

El 22 de febrero de este año firmó el contrato con el ayuntamiento de Viladecans para trabajar como conserje en la escuela El Garrofer. Había pasado justo un año desde su llegada a Ucrania, para visitar a su madre, la vigilia de la guerra. 365 días que condensan toda una vida. Otra nueva en el sur de Europa mientras la frontera al este del viejo continente se desangra. III

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