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Recortes en sanidad

Por Fernando Martín
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Los recortes presupuestarios acometidos por la Generalitat en sanidad han provocado revueltas entre los sectores implicados. Los pacientes, como receptores de dichos servicios, habríamos de reaccionar ante la secuencia de medidas adoptadas para conseguir la reducción prevista, cifrada como promedio en el 10 por ciento del gasto.

Aproximadamente el 60 por ciento del presupuesto autonómico se destina a sanidad y educación. Se considera que el gasto sanitario es elevado; no obstante, como sugieren los profesionales del sector, conviene llevar a cabo un proceso de optimización, por ejemplo, en cuanto a la utilización de los recursos, el seguimiento de los pacientes o los tratamientos médicos.

La conselleria de Salut advierte que las listas de espera deberían crecer un 3%, además propone la modificación del decreto en vigor que limita las esperas a seis meses. La medida no se aplicaría a intervenciones urgentes. Sin embargo, resulta paradójico anunciar que no afectará a la calidad asistencial de los pacientes que, con ello, verán incrementado notablemente el tiempo transcurrido para una visita al especialista o la intervención de patologías, según dicen, de carácter menos urgente.

Por otra parte, los profesionales sanitarios consideran muy perjudicial el cierre de camas y plantas en los hospitales, a pesar de que supone un ahorro inmediato, puesto que implica derivar a los enfermos en situación de alto riesgo a un hospital disponible y, para ello, se requiere como única solución el trabajo en red entre centros de distinto nivel.

En la actualidad, la visión de centros hospitalarios individuales parece predominar en la sanidad catalana. Conviene apostar por la coordinación de los mismos para compartir gastos, atender mejor a los pacientes y reducir la factura sanitaria.

Además, la distribución territorial de los hospitales en Catalunya ha sido objeto de crítica. En algunas ocasiones, parece haber prevalecido más el criterio político que el puramente clínico, disponiendo de más plazas hospitalarias de las necesarias en un área geográfica y, en cambio, con un déficit de las mismas en otros territorios.

La reducción de los gastos y la actividad sólo cabría efectuarla en determinados servicios mediante un análisis riguroso de la productividad, no de forma generalizada y siempre bajo criterio clínico.

Asimismo, desde el sector sanitario insisten en que acotar el exceso de burocratización, reducir los gastos en farmacia y en pruebas diagnósticas, representaría una cuantía considerable de ahorro en el gasto total. Por el contrario, consideran que reducir el número de profesionales y suprimir programas de atención sanitaria comportará una pérdida en la calidad asistencial ofrecida a los pacientes.

Resulta lamentable acometer recortes en una sanidad que goza de gran calidad, además de representar un modelo de investigación, bienestar e innovación. Se deberían acometer reducciones en otros sectores, evitando el sanitario, la educación y la investigación, vitales para la salida de la crisis.
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