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Un Papa ecológico

Oficialmente, aunque un periódico italiano filtró antes el documento, el jueves 18 de junio se presentó la encíclica ”el cuidado de la casa común” del papa Francisco. El texto describe, reflexiona y alerta sobre la situación de nuestro planeta y la responsabilidad que tenemos en su degradación o en su conservación.
El escrito del Papa es una encíclica, un documento de un alto valor magisterial y cuyo título oficial es “Laudato si”. Constituye una aportación católica de gran rango a este momento crucial para la humanidad. Con él, se aporta una visión cristiana al momento que pasa nuestra civilización y el giro que debemos dar a nuestras formas de vida y al modelo de relacionarnos con el mundo.

Se lamenta el Papa por la Tierra: “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. (…) Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.”

La urgencia de este llamamiento ético exige al ser humano planteárselo también desde su fe. El Papa constata que humanidad entra en una fase de no retorno en su relación con el planeta. Una cuestión que tiene su dimensión religiosa, pues la gran mayoría de la población confiesa a Dios como creador del universo.

El Dios bíblico mantiene una especial relación entre el Creador y las criaturas, hay una experiencia de amor y libertad con el ser humano. La situación crítica actual supone una llamada de Dios a la responsabilidad. El mandato bíblico, en el libro del Génesis de: “Dominad la tierra”, no supone que Dios autorice la degradación de una creación que ha “salido de sus manos”.

El ser humano es imagen y representante de Dios en la creación, tanto a la hora de procurarse sus condiciones para vivir como cuando cuida de la conservación de todas las criaturas. Colaboramos con Dios en la creación continua de Dios. Quizá nos pueda ayudar pensar en términos de “préstamo”, somos administradores, ecónomos que tendremos que rendir cuentas a Dios.

Sin embargo, el creyente es invitado, en primer lugar, a vivir en el asombro agradecido ante la creación. Por eso el Papa recuerda en las primeras líneas del texto el “Canto de las criaturas” de san Francisco de Asís: “Alabado seas, mi Señor”. Ser agradecidos cambia la mirada, pasamos del consumo a la contemplación. III
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