Durante la Semana Santa, las playas del Delta del (Viladecans, Gavà y Castelldefels) han sufrido daños graves como consecuencia del apso de la borrasca Nelson, con olas de hasta cinco metros que inundaron y erosionaron los arenales. Los temporales cada vez son más frecuentes en la costa del Baix Llobregat y causan mayores daños debido a la vulnerabilidad estructural de estas áreas. Aunque se tomaron medidas preventivas para proteger los equipamientos y garantizar la seguridad pública, el cambio climático ha alterado la planificación de la gestión de las playas, dificultando el montaje y desmontaje de los equipamientos con vistas a la temporada de baños.
La Semana Santa de este año ha sido especialmente cruel con el litoral del Baix Llobregat en una época del año con marcado carácter turístico. Aunque las lluvias de estas últimas jornadas han supuesto un ligero alivio para la sequía, la borrasca Nelson ha hecho estragos en las playas de Gavà, Viladecans y Castelldefels, que han quedado “completamente inundadas” y sin arena, como ha explicado este lunes Daniel Palacios, jefe del Servicio de Playas del Área Metropolitana de Barcelona (AMB). Y es que estos días se han registrado episodios extremos como olas de hasta cinco metros de altura (y un oleaje continúo de más de tres metros) que se han llevado por delante los arenales.
Palacios ha revelado que últimamente se viene detectando “Hemos detectado un incremento de temporales de suroeste (de Garbí, los que causan más daños), que hace años eran menos frecuentes en el litoral metropolitano, y que impactan mucho más en las playas”. El jefe del Servicio de Playas metropolitano ha hecho hincapié en que estos continuos y dañinos temporales de Garbí han sido la tónica general “y continuada durante todo el invierno, con oleajes de hasta dos metros erosiona mucho más las playas”, ha corroborado el técnico.
Olas gigantes que arrasan con todo
Olas gigantes en Gavà, que se han comido la playa (arrasando con todo); la reducción de hasta 25 metros en la anchura de los arenales de Viladecans (incluida la rotura de 600 metros del cordón de protección de los sistemas de dunas); o la inundación de más de 200.000 m² de superficie en la playa del Apeadero de Castelldefels, más de 30 metros de pasarelas de madera de acceso a la arena malogradas, y lo que es casi peor: el temporal ha impido el montaje de los chiringuitos playeros (que no han podido inaugurarse para este puente vacacional) son algunos de los daños más cuantiosos traídos por el temporal. Dada la gravedad de la situación, el AMB ha solicitado “una reunión urgente con el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) para abordar esta situación de emergencia al litoral metropolitano”. No es la primera vez que se pide.
Daniel Palacios ha subrayado que los graves daños sufridos por el litoral esta Semana santa se deben en buena parte a que “se encuentran en un estado de debilidad y fragilidad muy importante”, debido a los continuos vendales. “Las afectaciones de los temporales cada vez son más grandes por la vulnerabilidad estructural de estos espacios”, ha indicado el responsable de las playas metropolitanas.
Protección de los equipamientos
Pero pese a la climatología adversa, los técnicos metropolitanos han plantado cara al temporal con acciones preventivas para evitar males mayores -protegiendo al máximo los equipamientos y tratando de contener la regresión marítima- a la vez que se ha velado por la seguridad de los espacios públicos. Entre otras intervenciones se han abierto zanjas para canalizar el agua de las rieras y evitar la inundación de los arenales, se ha retirado el mobiliario de la primera línea de costa. Además, se han monitorizado las incidencias del oleaje sobre el mobiliario, se han balizado los elementos dañados (como las pasarelas de acceso), se han recuperado los arrastrados por la corriente o se han reubicado e incluso se han restaurado 600 metros del cordón de cierre de las dunas.
Según el AMB, como consecuencia del cambio climático y las nuevas dinámicas atmosféricas, la “normalidad climática” que conocíamos hasta ahora ha pasado a la historia, dando al traste de buena parte de la planificación de la gestión pública de las playas. Así, por ejemplo, al solaparse los fuertes temporales de invierno con la borrasca Nelson se ha entorpecido el montaje de mobiliario y los equipamientos para la temporada de baño, que se habían acelerado en previsión de una primavera más cálida, y al final ha habido que trabajar a contrarreloj para desmontarlos.
Conjugar temporales y usos
A finales de verano sucede algo parecido que también trae de cabeza a los operarios: el verano se alarga en otoño (con lo que se mantiene la afluencia de usuarios a las playas que precisan de sus equipamientos) pero a la vez los temporales marino asolan la costa de forma más prematura, obligando a reajustar el calendario de desmontaje de los elementos y a reordenar del espacio público de forma que sea posible conjugar que los temporales más madrugadores provoquen el menor daño posible y a la vez los servicios y las instalaciones básicas estén disponibles el mayor espacio de tiempo posible.