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¡Al agua, niños!
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¡Al agua, niños!

L'Hospitaleando

Por Eva Jiménez Gómez
lunes 04 de abril de 2016, 10:26h
“Si vieras a estos chavales en la calle… Nunca habrían imaginado que llegarían a tocar un instrumento”.

Quien me habla es una educadora social y se refiere a los alumnos de la Escuela de Música-Centro de las Artes de la ciudad, quienes interpretan algunas canciones antes de la presentación del libro “Participar a la ciutat. El Consell de Nois i Noies de L’Hospitalet”, editado por el Centre d’Estudis de la localidad en colaboración con el Ayuntamiento y el Institut Ramón Muntaner.

El presidente del Centre d’Estudis, Manuel Domínguez, presenta el último volumen de la colección Josefina Gómez Olivares y deja claro el papel vanguardista de la ciudad en lo que a educación se refiere, y todo lo que eso supone: “En barrios absolutamente castigados por la crisis, a veces es más importante lo que no pasa que lo que pasa”.

Una de las dos coordinadoras del libro, Carolina Batet, explica que el Consell de Nois i Noies nació en 1999, cuando entonces apenas se oía hablar de la importancia de fomentar la participación entre los menores. De hecho, esto es lo que Ayuntamiento, escuelas y sociedad civil buscan con este Consejo, que los aproximadamente cien estudiantes de Primaria y Secundaria que seleccionan cada curso se impliquen en la mejora de su ciudad en ámbitos como la cultura, el urbanismo, el medio ambiente o la cohesión social.

A juzgar por lo que explican Daniela y Cristina, dos alumnas que participaron en cursos anteriores, la experiencia y el esfuerzo por compartir lo vivido en un libro han merecido la pena. “Me parece una buena idea, porque desde pequeños somos importantes. Podemos aportar nuestro grano de arena para conseguir un lugar mejor para todos”, explica Daniela. “Me ha servido para conocer gente y hacer amigos, para conocer mejor mi ciudad y para hablar en público y dar mi opinión”, continúa Cristina, esforzándose y consiguiendo vencer su miedo escénico.

A continuación, la pedagoga Monserrat Torres lee las palabras de Susagna Escardíbul, la otra coordinadora que no ha podido asistir al acto: “Es importante creer en sus potencialidades ciudadanas y aceptar su perspectiva […]. En definitiva, hace falta motivación, colaboración y creer que es posible”.

Concluye el acto el concejal de Educación y Cultura, Jaume Graells, quien hace referencia a otro libro de la colección sobre la estrategia pedagógica de aprendizaje-servicio y avanza un nuevo encargo al Centre d’Estudis: editar otro volumen sobre las buenas prácticas educativas que se realizan en los colegios e institutos del municipio.

Que se mojen los adultos

No dudo que la ciudad sea un referente en educación ni que la administración, las escuelas y la sociedad civil se esfuercen por hacerlo lo mejor posible. Ejemplos recientes son la próxima apertura de tres nuevos grupos de P3 en los colegios Josep Maria Folch i Torres, Màrius Torres i Pere Lliscart, en los barrios de Pubilla Cases, Collblanc y la frontera entre estos y la Florida, respectivamente. El curso que viene también está previsto reducir la ratio de alumnos por profesor –de 25 a 22- en los “centros públicos de alta complejidad”, que es una forma sutil de decirnos que hay problemas y que las administraciones son conscientes de la situación.

No podemos olvidarnos tampoco de la importante labor educativa y preventiva que realizan las bibliotecas, y menos en la semana en que hemos sabido que ahora permiten a los usuarios recibir recomendaciones de música, cine y series a través de una aplicación denominada Milq. Y qué decir de las entidades que apadrinan el río Llobregat, que han celebrado el Día Mundial del Agua con excursiones lúdico-formativas en los alrededores del caudal. O de los 20 años que ha celebrado Agrupament Escolar Lola Anglada, una escuela basada en la escucha para promover una ciudadanía activa y democrática. Está claro, por tanto, que se está haciendo un buen trabajo y que hay que seguir en esta línea.

Ahora bien, cuidado con los mensajes que se lanzan, porque a veces da la impresión de que todo se resuelve con la educación, como si los menores tuvieran el deber de resolver en el futuro los problemas que los adultos somos incapaces de solucionar en el presente. ¿O por qué, me pregunto, hay tantos hombres hechos y derechos a los que no les interesa ni quieren participar en la mejora de su ciudad, y los que quieren no parecen sentirse escuchados?

Estoy pensando, por ejemplo, en la Asociación de Vecinos Independientes de Bellvitge, que este domingo se ha concentrado junto al resto de miembros de la Asamblea de Can Trabal para proponer alternativas a la construcción de 26 rascacielos en el tramo final de la Gran Vía. La mayoría considera necesaria la construcción de una residencia geriátrica y que cada bloque de pisos pueda contar con un pequeño huerto. Y lo más grave: “Pensamos que el PDU (Pla Director Urbanístic) Gran Vía Llobregat se ha desarrollado de espaldas a los vecinos del barrio sin ser consultados previamente ni tenidas en cuenta sus necesidades”.

Está muy bien lanzar a los niños al mar de la participación pública, claro que sí, pero esta debe practicarse también durante la edad adulta, o los estudiantes se olvidarán de ella en cuanto salgan del instituto. Porque la educación más efectiva no se transmite con palabras, sino con hechos, los adultos debemos mojarnos primero. Sólo así nos convertiremos en una verdadera “ciudad educadora” o, simplemente, en una ciudad coherente.

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