El Capitán BCN a nuestro rescate
martes 20 de enero de 2015, 21:59h
Como en la Unión Europea, desde las poblaciones del Baix Llobregat que integran el Área Metropolitana, necesitamos una visión compartida con Barcelona, la gran marca-paraguas de la globalización. Hemos de lograr que la confianza, la droga más poderosa que existe por la oxitocina que desprende y el favor que hace a la colaboración, se instale en la vida cotidiana de nuestras ciudades y pueblos.
Por el tipo de empresas que se han instalado últimamente en nuestra comarca o planean hacerlo, desde el segmento del lujo que representa el Grupo Puig, a la moda de Desigual o la plataforma logística de la tienda online global que es Amazon; la principal causa de inversión ha dejado de ser la proximidad del mercado español. Ahora, las empresas que se instalan en nuestras latitudes lo hacen más pensando en el mercado global y europeo. Porque la Champion mundial ya no la disputan los países, sino las grandes áreas metropolitanas en lo que se antoja un remedo de la medieval liga hanseática de las ciudades. Aunque en nuestros días el gran sector de la movilidad, donde se incluye la automoción y la logística, sigue siendo el principal motor de las inversiones en nuestra comarca por su volumen, el mayor número de proyectos atraídos por la poderosa marca de Barcelona empieza a estar relacionado con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Barcelona es mucho más que turismo e inversión hotelera, aunque se trata del principal sector económico catalán y español. La marca Barcelona ha incrementado notablemente su influencia mundial. Se trata de una marca que vende la imagen de una metrópoli de calidad de vida que incrementa su valor aspiracional y, por tanto, en la que cada vez más gente quiere estar. Ya no supone ningún freno ni la alta fiscalidad ni la burocracia ni siquiera la inseguridad jurídica que provoca cambios de legislación en sectores como el eléctrico, con las renovables como ejemplo de donde se dijo digo ahora se dice Diego. Todo eso son menudencias frente a la atracción que Barcelona genera entre los talentosos, sobre todo en dos colectivos concretos: los directivos y los jóvenes recién licenciados de todo el mundo, para los que trabajar en nuestras ciudades supone un incentivo más atractivo que el propio sueldo.
Según un estudio del IESE sobre los flujos de inversión en Barcelona entre los años 2011 y 2013, la inversión industrial, que predominó hasta el año 2007 en nuestra metrópoli, de hecho todavía existe y diversificada, “lo que nos hace diferentes de otras áreas metropolitanas europeas analizadas, pero lo que manda ya son los servicios”, asegura Lluis Torrents, coordinador del informe. Durante el periodo objeto del estudio, que se corresponde con los peores años de la crisis, Barcelona ha resistido mejor sus embates que otras áreas metropolitanas. En este tiempo, los nuevos inversores han seguido valorando las infraestructuras y el coste relativamente bajo de la mano de obra. Pero ahora ganan peso aspectos menos concretos, intangibles como las universidades, centros de investigación o concentraciones de empresas o clústeres especializadas en aspectos concretos como la salud, el e-commerce o la biotecnología, tres sectores en los que nuestra comarca tiene mucho que decir, amén de la automoción y la química.
Los intangibles de la comarca
Al igual que ocurre en Europa, ningún proyecto municipal en nuestra comarca tiene futuro de forma individual si no es desde una visión compartida con Barcelona y el área metropolitana. La Unión Europea combate hoy todavía todo aquello contra lo que nació: nacionalismos, xenofobia, populismo… mientras el maléfico euroescepticismo se ha introducido tóxicamente en los parlamentos nacionales y hasta se ha hecho fuerte en Estrasburgo. Ese avance de los enemigos villanos de la Unión pone en peligro la economía social de mercado o Estado del Bienestar del que gozamos, aún con recortes.
El proyecto europeo, al igual que la gran Barcelona en la que está inmersa L’Hospitalet y el Baix Llobregat, está siendo zarandeado por la crisis y parece pedir a gritos la ayuda de un superhéroe. Hubo un tiempo en el que la Corporación Metropolitana de Barcelona (CMB) fue sentenciada por suponer un contrapoder frente a la Generalitat. Ahora, el superayuntamiento que gestiona servicios comunes en nuestra conurbación, como el transporte, los residuos, el agua y el urbanismo, ha mutado su nombre de corporación por el de Área. Otra diferencia respecto a la era Pujol estriba en que ahora PSC y CiU cohabitan en el gobierno de esta institución supramunicial que a mi juicio está llamada a ser la Casa Gran de la metrópoli barcelonesa. Pero para lograrlo, debe ser más transparente y cercana a la ciudadanía.
No es nada personal, sólo política
Este 2015 será el año de la regeneración. En Cataluña se van a disputar el voto municipal nada menos que diez partidos, amén de agrupaciones de electores locales. Los grandes partidos de la comarca se plantean renovar sus listas y empiezan a discutir medidas éticas y de transparencia para recobrar la confianza perdida. Pero lograrlo implica recortar su poder y dejar en la cuneta del cargo público a muchos de sus militantes. Durante estos años hemos asistido sin rechistar a que las mujeres de algunos alcaldes sean colocadas en los ayuntamientos de otras ciudades donde gobierna el mismo partido; también hemos visto cuñados de concejales colocados incluso de conserjes de colegios, e incluso candidatos que figuraban en las listas municipales y que, al no salir elegidos, son contratados más tarde por empresas municipales. La relación de corruptelas de esta índole llenaría un número completo de El Llobregat.
“No es nada personal, solo negocios”, es una de las memorables frases de la película “El Padrino”, con la que los Corleone venían a explicar que los crímenes de la mafia no respondían a sentimientos personales, sino que era el método de funcionamiento de la industria del delito. Esa frase, se trasladó al terreno de la gestión pública y muchos cargos respondían “no es nada personal, solo política” cuando tomaban decisiones partidistas y del todo antidemocráticas. La política entendida de ese modo ya no es posible. Hoy ya no se puede se parar la política de lo personal porque son áreas fusionadas y todo se ha convertido en asuntos personales.
La crisis ha parido la nueva era de la confianza, donde la ética en las organizaciones, sean políticas, ciudadanas o culturales, se convierta en la cultura que impere en nuestros municipios, en una suerte de autogobernanza en la que los valores se trasladen en el día a día de forma efectiva a los comportamientos de cada uno de nuestros representantes. Hemos de lograr que la confianza, que es la droga más poderosa que existe por la oxitocina que desprende y el favor que hace a la colaboración, se instale en la vida cotidiana de nuestras ciudades y pueblos. Para las elecciones municipales de mayo me pido una sobredosis de confianza. III