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La fragilidad del edificio europeo

Por Fernando Martín
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Los sucesivos episodios acaecidos recientemente en Europa, entre otros, los vinculados a la avalancha de inmigrantes procedentes del norte de África y los conflictos referidos a su gestión entre los países receptores, la llamada crisis del pepino y el cierre de fronteras a los productos de origen español, o el impedimento por parte de las autoridades griegas al despliegue de la segunda flotilla de carácter humanitario, dirigida al territorio palestino de Gaza, y en especial, la falta de consenso en la adopción de medidas de índole económica, evidencian la fragilidad de una Europa supuestamente sólida.

Si nos referimos exclusivamente a la crisis económica, la extensión de los países con riesgo de suspensión de pagos, refleja la ineficacia de las instituciones económicas de ámbito europeo. Las causas se vislumbran en la existencia de una unión monetaria, la zona euro, sin correspondencia paralela con una unión de índole económico.

En el caso de la crisis griega, la aprobación de la última fracción del primer plan de rescate se ha demorado excesivamente y, en numerosas ocasiones, se ha puesto de manifiesto la ambigüedad de los representantes económicos sobre la resolución del problema. Así, se urgió a Grecia a adoptar un plan de ahorro, se obligó al primer ministro a someterse a una moción de confianza y, finalmente, el líder del partido de la oposición griega debía dar su apoyo a las medidas de ajuste.

Analistas económicos de prestigio han considerado que, las continuas imposiciones al país griego de directrices con un final incierto, demuestran las carencias del proyecto europeo.

El problema de base, según argumentan, radica en las dificultades de la entrada en la zona euro de países que, con gran dificultad, cumplían los criterios de convergencia. Se pretendía ampliar el espectro de la unión monetaria sin la consiguiente unión económica, para ofrecer con ello una imagen de construcción firme de las instituciones de nuestro continente.

Por otra parte, se ha sugerido la creación de una segunda zona euro que comprendería a países con problemas económicos como Grecia, Irlanda, Portugal, España o Italia, con objeto de permitir una devaluación de la moneda y así poder afrontar con mejores perspectivas su situación actual.

Además, la labor de las agencias de calificación de riesgo crediticio representa una continua amenaza para la estabilidad de la política económica internacional que, con sus rebajas en la evaluación, disparan la prima de riesgo de los países más vulnerables. Resulta paradójico dotar a estas agencias de tal influencia, cuando no redujeron la calificación de riesgo de las entidades americanas que desencadenaron la actual crisis económica internacional.

En definitiva, urge dotar al edificio europeo de unos cimientos sólidos basados en una unión económica con políticas fiscales comunes, aplicadas a los países que la integran, y además responder de forma unánime a los retos planteados en materias tan diversas como inmigración o política exterior. ||
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