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Mercado laboral de los jóvenes

Por Fernando Martín
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
El deterioro económico está incidiendo de manera significativa en una generación que creció en un clima familiar de mejora continuada del nivel de vida y del poder adquisitivo. Ahora, los jóvenes están abocados a unas condiciones laborales basadas en la precariedad salarial y las contrataciones temporales.
La población juvenil, si bien disfruta de las ventajas de vivir en una sociedad avanzada y con mayor riqueza, marcada por la aparición de las nuevas tecnologías, padece las dificultades propias de un mercado laboral sobresaturado que tan sólo ofrece un empleo volátil.

Resulta paradójico que una de las generaciones más preparadas de la historia de nuestro país, se enfrente a salarios irrisorios, a una mayor cualificación y a las mayores tasas de desempleo registradas en los últimos años.

Los datos ofrecidos por la Encuesta de Población Activa registran un porcentaje de paro juvenil superior al cuarenta por ciento, más del doble de la Unión Europea.

Los jóvenes rechazan las opciones laborales precarias que ofrecen las empresas, caracterizadas por contratos temporales, sin derechos de cotización o baja laboral y con una baja remuneración. También valoran disponer de horarios laborales flexibles que les permitan compatibilizar su vida personal y familiar.

A pesar de que el mercado de trabajo está lejos de ser su aliado, los jóvenes quieren disfrutar de unos derechos ya adquiridos por los que lucharon sus antecesores.

La infancia de la población juvenil, ahora desempleada, se desarrolló en un contexto de apoyo familiar, con una seguridad que presagiaba un crecimiento económico inagotable. Sin embargo, es el sector más perjudicado, agraviado por la escasa oferta, la discriminación y la elevada rotación laboral.

Incluso el Fondo Monetario Internacional, en un reciente informe publicado, identifica a este grupo social como la generación perdida, ante el aumento del desempleo y de riesgos sociales vinculados a la falta de motivación y la inactividad prolongada.

Asimismo, conviene no recurrir a la generalización que en ocasiones caracteriza a estos jóvenes como una generación perezosa, ya que su actitud se debe a la situación de incertidumbre ante el futuro que se les presenta y la sensación subjetiva de falta de perspectivas.

Los movimientos sociales de indignados en diferentes puntos de la geografía española reflejan la realidad de personas jóvenes con dificultades para encontrar un empleo estable y emanciparse, pretenden con ello recuperar un modelo que implique un desarrollo profesional y una estabilidad laboral a cambio del esfuerzo y sacrificio realizados.

La rigidez de buena parte del mercado laboral forma parte del problema. Entre las reformas pendientes figuran fomentar la iniciativa empresarial de los jóvenes con las consiguientes vías de financiación y la formación básica para habilidades profesionales.

Ahora, la incertidumbre se impone y no hay garantías de que el compromiso, la dedicación o la titulación académica impliquen una adecuada compensación laboral y salarial. Urge cambiar esta tendencia y crear un clima de estabilidad en un grupo social vulnerable, sensible y de gran prioridad. ||
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