En plena sequía, ya se discutieron las limitaciones que suponen para la agricultura del Delta del Llobregat las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA). A esto se suma la superpoblación de jabalíes y otros animales que perjudica a los agricultores locales. Como Robert Marieges, de Sant Climent de Llobregat, quien se enfrenta a graves pérdidas sin el apoyo efectivo de las administraciones. Todas las soluciones propuestas para acabar con el problema de los jabalíes, incluidas las batidas masivas, son cuestionadas por su inviabilidad.
Hace meses en plena sequía se celebraban reuniones y simposios sobre el gran tema del momento y sus derivadas. En El Prat, en una productiva sesión -que puso a la vista de muchos las limitaciones del director del ACA (Samuel Reyes)- se soslayó el tema de la reserva aviar o zona ZEPA que invalida la práctica de la agricultura en el Delta para no agravar la tensión. La sequía provocaba intrusiones de jabalíes en zonas urbanas.

Poco después, el Consell Comarcal del Baix Llobregat invitó a diversos especialistas para opinar sobre la viabilidad presente y futura del sector primario deltaico. Ahí el catedrático emérito de Ecología, Narcís Prat, habló de la inútil reposición de arena de las playas deltaicas (que la ampliación del puerto ha expuesto a una fuerte erosión). Prat es un hombre con gran sentido del humor y en una de sus divertidas diatribas se refirió a la pugna de agricultores y cazadores para mantenerse opuestos entre sí a pesar de ser ambos grupos interdependientes. Ponía el dedo en la llaga. Durante siglos el campesino y el cazador han sido lo mismo, han sido las dos caras de la misma moneda. Entre los campesinos, había muchos poseedores de armas largas y de licencias de caza y, en muchas zonas, aún es así.
3.000 licencias en Sant Boi
La entrada de muchos cazadores urbanos y sus tratos con las sociedades locales de caza puede que haya enrarecido las relaciones en las zonas periurbanas, donde la práctica de la agricultura en pequeñas extensiones dispersas -y en especial los nuevos hábitos deportivos de la población urbana- hacen difícil la caza regulada, por las muchas normas, seguridades y garantías necesarias. Así pues, aquel edil de Gobernación de Sant Boi que fue preguntado en Pleno sobre el número de licencias de armas registradas habló hace ya años de unas 3.000 licencias, arguyendo estar en zona agraria y el que muchos campesinos mantenían la costumbre de permanecer armados. Ahí quedó el dato y su posible explicación.
Ahora, es creciente la superpoblación de animales dañinos para la agricultura, refugiados en las zonas montañosas con bosques descuidados, de los que ya con la última sequía se reclama su tala y triaje. Nos encontramos en la Sierra de Collserola con ratios de 9 jabalíes/km2 más torcaces, becadas, faisanes, conejos, cacatúas y otras especies perniciosas para el agricultor de montaña y del llano deltaico. ¿Por qué no se diezman? Cuando muchos animales están envueltos en accidentes de carretera e incluso generando dificultades aéreas en el Aeropuerto del Prat. Les vemos a los jabalíes hozando en los parques infantiles con los restos de chuches y comidas. Contaminando todo. También actúan volcando contenedores de basura y hasta en ocasiones atacan las mochilas o bolsas con comida de paseantes.
Fracaso de anticonceptivos y medidas suaves
Han fracasado los anticonceptivos y otras medidas suaves de gabinetes medioambientalistas. Algunos hablan de reintroducir el lobo. Ciertamente es necesario el sacrificio de grandes cantidades de animales para mantener un cierto equilibrio territorial y por supuesto ecológico. Y es ahí donde los cazadores son necesarios y requeridos y ellos se hacen valer con huelgas (primas, ventajas…). Porque cada vez hay menos cazadores. Según el CSIC, se reducirán en una quinta parte y el 40% son mayores de 60 años y sólo el 5% están entre 20 y los 30 años.
El final de la caza, está próximo como la afición a los toros y como deporte, a pesar de cursos de iniciación de jóvenes a cargo de Federaciones y clubes. ¿Qué nos queda?: hacer batidas públicas con rurales, soldados, policías y voluntarios, como hacen los belgas en Las Ardenas. Es seguro que ahora nuestra sociedad no lo permitiría y nuestros gobernantes tampoco.
La triste historia de Robert Mariaeges
Llegados a este punto, vale la pena explicar la pequeña y triste historia del pagés Robert Marieges Marieges, de 62 años, residente en Sant Climent de Llobregat, donde hace 100 años. sus familiares, al ser arruinados sus viñedos por la filoxera, decidieron pasarse a los cerezos, olivos, almendros y algarrobos, en un huerto de dos hectáreas que con otras dos más, le permiten subsistir.
Robert ha pedido ayuda a los cazadores locales, sin éxito. Ha pedido ayuda al alcalde Sierra con plena dedicación en unpueblo de solo 4.182 hab. Ni caso. Ha recurrido como socio a la Unió de Pagesos (UP) y por este aviso ahora oímos sus razones y lamentamos los destrozos que cada año los verracos infligen a sus cerezos, situados en la finca de Cal Pivé de acceso angosto a 150 metros de altitud.
Reclamaciones sin atender
Las reclamaciones por daños son escuchadas en la Agencia agraria pero no atendidas. En Sant Climent quedan dos campos de cerezas. La mosca Suzuki, las aves y los jabalíes desaniman a cualquiera, que no a Marieges, quien recuerda pasados rendimientos de 400 kg de cerezas bien pagadas. Hoy las cerezas pueden llegar de cualquier lugar, hasta de Chile, permanentemente y fuera de temporada. Ni son ecológicas ni son de Km0, pero son rivales de cuidado.
Nuestro climentó sabe que un vallado seguro le costaría 30.000 euros, cifra alta e inabordable para un microproductor como Robert. A su alrededor proliferan viviendas y actividades de dudosa legalidad, más allá un criador de cerdos vietnamitas que ha contribuido a hibridar una especie de por sí ya prolífica. El jabalí puede pesar fácilmente 70 kgs y contagiarnos con cientos de virus de los que es portador.
Cazadores contra las pérdidas
Robert, como hombre experimentado y conocedor de la zona, sabe que para acabar con sus pérdidas, necesita cazadores al rececho, dada la orografía de su terreno. Muchos ayuntamientos de montaña juegan a ahuyentar las camadas de jabalíes hacia el llano u otros territorios sin resolver el problema de raíz.
Hay un “experto” oficial, el señor Txema López, que tal vez pueda ayudarle enviando cazadores. Pero lo dudo, porque la burocracia agraria ha limitado la caza. En Lérida, con el conejo, algunos se plantean el abandono del oficio. El conseller Ordeig, promete ayudas y cazadores. Pero la fauna en zonas de bosque y agrarias está en número desmesurado. Sin cazadores queda la solución belga, batidas multitudinarias de gente uniformada y voluntarios armados durante varias jornadas en zonas acotadas. ¿Sería eficaz una solución belga a un problema catalán?