Que nos hablen de la puñetera realidad
miércoles 19 de noviembre de 2014, 23:05h
A poco más de seis meses de las elecciones municipales, todavía espero que los candidatos a ser alcaldes y alcaldesas comiencen a hablar de la puñetera realidad. La política municipal no entiende de eufemismos, de proyectos quiméricos, de sueños sentimentales.
Hablar sobre los problemas y propuestas para las ciudades y pueblos no permite dar vueltas a los temas con expresiones o frases más o menos bien construidas. La política local exige un buen diagnóstico de los problemas, gestionarlos con inteligencia utilizando toda la empatía posible y, sobre todo, tener un proyecto. La política de proximidad supone pisar la realidad y en los ayuntamientos no se pueden hacer trampas al solitario.Me gustaría que nuestros políticos locales hablaran más de lo que realmente preocupa a los ciudadanos. El empleo, la vivienda, el transporte y la educación son los principales problemas de las familias, que ven cómo han bajado sus salarios, cuando los tienen.
Un ejemplo es el precio del transporte metropolitano: el coste de los títulos más utilizados se ha encarecido un 23% en los últimos tres años. La gente sabe que vivir en una ciudad con servicios de calidad tiene su coste. El problema radica en que el transporte es un derecho básico y se ha convertido en un producto de lujo para muchos.
Ni un joven en casaPero el problema más acuciante es la exclusión que sienten miles de jóvenes que no pueden acceder al mercado laboral y los parados de larga duración, en su mayoría mayores de 45 años. Más de la mitad de los jóvenes se encuentra en esa situación y eso lamina sus esperanzas, su sentimiento de pertenencia y su compromiso con el lugar donde viven. El objetivo de la política local también debería ser que ningún joven se quede en casa sin hacer nada. Todos deben estar trabajando o formándose. La población con rentas medias no para de caer. Entre otras razones, porque los salarios han bajado en Cataluña un 25% de media desde 2009 y han perdido un 10% de su poder adquisitivo. Todos estamos sufriendo la crisis en esta sociedad en la que la lógica exclusiva del beneficio económico hace que los que menos tenían son los que más pierden.
Oxfam Intermón asegura que el 1% de los más ricos de nuestro país tienen tanto como el 70% de los ciudadanos, y sólo tres individuos acumulan una riqueza que duplica la del 20% más pobre de la población. Todo puede empeorar y poner en peligro la cohesión social a escala local porque la galopante desigualdad amenaza con romper la convivencia. Todos corremos el riesgo de que la Gran Barcelona en la que nuestra comarca está inmersa deje de ser la metrópoli optimista, próspera y con futuro que ha sido en los últimos 35 años. Soy de una generación que nos sentimos hijos de aquella Gran Barcelona, abierta, integradora, que repartió subsedes olímpicas y que nos hizo vibrar con un proyecto compartido, construido con la complicidad de todos hasta colocarnos en el mapamundi.
Renovación en las listasNecesitamos que tanto en Barcelona como en nuestras ciudades y pueblos del Llobregat se presenten proyectos bien definidos y compartidos y con liderazgos enérgicos que abran un nuevo tiempo. Unos liderazgos que vuelvan a enarbolar proyectos comunes en los que todos nos sintamos comprometidos, desde municipios más igualitarios, abiertos, creativos y avanzados. Y que juguemos en equipo junto a la Gran Barcelona, que es mucho más que la capital de Cataluña: es una capital del mundo.Tengo la esperanzada ilusión de que desde el próximo mes de mayo se podrán establecer nuevas complicidades a partir de la renovación en nuestros ayuntamientos.
Una renovación que debe producirse, primero, en las listas que empiezan a confeccionar ahora los partidos y agrupaciones electorales. Nos enfrentamos a escenarios muy complejos. Hemos de desconfiar de los profetas de un mundo feliz tras un divorcio y de los sacerdotes del statu quo actual. En ambos casos, sus pronósticos no impugnan el rigor de los análisis: no vamos bien. Acepto que nadie tiene un modelo fiable de mejora. Pero más temerario es no elaborar modelos de futuro solventes, porque si persiste esta dinámica frentista corroída por la corrupción, no sabremos hacia dónde vamos. Creo que las medidas personales tienen una notable influencia en la política local. Gramsci lo dejó dicho: “Frente al pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”. Querer hacerlo ha sido la historia de la Humanidad.Hoy muchos de nuestros ayuntamientos viven de inercias y corren un doble riesgo: diluir las identidades de sus pueblos y ciudades, su fuerza, por ausencia de proyectos y de liderazgos. Hay que recuperar la complicidad y el compromiso de los vecinos con sus municipios para que a los ciudadanos no les resulte cada vez más difícil desarrollar sus proyectos de vida. Por eso propongo nuevos pactos entre ciudadanos, ayuntamientos y sociedad civil. Unos pactos que deberían fundamentarse sobre dos principios: que los proyectos que se defiendan en las elecciones municipales de mayo respondan a las verdaderas preocupaciones de la ciudadanía. Y que los candidatos se conjuren para ofrecer oportunidades a todo el mundo, partiendo de facilitar un espacio donde la gente gane su propia libertad. Porque nuestro territorio tiene un inmenso potencial. Los datos así lo demuestran. Y porque los ciudadanos somos los verdaderos propietarios de nuestros municipios.
Lo que significa gobernarLa separación entre los ayuntamientos y la ciudadanía comenzó cuando se confundió el gobierno con la gestión. Y ha estallado cuando se ha impuesto el juego del libre mercado. Cegados por los pingües ingresos del sector de la construcción, nuestros ayuntamientos contribuyeron a la crisis hinchando la burbuja del ladrillo. No hay que confundir la gestión con el gobierno. Es cierto que la solvencia y el rigor económico son un gran activo para responder a las preocupaciones de la gente. Pero no debe olvidarse que la gestión es sólo una herramienta. Gobernar es mucho más que ofrecer unos buenos servicios. Gobernar es saber explicar el proyecto de municipio que se defiende y transformar su realidad. Gobernar significa mantener viva la convivencia, comprometiendo a todo el mundo en un proyecto común. Gobernar supone saber escuchar qué quieren los ciudadanos, dialogar e impulsar los proyectos que respondan a sus preocupaciones. Gobernar es entender que un ayuntamiento no es una empresa, sino los mandos de una sociedad a escala. Los que vivimos a orillas del Llobregat no queremos ser clientes. Somos ciudadanos y necesitamos alcaldes y alcaldesas que nos gobiernen pensando en el interés general. Ojalá que el resultado de las urnas lo haga posible.
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El transporte público, encarecido en un 23% en los últimos tres años, se ha convertido en un lujo para muchas familias de la comarca |