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Infraestructuras

Vivimos con lo que tenemos. Por regla general, los humanos nos acomodamos a las circunstancias que nos han venido dadas. Vemos como normal, lo que hemos conocido en el pasado.
En los años ochenta, hizo fortuna la expresión “Hemos llegado al Estado de Bienestar”. Una expresión grandilocuente y discutible; pero que desde entonces, en muchos medios de comunicación se ha venido repitiendo como si fuera un hecho incontestable; como si el desarrollo del país fuera un viaje en tren: próxima parada… “Pleno Empleo”. Por cierto, esa parada, la de “Pleno Empleo”, la anunció Rodríguez Zapatero en 2008, en su discurso de investidura; la crisis que nos azotó hasta el final de su mandato, se encargó de evidenciar que en el recorrido que escogió, no estaba “Pleno Empleo”.
Desde 2006, España dispone de una Ley de Dependencia o más recientemente del RDL 20/2020 de 29 de mayo sobre Renta Mínima Vital; y como estas, otras. Leyes que se aprueban y que año tras año, no van acompañadas del presupuesto necesario para atender todas las solicitudes que pretenden acogerse a esas disposiciones. En cambio sí se dispone de un tamiz de funcionarios locales, autonómicos y estatales, que filtra las solicitudes, las derivan de unos a otros, las analizan… las ralentizan y en demasiados casos, las resuelve cuando el destinatario de la ayuda, ya está muerto.
La ciudadanía, da por cierto que vivimos en un “Estado de Bienestar”. Solo cuando el ciudadano precisa de alguna de las ayudas ofertadas, advierte que la realidad no se corresponde con el nombre. Algo falla.
Con las infraestructuras del país, pasa algo similar: en los últimos años vemos como desde la Administración se intenta limitar el uso del coche particular. Barcelona, es el máximo ejemplo: se restringen los carriles de circulación, se crean más zonas peatonales, se habilitan carriles bici o directamente se impide acceder a la ciudad a los vehículos que se consideran más contaminantes. No entraremos a comentar aquí y ahora la bondad de esas políticas; solo queremos abordar un aspecto: esa decisión de limitar el uso de vehículo particular, a nuestro entender tendría que ir precedida de una mayor y mejor oferta del transporte público. Y no es así.
El Baix Llobregat, endémicamente, está muy mal comunicado entre sus poblaciones, y deficientemente, cada una de ellas con Barcelona. Por ejemplo, está bien que la carretera comarcal C-245, de Cornellá a Castelldefels se remodele y presente un trazado más agradable, carril bici incluido. Pero esa obra no va a facilitar la movilidad de las personas en la comarca. El Baix Llobregat necesita imperiosamente una conexión rápida entre las ciudades del litoral. Necesita una línea de Metro. Sí, esta sería una obra costosa y complicada. Pero es imprescindible si se pretende hablar seriamente de restringir el uso del coche particular en el Área Metropolitana. I
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