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El hambre no hace vacaciones en agosto

Por Beatriz Fontseré
miércoles 22 de julio de 2015, 02:21h
Miles de familias ven el verano como el final de curso académico y, por tanto, el cierre de los comedores escolares. 150 niños de Cornellà formarán parte de casales
solidarios para que coman durante las vacaciones.
Martina es una niña de siete años que vive en un piso de tres habitaciones, un cuarto de baño y un amplio comedor en un bloque de pisos antiguo del barrio de Les Planes, de Sant Joan Despí. Su habitación tiene vistas a una pequeña plazoleta que la ha visto crecer. Con ella, conviven sus padres y un hermano mayor de 12 años. Martina parece una niña normal en un barrio normal, sin embargo, hace tres años que no estrena ropa. Su madre le consigue camisetas, pantalones y vestidos que, previamente, han llevado las hijas de sus amigas o de sus antiguas compañeras de trabajo. La mamá de Martina ya no ríe como antes, y su padre, se pasa el día fuera de casa, desesperado intentado buscar trabajo.

Martina es una de los miles de niños de todo el Baix Llobregat y L’Hospitalet que necesitan ir al colegio para tener, al menos, una comida digna al día. Sus padres llevan cuatro años sin trabajo estable. La madre de Martina trabajaba como secretaría en una empresa de Cornellà que en 2008 cerró sus puertas porque se trasladó a la Rioja y, desde entonces, ha tenido diferentes ocupaciones: dependienta, cuidadora de ancianos y, actualmente, limpiadora. No cotiza pero, dice “al menos tengo dinero para comprar comida”. El padre de Martina, en cambio, no tiene nada. Toda su vida se ha dedicado a la construcción. Dejó sus estudios para trabajar y no tiene ni el graduado escolar. Hace alguna “chapuza” que da un poco de alivio a la familia, pero nada seguro. Ninguno de los padres de Martina cobra subsidio. Ellos intentan alimentar a sus hijos y gracias a sus padres –los abuelos de Martina-, tienen lo básico para que sus hijos desayunen y cenen. “Por la mañana, leche con galleta; y por la noche, leche con galletas. Si hemos gastado poca luz o poco gas, entonces intento comprar pan de molde y hago sándwiches”. Ese es el menú de Martina cada día.

Temido fin de curso
Durante el curso escolar, las becas comedor hacen que, como Martina, muchos niños puedan comer verduras, carne y pescado, y fruta… Lo básico para disponer de una dieta equilibrada durante los primeros años de su vida. Pero cuando acaba el curso y comienzan las vacaciones, estos niños pierden esta opción. Algunos ‘espláis’ se convierten en solidarios y durante sus actividades de julio, dan de comer a esos niños que, de manera evidente, lo necesitan. También hay asociaciones, como la Fundación Pere Tarrés, que da ayudas económicas a algunos casales de verano que soliciten subvenciones para dar menús infantiles.

Incluso también hay ayuntamientos que elaboran planes concretos. En el Baix Llobregat, el más destacado es Cornellà, que durante julio y agosto dará de comer a 150 niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Y lo hará a través de casales que abrirán también durante agosto. La diferencia con otros programas es que en Cornellà, para evitar estigmatizar colectivos, estos casales tendrán niños de todos los tipos posibles, independientemente de su situación económica. De esa manera, en agosto habrá niños cuyos padres no tienen qué llevarse a la boca, pero también habrá menores cuyos padres trabajan en agosto y necesitan conciliar su vida familiar y laboral durante el octavo mes del año. III
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